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Cada vez más productores se les animan a los hongos

En Neuquén , el cultivo crece impulsado por la promesa de alta rentabilidad.

Sofía Sandoval
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Neuquén.- Aunque se trata de un mercado dinámico y algo inestable, cada día aumenta el número de productores de hongos comestibles en la región, quienes se suman a la actividad tentados por la necesidad de bajas inversiones y la promesa de una alta rentabilidad. Si bien la producción requiere de esfuerzo y capacitaciones constantes, los productores aseguran que la demanda siempre supera la oferta.

"La actividad tiene márgenes de rentabilidad muy altos, que rondan el 40% anual", destacó Cristian Starik, coordinador del Programa de Hongos Comestibles del Centro Pyme-Adeneu. Según estimó, en los últimos diez años pasaron de tener 2 a 22 productores en toda la provincia, a quienes el centro asiste con créditos, semillas subsidiadas y capacitación técnica.

El coordinador explicó que, si bien hay tres tipos de hongos comestibles que gozan de popularidad en el Alto Valle, en la zona nadie se dedica a los champignones. "Son los más comunes y, como en la provincia de Buenos Aires se produce mucho volumen, acá se vende muy barato y es difícil competir", indicó. Por eso, acá se dedican al cultivo de gírgolas y shitakes, hongos más extraños pero muy aceptados por los consumidores.

Para arrancar no es necesario hacer inversiones muy grandes. Según el tipo de cultivo (ver aparte), generar un volumen pequeño pero apto para la comercialización requiere un desembolso máximo de 400 mil pesos iniciales, incluyendo en ese costo la adquisición del terreno.

Las extensiones que demanda tampoco son muy grandes. Para producir a la intemperie, se requieren unos 125 metros cuadrados, donde se colocan unos 500 troncos. Cada uno de ellos produce entre 700 gramos y 1300 kilos.

Los canales de comercialización son variados y van desde el puerta a puerta hasta las verdulerías y restaurantes. Los que producen en mayores extensiones suelen venderles a supermercados y al mercado concentrador. Por cada kilo de gírgolas frescas, el productor recibe 120 pesos, si son a granel, y 180 por las fraccionadas.

Otro mecanismo de venta se da a través de productos elaborados. El método más común es la deshidratación, que se puede hacer al sol o mediante hornos. Como los hongos están conformados en su mayoría por agua, con diez kilos del producto fresco se obtiene un kilo seco, que se vende a unos 900 pesos.

La producción de gírgolas y shitakes crece en la región y, si bien cumple altos estándares de calidad, todavía no alcanza los volúmenes necesarios para exportar.
Starik aseguró que existe demanda internacional, pero vender afuera sólo es posible si más productores se suman a la actividad y hacen mayores apuestas.

22 personas se dedican hoy a esta actividad, muchos más que en años anteriores.

Alimento nutritivo y bajo en calorías

Si bien el consumo de hongos no es muy popular en Argentina, cada día se vuelven más reconocidos y traspasan las barreras de la comida gourmet para instalarse en las cocinas de los hogares. Se pueden incorporar en distintas recetas, como salsas, rellenos y salteados.
Las gírgolas son un alimento muy dietético, rico en hierro, minerales y fibra y contiene las vitaminas B1, B2, B6, B12 y D2.

Víctor Suriano. Productor de hongos comestibles de la región

1.¿Cómo se inició en la actividad?
Fue en 2008, cuando vivía en Vista Alegre. Me sumé porque tenía ganas de tener mi propio emprendimiento y me pareció que había muy buenas capacitaciones y acompañamiento del Centro Pyme. Me puse a investigar y me pareció interesante, así que empecé a producir y llegué a tener 6 mil troncos.

2.¿Cómo es su método de comercialización?
Ahora que vivo en China Muerta tengo sólo unos 600 troncos. Vendo una parte en hongos frescos y el resto elaborado: hago hongos deshidratados al sol y también produzco yo mismo los escabeches. Lo suelo llevar a la feria de productores de China Muerta. Por suerte, siempre vendo todo lo que llego a producir.

3.¿Qué opina del mercado de hongos en la región?
Se trata de un mercado muy dinámico, porque siempre hay productores que inician y abandonan, y otros nuevos que llegan. Lo bueno es que la demanda siempre crece, entonces es sólo cuestión de animarse.

Quizás hay gente que arranca pensando que se hace solo, pero lo cierto es que requiere de esfuerzo y mucha dedicación.

Los dos métodos que se utilizan

La producción de hongos comestibles se puede hacer de dos formas que requieren tipos de inversión muy disímiles. El más simple pero riesgoso consiste en cultivar sobre troncos al aire libre. El más complejo se basa en la producción sobre sustratos en ambientes controlados.

"La producción sobre troncos es bastante simple, requiere una baja inversión inicial y demanda poca mano de obra", indicó Cristian Starik, coordinador del programa de Hongos Comestibles del Centro Pyme-Adeneu. Según destacó uno de los más de 20 productores, este método también es el más indicado para aquellos que deseen cultivar sólo para autoconsumo. La producción sobre troncos tiene una sola cosecha durante el otoño y el volumen total depende de las condiciones climáticas. "Según el viento o la lluvia, se puede cosechar más o menos", dijo Starik. El otro tipo de producción se hace en una sala cerrada sin ventanas, donde se colocan bolsas con sustratos, que incluyen residuos vegetales como virutas de álamos, orujo de frutas o escobajos de las uvas. "Se usan mucho los residuos de la actividad agrícola, cuya disposición final suele ser un problema", señaló el coordinador del Centro Pyme.

Esta producción se cosecha todo el año, cada 7 u 8 días, y requiere el cambio de los sustratos, que sólo duran un mes y medio. Sin embargo, requiere mayor trabajo porque hay que controlar en todo momento los niveles de temperatura y humedad.

Con ambos métodos se llega a resultados de calidad que gozan de buena aceptación en el mercado. Según estimaron desde el Programa de Hongos Comestibles, la producción crece desde hace diez años a un ritmo del 6% anual. También aclararon que en Argentina sólo se consumen 100 gramos anuales per cápita, mucho menos que en Europa, donde el consumo es de 4 kilos anuales.

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