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D´Elía: "La oposición es un cachivache"

El presidente de la Central de Movimientos Populares (CMP) reclama más apoyo y representación de parte del kirchnerismo, elogia a la Presidenta y dice que quiere ser diputado en 2011.

Por PAULA BISTAGNINO

La cita es en Pueyrredón 19. Allí, en el corazón de la zona comercial de Once, justo frente a la Plaza Miserere, está la sede de la Central de Movimientos Populares. Es un edificio de estilo europeo de principios del siglo pasado, pero derruido por años de abandono. Adentro, los 37 grados de sensación térmica de la calle parecen más. Luis D’Elía, presidente de la central desde hace dos años, llega casi tres horas más tarde de lo pautado, y no duda en pedir disculpas y dar explicaciones: tuvo que ir a comprarse una camisa porque la que tenía la enganchó y era impresentable. Luego el tránsito lo varó en el centro de Buenos Aires más de una hora. Con camisa nueva y ya en su oficina, rodeado de los retratos de Juan Domingo Perón, Evita y el padre Carlos Mugica, se relaja, y con buen humor se dispone a hablar de lo que sea. Incluso de sus objeciones al kirchnerismo: “La agenda que impuso es de un avance y acumulación fenomenales. Es el mejor gobierno  que hemos tenido desde el 55 hasta la fecha. Pero no se puede hacer el vino nuevo en odres viejos”, dispara, en dirección a la estructura del Partido Justicialista, quien es el líder del movimiento Federación Tierra y Vivienda (FTV) y uno de los máximos defensores de la era k.

¿Y cuál es el vino que a usted le interesaría hacer o que se haga?
A mí me interesan sobre todo cuatro reformas: la urbana, la agraria, la financiera y la del código minero. Además, quiero la profundización de la distribución de la renta nacional y de la riqueza. Ojo, porque muchos confunden riqueza con renta nacional. Son dos cosas distintas y quiero la distribución de las dos.

¿Cuál es su diagnóstico del problema habitacional en la Argentina?
El problema de la tierra en la Argentina se divide en tres grandes focos: el rural, el aborigen y el urbano. En el urbano, hay un déficit enorme producido por el hecho de que, desde hace muchísimos años, en las grandes urbes no hay loteos populares. El loteo popular es lo que permitía articular mercado y capacidad de ahorro de los trabajadores de las clases populares. A su vez, el Estado no tiene propuestas de creación de suelo urbano en gran escala, Entonces si la gente no encuentra solución en el mercado ni en el Estado, lamentablemente vienen las tomas.

¿Cree que las tomas en Villa Soldati y Lugano son genuinas?
-Siempre una operación está montada sobre algo genuino. Acá hay problemas concretos de déficit habitacional. Pero acá también hay una actuación en tándem del macri- duhaldismo, que genera un escenario de violencia, la izquierda boba que les hace el juego, y Clarín, que transmite en cadena nacional. El Estado debe resolver los problemas concretos primero, pero si llega tarde, cuando ya hay desmanes, debe intervenir con profesionalismo, esto es, desarmado, como lo hicieron ayer en Constitución, donde no hubo que lamentar ninguna víctima y se detuvo a quienes protagonizaron los desmanes.

¿Qué se debe hacer con las villas miseria?
Yo no hablo de villa porque esa es una concepción, que dejó de funcionar en el ´80, de cuando la gente se apilaba porque veía en la villa un lugar de transitoriedad hasta que conseguía empleo e iba a un loteo popular. Hoy los asentamientos se hacen respetando la trama urbana y son pasibles de regularización. No hay duda de que este es un problema nacional. Estamos hablando, sólo en el conurbano bonaerense, de mil asentamientos. Nadie puede hablar de políticas de seguridad serias si no se interviene directamente ahí. Pero no reprimiendo, si no dando el dominio de la tierra y creando infraestructura comunitaria y de servicios. Quien no entienda que esta es la forma de terminar con la pobreza está mirando otro canal.

Usted hablaba también de reforma agraria, ¿cómo sería?
Lo rural tiene hoy tres grandes focos por resolver: uno es en la Patagonia, entre Chos Malal, en Neuquén, y Los Antiguos, en Santa Cruz, donde hay 5 millones de hectáreas en manos de los gringos y en disputa con la población aborigen campesina. Hay que ver cómo resolverlo retomando algunos instrumentos de soberanía respecto de la propiedad de extranjeros. Por otro lado, hay un segundo gran problema: el chaco seco del centro del país, que va desde el norte de Córdoba, pasando por todo el monte santiagueño y que ocupa el este de Salta y el oeste del Chaco. Ahí hay otro conflicto muy serio, que es el conflicto campesino sojero. Los derechos ancestrales de los campesinos confrontan con el avance sojero de los grandes grupos, sobre todo de Rosario, Córdoba y Buenos Aires. Y el tercero es en el NEA, Corrientes y Misiones, donde hay grandes problemas de latifundio. Para empezar, necesitamos que el gobierno nacional sepa quiénes son los dueños de la tierra argentina, algo que hoy no se puede saber porque los registros de la propiedad provinciales, salvo cuatro o cinco, son obsoletos o directamente escandalosos, y no existe un registro federal.

