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El choripán al paso es una tentación que hace furor en la ciudad

Hay más vendedores callejeros que ofrecen esta típica comida, que tiene una clientela fiel entre los neuquinos.

Andrea De Pascalis

NEUQUÉN
Eligieron las esquinas más transitadas de la ciudad y allí se instalaron. No responden a ningún jefe, cada uno se maneja por su cuenta y tienen sus propios clientes. Llegaron hasta ahí porque se habían quedado sin trabajo y hoy viven gracias a sus ventas al paso. Cada vez son más y aseguran que con eso sobreviven y no la pasan mal.
Algunos venden empanadas listas para comer mientras otros se dedican a ofrecer el clásico choripán. Hace un poco más de cuatro años aparecieron los primeros vendedores callejeros, pero en el último año se sumaron más. Convirtieron la esquina en su local, se los puede ver en espacios públicos sin destino alguno o en lotes privados sin alambrar.
Quienes venden choripán no necesitan mucho más que un chulengo. La mayoría de los clientes son de paso pero también tienen a sus compradores fieles. No compra sólo el que trabaja en la calle y está apurado, compran todos. "Algunos son locos del choripán", resumió Walter, que trabaja día y noche en este rubro de venta callejera.
Agrega que a diferencia de un año y medio atrás cuando la mayoría de sus clientes eran hombres, "cada vez son más las mujeres" que solicitan el siempre sabroso choripán. "Pero eso está cambiando. Los taxistas son los que más compran, ellos se ganan el mango a diario y están en la calle todo el día. No pueden gastar cien pesos en una rotisería", resumió.
Desde hace tres años, Víctor Caballero, llega todas las mañanas a su esquina de Antártida Argentina después de las 10 para preparar todo. Guarda su parrilla en la casa de un vecino a quien le paga 500 pesos por el cuidado. "No puedo trasladarme todos los días con el chulengo", contó Víctor, que además vive en la zona.
"No consigo trabajo. Soy discapacitado y en ningún lado me quieren tomar", respondió ante la consulta de por qué decidió vender en la calle.
Víctor se fue acomodando con el tiempo, y la esquina ya es un clásico del barrio. Levantó un toldo improvisado de media sombra para el verano y tiene una mesita donde coloca los aderezos. "Tengo los mejores choripanes, por eso vendo. Le compro al mejor carnicero del barrio, ese es mi secreto", precisó.
Walter es otro de los vendedores de choripán al paso. Lo hace en un predio privado del oeste de la ciudad cuyo dueño le permite quedarse sin cuestionamientos. Preparó el puesto como para que los que pasan puedan frenar su coche unos segundos y comer allí si lo desean. También vende gaseosas que guarda en una conservadora.
"Le puse este toldo por el sol, pero con el viento se complica. Vendo todos los días, hasta con lluvia", aseguró Walter, que empezó porque no conseguía trabajo.
Los precios del choripán varían entre los 30 y 35 pesos. Si bien prefieren no dar números de la cantidad de unidades que venden, por día pueden llegar a 30.
"Trabajo de día y de noche. A veces vengo los domingos. Con esto se sobrevive, puedo mantener a mi familia", concluyó.

El semáforo como un aliado para la venta de empanadas
Los vendedores de empanadas también se volcaron a las esquinas más transitadas. En la Ruta 22 aprovecharon los semáforos en rojo para ofrecer una docena o media de carne al horno a los automovilistas. Los precios oscilan entre los 100 y 120 pesos la docena de empanadas, y entre los 70 y 80 para la media docena.
Isabel y Martín son madre e hijo y trabajan cada mediodía sobre la avenida Del Trabajador, donde venden entre 14 y 20 docenas.
Antes de las empanadas se dedicaban a hacer prepizzas. Habían conseguido a través de Desarrollo Social un horno con capacidad para doce bandejas y un freezer. Con estas herramientas disponibles salieron a la calle a vender las clásicas empanadas.
"Empezamos con la pastalinda pero tardábamos mucho, ahora compramos usada una sobadora. La arreglamos y es mucho más rápido", contó Isabel.
Además, patean la calle buscando los mejores precios de huevos, harina y carne. "La carne en este último tiempo aumentó dos veces. Mantuvimos el precio, pero ahora vamos a tener que aumentarlas porque subió todo", comentó.
"Con esto podemos vivir los dos. Mi hijo prefiere tener dos pesos en el bolsillo y no tener un jefe", concluyó Isabel.

Actividad ilegal defendida por vecinos
Desde el Municipio se explicó que este tipo de venta en la calle es ilegal y no tiene ningún tipo de autorización. Reconocen que se hacen controles, pero luego los vendedores vuelven.
"Es venta ambulante ilegal y, como todo, se controla. Se hacen los decomisos, pero nos pasa muchas veces que hasta los mismos vecinos se enojan con nosotros porque vamos a controlarlos", comentó Gustavo Orlando, subsecretario de Comercio.
Dijo que también se los multó en varias oportunidades y se decomisaron los alimentos y las herramientas para trabajar.

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