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La Mañana Arroyito

El viaje de ida y vuelta al infierno de las adicciones

LMN conversó con pacientes de un centro de rehabilitación que buscan alejarse del consumo de alcohol y de las drogas.

Pablo Montanaro
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Neuquén.- Tocaron fondo en ese oscuro mundo de las adicciones y buscaron ayuda, aunque en más de una oportunidad desoyeron los consejos de amigos y familiares. Dejaron el orgullo de lado porque veían que cada día que pasaba les era imposible contener el impulso de tomar alcohol o cocaína, fumar marihuana o consumir cualquier otra sustancia. Un día fueron conscientes del padecimiento al que se estaban sometiendo y del sufrimiento en el que sumergían a sus familias.
A 50 kilómetros de la ciudad de Neuquén, un grupo de personas acude al Instituto de Rehabilitación de Arroyito (IRA) con el objetivo de recuperarse de las adicciones. Este centro terapéutico creado en el 2000, depende del servicio de adicciones del hospital Castro Rendón y ofrece ayuda a personas mayores de 18 años.

Por estos días, una docena de pacientes intenta vencer definitivamente el consumo de alcohol y drogas. Algunos llegaron allí por decisión propia, otros por insistencia de sus familiares y amigos.
La licenciada en Servicio Social y coordinadora del IRA, Claudia Kelly, señala que una de las premisas es trabajar con la salud mental desde otros lugares, desde la recuperación de la fe, de la autoestima, de poder crear un proyecto de vida diferente.

En un amplio salón donde están por merendar, a los 35 años José cuenta que llegó hasta aquí antes de las fiestas de fin de año porque el alcohol lo "empezó a golpear mal". Prácticamente la mitad de su vida transcurrió aferrado a la bebida y "un poco" a la droga. Esboza, en voz baja, una explicación: "Me cuesta mucho comunicarme con la gente, y tomando era como otra persona".

Lo que ganaba como albañil lo perdía en la bebida y ya en el último tiempo ni su familia quería estar con él. Fue su madre quien lo convenció para internarse "porque ya había perdido mucho: casa, compañera y familiares". "Ya ni me saludaban", asegura.

Después de pasarse más de cinco años consumiendo, Ariel tomó la decisión de rehacer su vida, de alejarse de las malas compañías y de andar "recolgado" todo el tiempo, lo que lo llevó a ser agresivo contra sus padres y hermanos. "Llegué a destruir a mi familia", dice el joven zapalino de 19 años.
Hace poco más de una semana que arribó al IRA, previa desintoxicación en el hospital de Zapala. "Uno no se da cuenta, empezás a probar, te gusta. Mi grupo de amigos con los que me juntaba todos consumían y siempre me junté con gente más grande que yo y me llevó a todo esto", describe.

Trabajaba como ayudante de gasista, pero la plata se la devoraba "en bebida y drogas". "Cuando tomaba o consumía no me importaba nada, no quería llegar a casa, me iba a cualquier lado, no pensaba en los demás, ni siquiera en mis sobrinos a los que no me dejaron ver más, y eso me afectó mucho porque soy muy aferrado a ellos", explica.

Del vino a la marihuana

Del vino a la marihuana, pasando por el poxi-ran, así describe Miguel su relación con las adicciones que lo llevó a internarse en varias ocasiones. Hace más de 25 días que está en el centro terapéutico de Arroyito después de estar en la casa de su madre, ya que a este joven de 31 años se le prendió fuego su casilla en el barrio Hipódromo en el sector Los Hornitos. "En lo de mi vieja estaba todo el tiempo alcoholizado, empastillado", confiesa. "Estuve más de un mes y medio en la calle y en la placita bolseando poxi-ran y tomando". Comenta que trabajaba en una metalúrgica, donde lo echaron por pelearse con el encargado un día que llegó con "una resaca infernal".