¿Se debe poner un límite a la propiedad de tierras?
Por supuesto. Y hay un proyecto de ley que apoyo, que es el de Omar Plaini, diputado de la CGT, y que también es compartido por las viejas dirigencias agrarias. Dice básicamente que la propiedad de la tierra, en los lugares con cierta normalidad del suelo y del clima, no debería exceder más de las 5 mil hectáreas. Me parece que sería importante avanzar en esto. Hoy me enteré de un dato espantoso: el 80% de la población argentina vive en el 1% del territorio. Estamos totalmente hacinados. Tenemos un país, en materia demográfica, con una cabeza gigante y un cuerpo pequeño. Hay que crear un banco de tierras donde se reagrupe toda la tierra estatal y se le pueda dar una dimensión social, esto es, una redistribución. Y además, hay que avanzar también, además del dominio, en otras cuestiones como la calidad de vida, de hábitat y de medios de producción del campesinado. Tenemos que repensar la Argentina y recolonizarla, porque hay tierra para que todos  tengamos casa.

¿Por qué este Gobierno no avanzó en esto?
Hoy hay un déficit habitacional de 4 millones de viviendas, pero la política del gobierno ha sido la mejor en este sentido: se han construido 500 mil soluciones habitacionales en 7 años. Pero creo que en un país con 300 millones de hectáreas, de los cuales 150 son productivos, esto no es suficiente. Yo creo que esta es la agenda del próximo gobierno. Ojalá lo sea. No podemos tener este problema en la Argentina, que es el país de la tierra. Es lo del vino que te decía: no podemos pensar en hacer la reforma urbana y rural con (José) De la Sota o con (Daniel) Scioli. Es imposible pensar que esto puede estar en la cabeza de ellos.

¿Confía en que Cristina puede impulsar este cambio?
Yo sé que la compañera Presidenta está estudiando mucho el tema así que esperemos a ver qué respuestas da. Mi apoyo al gobierno, así como las diferencias, tiene que ver con ayudarlo a ir hacia ahí. Porque confío en que puede ir hacia ahí. Quien conduce el movimiento nacional y popular arbitra. La derecha tensiona, nosotros tensionamos y después hay uno que dirige el partido. Y la verdad es que el partido se dirige bastante para nuestro lado, así que estoy bastante conforme con eso.

¿Le preocupan las elecciones 2011?
No, para nada. Creo que Cristina, que es la única que puede garantizar la continuidad, va a ser presidenta y va a llevar adelante un excelente tercer gobierno kirchnerista. Es una mujer talentosa, brillante, de una enorme capacidad y que se merece estar donde está. A mí me preocupa 2015. No quisiera que todo este proceso nacional, popular y profundamente transformador, sea heredado por neoliberales como Scioli, (Sergio) Massa, (Carlos) Reutemann, (Francisco) De Narváez o (Mauricio) Macri. Eso me preocupa.

¿Esos son sus enemigos políticos hoy?
Yo no tengo enemigos, yo señalo situaciones. Yo creo que el poder real en este país no sale en los diarios ni  en la televisión. El poder real es el poder económico, que siempre tiene marionetas, títeres de superficie, que hablan por ellos. Los que te nombré expresan el poder económico pero no son el poder. Yo no lucho contra ellos, yo lucho contra el verdadero poder económico: la SRA (Sociedad Rural Argentina), AEA (Asociación Empresaria Argentina), la Embajada americana… Si sirvió para algo lo de Wikileaks es para saber que las embajadas americanas en el mundo no sólo hacen diplomacia y negocios, sino también inteligencia.

¿Cómo ve a la oposición de cara a 2011?
Mal. La oposición es un cachivache. No encontrás a uno que pueda decir algo sensato. Ni siquiera es la derecha de otros tiempos, que supo tener tipo talentosos. Por ejemplo (Álvaro) Alsogaray, en mis antípodas totales, pero un tipo con un alto grado de formación técnica y política. Hoy son lamentables.

¿Y la izquierda?
También: errática, consignista y gorila. Algunos que fueron compañeros míos hoy están con Pino (Solanas). Pero que Pino tenga hoy tanto espacio en Clarín y en los medios de la comunicación hegemónica, a mí me hace acordar a un viejo formador que tuve, Norberto Barber, que venía del PC y yo lo tuve en el peronismo, que contaba una anécdota de un marxista alemán, (August) Bebel, y decía: ¿Qué te pasa Bebel que hasta la burguesía te aplaude? Cuando la burguesía te aplaude, algo está fallando…

¿Y usted va a ser candidato en 2011?
Yo fui el único dirigente social del kirchnerismo que era diputado antes de que llegara Néstor Kirchner. Pero llegó él y no pude ser más nada. Siempre había algún problema conmigo. Esta vez estoy dispuesto a jugar a fondo para ser diputado nacional.

¿Por qué cree que siempre hay problemas con usted?
La política argentina es muy gatoparda, muy hipócrita, muy careta. Y yo no correspondo con los cánones de la política tradicional nuestra. Es más, para muchos, ser sincero es ser pelotudo. Yo no creo que los pueblos se merezcan ese tipo de políticos.

