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La Mañana

Un 24 de marzo muy particular

Los 40 años del fatídico 24 de marzo de 1976 llegan en circunstancias especiales para la Argentina, con un gobierno nacional en el que las políticas de derechos humanos dejaron de ser una cuestión de Estado pero donde todo indica que no se interferirá en la tarea de la Justicia, vinculada con la prosecución de los juicios por delitos de lesa humanidad.

Los 40 años del fatídico 24 de marzo de 1976 llegan en circunstancias especiales para la Argentina, con un gobierno nacional en el que las políticas de derechos humanos dejaron de ser una cuestión de Estado pero donde todo indica que no se interferirá en la tarea de la Justicia, vinculada con la prosecución de los juicios por delitos de lesa humanidad. A ello se suma una vista de Barack Obama que hace ruido, por la injerencia que Estados Unidos tuvo en su momento en los golpes militares que se dieron en Sudamérica durante la década del 70.

El aniversario del Golpe de Estado estuvo signado por la histórica visita del presidente Obama.

En cuanto a lo primero, el presidente Mauricio Macri representa a una derecha "aggiornada", que no puede otra cosa que cuestionar el accionar de la represión durante los años de plomo, como tampoco retroceder en lo ya avanzado respecto de la anulación de las leyes de impunidad que en otra época estos mismos sectores avalaron. Esa es una buena noticia que se debe, en gran parte, al accionar que durante estos 40 años encarnaron los organismos de derechos humanos, en especial las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo.

Respecto de lo otro, si bien no es lo mismo Obama que George Bush, como tampoco lo fueron en su momento Jimmy Carter y Ronald Reagan, Estados Unidos como país debe una real autocrítica y un reconocimiento del daño que causó al apoyar y financiar el derrocamiento de gobiernos democráticamente electos. De lo contrario, todo quedará en un gesto, positivo sí, pero que no será trascendente a la hora de recapitular la historia del continente.

En este contexto se conmemora hoy en el país el Día de la Memoria, que debe servir para decir, una vez más, y aunque suene reiterativo y trillado: Nunca Más.

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