Ni bien se despertaba, Lucas esperaba que abriera la despensa del barrio para comprar una botella de cerveza o vino, y así se pasaba el día, la semana: "Nos juntábamos con unos vagos en una casa para pasar el día tomando". Muchas veces para conseguir dinero llegó a vender su propia ropa o herramientas. "Era por la desesperación de conseguir guita para tomar", explica.

Lucas abandonó a su pareja porque no lo dejaba consumir. Dice que su madre decidió internarlo porque el alcohol ya le estaba "pegando muy mal" y agrega: "Me peleaba con cualquiera en la calle, mis vecinos ya no me saludaban, y me denunciaban".

Los primeros días de internación se preguntaba qué estaba haciendo ahí. Ahora tiene voluntad de cambiar de vida. "Acá me gusta hacer varias cosas, sobre todo carpintería, me gusta trabajar la madera, hice un par de tablas para picadas, que es lo más fácil", expresa.

Leandro estuvo internado tres semanas en el hospital de Piedra del Águila y el año pasado hizo ambulatorio pero, según dice, no funcionó y volvió a recaer en el alcohol, la marihuana y la cocaína. Fue su mujer quien le puso el límite. Tiene tres hijas, y dice que cuando tomaba "no era el mismo" y empezaban las discusiones con su mujer: "Esa era la excusa perfecta para irme de la casa y seguir tomando o consumiendo en cualquier lado".

Recuerda que a los 14 años su padre lo llevaba a los boliches y lo invitaba a tomar: "Yo era el mayor de mis hermanos, entonces me llevaba a tomar y después me dejaba salir solo y me daba la llave del auto y plata". Su padre falleció hace unos años por un paro cardíaco. "Creo que él me llevó a tomar y a consumir", enfatiza.

Afirma que hace falta voluntad, esfuerzo y mucho amor propio para revertir su situación. "Yo me daba cuenta de que el alcohol y las drogas me estaban haciendo daño pero no lo podía medir. Internarme tiene que ver con reconstruir los afectos familiares con mi señora y con mis hijas", manifiesta.
La tercera oportunidad

Para Marcelo, de 39 años, esta es la tercera oportunidad para salir del consumo que empezó a los 12. "En el barrio donde vivo todos los pibes consumen y es el lugar donde voy cuando salgo de acá", dice.
Hace unas dos semanas volvió al instituto de rehabilitación para empezar el tratamiento. "Acá me siento tranquilo porque afuera yo no puedo sostener nada, pareciera que tengo que estar en un lugar así para no caer. Ni en la casa de mis viejos estoy bien. Por eso me pongo en la cabeza que tengo que salir yo, poder yo. Me digo: cómo puede ser que tenga que estar todo el tempo en comunidad. Solo no puedo, ni a palos, necesito estar acá, por eso cuando me ofrecieron volver no lo dudé", explica con la voz entrecortada.

Cuenta que, sin nada que hacer de su vida, "lo que hacía era consumir". Se levantaba a las 5 y comenzaba a tomar solo, no quería compartir el alcohol con los demás. "Me volvía egoísta. A eso llegué", apunta.

"Con la cocaína, me pasé de rosca"

Fernando sale de la cocina del centro terapéutico, donde está preparando unas tortas fritas. Parece que ese fuera su lugar en el mundo tras una vida a puro consumo. "Hace dos meses que estoy acá, tomé la decisión de venir porque hace 20 años que consumo cocaína", explica este hombre de 38 años.

Empezó a fumar en el secundario. "Del cigarrillo pasé al porro, a la marihuana, me creía el más vivo de todos. Después se sumaron los años, uno se pone más violento con los seres queridos, creía que lo tenía todo", relata sin pausas.

Hace once años se separó de su mujer, mientras mantenía su trabajo en el Estado y después se subía para manejar un taxi, 10 o 12 horas.