¿Esa honestidad fue la que lo llevó a ser acusado de antisemita por su reiterado apoyo a Irán?
Yo soy antisionista y soy un enemigo visceral del actual gobierno del Estado de Israel, que es la ultraderecha nazi. Yo estoy en contra de esos tipos y lo digo. Ahora, si decir esto es ser antisemita, la verdad es que me parece un disparate. La izquierda judía en la Argentina tiene una historia ejemplar y no entiendo por qué se tienen que ver involucrados en esto que yo digo.

También ha tenido otras frases polémicas como que la sociedad está dividida entre blancos y negros.
No lo digo yo. De (Franz) Fanon para acá, muchos han sostenido esto. Blancos y negros es una categoría sociológica y política, que no se corresponde con el color de piel. Yo conozco a muchos negros que son blancos y al revés. Normalmente un blanco es extranjerizante, elitista, tiene una versión conservadora liberal de la historia y quiere ser lo que no es. Entra en el tipo que Paulo Freire –pedagogo brasileño- describe como aquel que imita las conductas del opresor. Y el negro es el latinoamericanista, el nacional y popular. Esa es para mí la división central de la sociedad.

¿Con qué otros procesos latinoamericanos se identifica?
Con ninguno. Yo no miro hacia afuera. Yo siempre busco en nuestra propia historia y en lo que nosotros somos capaces. Viste cuando el de derecha te pregunta: ¿A usted le gustaría ser como Cuba? -lo imita en tono burlón-. No, yo quiero ser como el gran país que alguna vez fuimos, como con Perón o antes con Hipólito Yrigoyen. Yo soy un gran lector de nuestra historia, e inclusive te diría que la Generación del 80, a pesar de las barbaridades que hizo con los aborígenes, fundó un Estado Nacional fuerte. Tuvimos maravillosos momentos de inclusión y hasta algunos de la derecha hicieron grandes cosas. Como (Domingo) Sarmiento, con quien confronto en casi todo, pero le puede rescatar la escuela pública.

¿Qué le falta a la Argentina de hoy para ser más inclusiva? Usted ha dicho que el kirchnerismo aún no comprende la importancia y representación de los movimientos sociales.
Al kirchnerismo le cuesta mucho debatir los ’90. Pero en algún momento lo va a tener que hacer. Porque si uno saca malas conclusiones de los ‘90 se va a equivocar. Por ejemplo, si vos concebís el pacto social en la era post noventa sólo con la CGT y la CTA, te equivocás. Porque eso sólo representa al 37% de la clase obrera. El resto no está afiliado a nada y está en la más absoluta de las informalidades económicas. Y aunque se haga trabajo registrado, eso no vence la informalidad. Por lo tanto, cuando vos tenés un país en el que el 60% de la clase obrera no está representada por nadie, no te queda otra que entender, primero, que ahí los movimientos sociales tenemos un papel importante que jugar y, segundo, que necesitamos más y mejores formas de representación.

¿Por qué cree que no lo comprende?
Porque no termina de entender que somos el sujeto más dinámico de la clase. O le da temor. Porque los que encabezamos la lucha contra el neoliberalismo conservador fuimos nosotros. Pero ya lo van a comprender porque seguimos creciendo, incluso a pesar de un gobierno desconfía de nosotros.

¿Cómo se lleva con Hugo Moyano?
Me llevo bien, es un gran compañero y un gran amigo. Con él compartimos toda la lucha contra el menemato: la Marcha Federal, los siete palos al menemismo y la marcha grande por la vida. Nada de eso se hubiera podido hacer si no fuera por Moyano. Hay muchos que se olvidan de eso y no está bien.

Pero usted, como un luchador de la democracia sindical, ¿está de acuerdo con la forma de manejar…?
(Interrumpe) Yo no me meto con la forma de manejar de otros… Cada chancho en su chiquero y cada lechón en su teta. Yo lo que digo es libertad y democracia sindical para todo el mundo. Es la única manera de acabar con el unicato en el mercado y con las dirigencias amarillas del sistema gremial.
¿Le molesta que lo llamen piquetero?
Es una forma de estigmatización que fabrican los medios hegemónicos. Es como si a un dirigente sindical le dijeras “huelguero”. En todo caso, el piquete o la huelga son instrumentos de lucha de la clase obrera y como tales serán eternamente válidos, aunque los quieran estigmatizar.

¿Cuál es su núcleo ideológico?
Yo soy nacionalista popular revolucionario. Vengo de un hogar de laburantes y muy peronista. Mi viejo era un trabajador de la energía y mi mamá cosía en mi casa. Mi abuelo era español y era republicano-anarquista. Y mi formación fue en la teología de la liberación. Eso cuando era joven era un problema porque para los de derecha yo era de izquierda y para los de izquierda de derecha (se ríe). Pero después lo superé.

Se lo ve y se lo escucha mucho más tranquilo y reflexivo que en otros tiempos, ¿a qué se debe?
Una cosa es el personaje que crearon los medios de mí y otra soy yo. Yo soy así, como me ve, un tipo tranquilo.

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