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La Mañana Ciencia y Vida

Inteligencia no tan artificial: robots que ayudan a sanar

Se usan para inspirar empatía, en especial en personas mayores.

El de la tecnología es un universo tan vasto y constantemente en expansión, que no sabemos hacia dónde nos llevará. Ciudades "inteligentes", hiperconectividad, dispositivos autocontrolados y hasta robots capaces de reemplazarnos como fuerza de trabajo o en el campo de batalla, nada parece imposible.

4000 unidades de Paro se han vendido en más de 30 países. Fue nombrado robot del año en 2006.

Y mientras los científicos advierten del potencial peligroso de la inteligencia artificial, existe un costado menos conocido en el que la robótica se ha desarrollado para mejorar la calidad de vida de las personas.

Es así que, a los robots de diagnóstico o quirúrgicos que ya son comunes en el ámbito de la medicina se suman los robots terapéuticos destinados a motivar a los niños, hacer compañía y estimular a los ancianos, así como ayudar a personas con problemas psicológicos.

Aunque esta es una tendencia que entró en vigencia hace ya más de 10 años, la industria advierte que la robótica crece cada vez más, bajo el impulso de la edad y la dependencia.

Empresas como Fujitsu, Innovo Labs, Paro Robots o el proyecto Aurora ya han desarrollado mascotas robot que han suplantado a animales reales en tratamientos de rehabilitación o de enfermedades crónicas y patologías psicológicas.

Esta herramienta ya está demostrando, sobre todo en Japón, una particular eficacia como apoyo en ámbitos hospitalarios y entre los ancianos, un segmento de la población cuya tendencia mundial es al aislamiento social.

La interacción con estos robots ha conseguido elevar la autoestima y los sentimientos positivos de quienes sufren de depresión, e incluso ha redundado en recuperaciones más rápidas. Pero también ha ayudado a niños con trastornos del espectro autista, mejorando sus capacidades cognitivas y de sociabilidad, gracias a una estimulación emocional activa.

Lo que resaltan sus creadores es que estas mascotas ofrecen las ventajas terapéuticas de un animal doméstico y son una alternativa para las personas con necesidades especiales que no pueden ocuparse de un animal real.

"Van a contribuir a que la calidad de vida aumente entre nosotros", advirtió Takanori Shibata, creador de Paro, uno de los robots más emblemáticos.

Sin embargo, una pregunta se abre ante su proliferación: ¿se puede sentir empatía por un robot?

¿Sirven para reemplazar el contacto humano?
Científicos de la Universidad Politécnica de Aquisgran, en Alemania, han verificado que durante la interacción con autómatas semejantes a mascotas o a humanos, se activan en las personas las mismas zonas cerebrales utilizadas para evaluar el estado de ánimo e intuir los pensamientos, sentimientos y deseos de otro ser humano.

Una explicación menos científica de que es posible podría estar en la capacidad que tenemos de niños de vincularnos emocionalmente con nuestro muñeco preferido, ese que dormía con nosotros y nos acompañó durante nuestra infancia.

Un peluche
El cachorro que ayudó a muchos

Nuka o Paro, tal como es su nombre en japonés, es quizás el más emblemático de estos robots. Con el aspecto de una foca de peluche, posee sensores de tacto, luz y audio, y es capaz de diferenciar un golpe de una caricia, reconocer determinadas palabras y hasta de aprender un comportamiento determinado. Desarrollados desde 1993 para un congreso de investigación, se empezaron a comercializar en 2004 y consiguieron protagonismo luego de ayudar a los sobrevivientes del terremoto y del tsunami que azotó a Japón en 2011.

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