"Me pasé de rosca, consumí demasiado", asegura para definir hasta dónde había llegado. "Hubo una situación complicada, venía de 15 días sin dormir, me había gastado la plata del alquiler, hasta vendí los muebles del departamento, estaba en la calle dando vueltas y tomando cocaína, saqué prestámos y me consumí toda la guita. En dos meses reventé todo. Ahora estoy pagando las consecuencias", reflexiona.

Le pregunto si es optimista en que puede salir del infierno de las drogas. Él también se lo pregunta todos los días: "Nadie te lo garantiza, pero con un poco de buena voluntad uno tiene que poder. No podía dejar pasar esta oportunidad".

Hace un año y medio que no puede ver a sus hijas. "Tanto tiempo consumiendo cocaína no me favorece mucho", dice, y vuelve a la cocina para hacer más tortas fritas, que sus compañeros degustarán durante la merienda.

(Los nombres de los entrevistados fueron cambiados)

Etapas de la internación

El tratamiento de los pacientes en el Instituto de Rehabilitación de Arroyito consta de una primera etapa de internación, denominada Fase A, donde no se permiten salidas. El paciente sólo puede recibir visitas los fines de semana.

En la Fase B hay salidas terapéuticas con una hoja de ruta porque el paciente sale a revincularse. No se trata de dar un paseo o hacer una ruptura con lo cotidiano. El paciente debe recordar que sigue en tratamiento.

La Fase C consiste en prepararse para una inserción laboral y familiar. La última etapa puede demandar de 6 a 8 meses. En ese tiempo, procuran no tener recaídas y salir a la calle sin sentir la necesidad de consumir drogas o alcohol.

"Robaba para consumir, después me daba vergüenza y quería matarme"

"Robaba para consumir. Cuando le robaba a mi familia, por tres o cuatro días no salía de mi pieza porque me daba vergüenza, y pensaba en matarme. No aguantaba la angustia, pensaba en las cosas malas que había hecho a pesar de lo que hizo mi mamá por mí", dice Federico, un joven de 19 años que hace tres meses llegó al Instituto de Rehabilitación.

Consume desde los 12, "al principio por diversión", después siguió con las pastillas, "tomaba un rivotril por día y esa semana me la pasaba con un mambo, no me importaba nada". Cuenta que trabajó para un "narcotraficante" del oeste y que el año pasado le dieron tres tiros, uno entre la médula y el sistema nervioso.

Confiesa que viene de una familia "complicada", su padre le pegaba "hasta que el que le pegaba era yo para defenderme". Estuvo en pareja y tiene un hijo de dos años que hace cinco meses no ve. "Vivía falopeado, no me importaba nada. Ahora quiero tener otra vida, ver a mi hijo, hacer la secundaria y estudiar Derecho. Dejar atrás todo".

"Deben recuperar su integridad como personas"

Claudia Kelly Lic. en Servicio Social

¿El ingreso del paciente es voluntario?

Sí, aunque requiere un proceso previo para determinar si corresponde este tipo de tratamiento. La mayoría ingresa por problemas con el alcohol, cocaína y marihuana.

¿Qué actividades realizan?
Se ofrecen actividades para que puedan mantenerse ocupados y asumir responsabilidades. Hay clases de educación física, escolaridad primaria con convenio con el programa de contextos de encierro del CPE, actividades de huerta, cría de gallinas y pollos parrilleros con apoyo del INTA Centenario.

¿Cuánto tiempo dura el tratamiento?
El período de internación, entre 6 a 9 meses. Esta extensión depende de la evolución y voluntad de cada paciente. Cumplido ese período, el paciente debe continuar con apoyo en forma ambulatoria ya que las adicciones son problemáticas frecuentes.

¿Sólo se busca que el paciente deje de consumir?
No se busca ese objetivo solamente sino que debe poder modificar muchas de sus actitudes que a veces lo llevan a buscar un alivio a su angustia mediante el consumo. Hay que trabajar otros valores para recuperar a la persona en su integridad.

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