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Plottier ya se adueñó de su oasis a la vera del Limay

A menos de dos años de la inauguración, el Paseo Costero se convirtió en una visita obligada.

Georgina Gonzales
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Plottier.- Al igual que Neuquén, la ciudad busca ponerse de cara al río Limay para dar respuesta a los momentos de recreación que necesita la gran cantidad de nuevos vecinos. A menos de dos años de inaugurado, el Paseo Costero se convirtió en una visita obligada para los cientos de personas que gustan de hacer ejercicio rodeadas por la naturaleza.

El ingreso es por el Camping Municipal Nepen Hue. Los autos no pueden entrar, por lo cual a un costado hay un espacio de estacionamiento. Luego, una rambla asfaltada invita a pasear entre los árboles.

La caminata arranca y son pocos los segundos que hacen falta para sentir la tranquilidad del lugar. De repente unos cinco chimangos sobrevuelan el paseo e convocan a mirar el cielo.

Los visitantes son variados, Hernán y Cachilo, su perro, son habitués. Todos los días alrededor de las 17 llegan caminando despacito para hacer todo el circuito. Hernán está jubilado y se hace su hora y media diaria para el ejercicio.

José y Andrea también optaron por la caminata. Ellos descubrieron el lugar hace un año y casi todos los fines de semana lo visitan. "Es un paseo que da mucha paz, es tranquilo y está todo señalizado", describen.

Cientos de vecinos aprovechan el fin de semana para disfrutar del Paseo Costero y realizar caminatas, andar en rollers, pasear en bici y acercarse al Limay.

Luego de recorrer unos mil metros, los juegos de plaza son el primer descanso. Allí Evelin se hamaca con rollers y todo. Ella llegó del Chaco junto a su marido Adriano, quienes hace muy poco descubrieron el Paseo Costero. Para Adriano, el recorrido es en bici, y ya es la segunda vez que juntos pasean por el lugar.

Aunque hay muchas personas que lo visitan como recreación, hay otras tantas que lo hacen para uso exclusivo del deporte. Son muchos los ciclistas que lucen su indumentaria adecuada, cascos y anteojos dando vueltas por el paseo.

Natural: El paseo tiene muchos animales silvestres que no tienen miedo de cruzarse con los visitantes.

Para los primeros en necesitar un descanso aparece el cartel que indica el acceso al río. Por un caminito de tierra y entre gran cantidad de plantas, se descubre el agua.

En la costa son otros tantos los que se sientan a tomar mate -muchos con la bici a un costado- y disfrutar de la paz. Eso hicieron Sandra y Estela, quienes también hace poco descubrieron este oasis. "Encontramos el lugar para despegarnos de la rutina de la semana", aseguran las mujeres sentadas en una lona frente al río.

Allí la flora es muy tupida. Cortaderas, flores silvestres, rosa mosqueta, enredaderas y álamos se menean con el viento. El olor a menta es muy intenso y refrescante.

6,5 kilómetros tiene el circuito.

Es la extensión total de circuito que se puede realizar dentro del Paseo Costero. La mitad tiene prohibido el acceso de automóviles y motos, y en la otra mitad sí se permite. Desde 2005, muchos vecinos se movilizaron para garantizar el libre acceso a la zona y evitaron la venta de las tierras. El mes pasado se colocaron juegos infantiles.

Lorena, Luciana e Iván llegaron desde Neuquén para alejarse del ruido. Ingresaron por la segunda entrada, por lo que caminaron bastante hasta encontrarse con el río. Los mates y las galletitas dejan atrás el cansancio. Además, de frente ven a las garzas en el agua.

Luego del descanso se puede retomar la caminata; son 3 kilómetros y medio de rambla asfaltada ideal para el uso de patines y bicicletas. Los niños pasean con sonrisas que les ocupan toda la cara.
De repente una liebre cruza el camino para el admiración de los visitantes, sobre todo de los más chicos. Es que este paseo quedó inmerso en la naturaleza, son muchas las especies que habitan el lugar, como garzas, perdices y nutrias.

"¡Vamos, vamos! Tenemos que llegar al arroyo", grita Ariadna, mientras le pone mucha garra a los rollers. La pequeña de 10 años, vecina de la ciudad, convoca a apurarse a su amiga, Rocío, de 13 años, quien vino a visitarla desde Rincón de los Sauces. Para las nenas, el lugar es maravilloso y si bien Ariadna dice que junto a su padre patina los 3,5 kilómetros de rambla, esta vez quería hacer la mitad para llegar a un brazo del río que está rodeado de árboles y al que le llaman selva ribereña.
El recorrido sigue, cada cual se pone sus propios objetivos, pero todos lo disfrutan.

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