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La Mañana Historia

Desde el trabajo artesanal, a la edición home office: 30 años de periodismo gráfico en Neuquén

Se cumplen 17 años del relanzamiento de LM Neuquén, en aquellas épocas todavía conocido como La Mañana del Sur. Una breve historia de cómo se editaban los diarios en la provincia cuando no existían internet ni tampoco la telefonía celular.

POR ALFREDO ENRIQUE - [email protected]

En 1990 funcionaba, en el actual edificio de LM Neuquén de calle Fotheringham, El Diario del Neuquén que cerraría casi dos años más tarde para dar lugar a La Mañana del Sur. La historia moderna del periodismo gráfico de esta provincia no va mucho más atrás, apenas si podríamos citar El Neuquén de Abel Chaneton en épocas territoriales, y el Sur Argentino en la provincia ya institucionalizada, como dos de los antecedentes más importantes.

Empecé a trabajar en El Diario apenas unos meses antes del Mundial de Italia en 1990. Por entonces, Ricardo Galazzo, actual redactor de la Sección Deportes de LM Neuquén (único sobreviviente de aquellas época junto con el autor de esta nota en la actual Redacción) tenía que hacer malabares para enviar sus crónicas de los partidos de la selección de Bilardo vía fax. Y, cuando el aparato que teníamos en el diario no estaba en condiciones de recibir el material, el colega lo mandaba a un fax que nos prestaba el EPEN, cuyo edificio se encuentra donde funciona actualmente en Belgrano y Rioja.

En la redacción ya teníamos las primeras PC para escribir. Pero eran apenas dos o tres y nos turnábamos para usarlas. Para acentuar una palabra teníamos que apretar hasta tres teclas al mismo tiempo. Y ni hablar para configurar las fuentes de la tipografía. Como un piloto de avión, debíamos seguir un protocolo casi imposible de memorizar.

Si las máquinas estaban ocupadas, había que darle a las legendarias Olivetti Lexicon 80, o a las Remington de cascarón celeste. Escribíamos las crónicas en papel y luego había que entregárselas a las tipeadoras que utilizaban unas computadoras de pantallas gigantes, similares a las que se usaban en los mostradores de las oficinas de Aerolíneas Argentinas o LADE para imprimir los pasajes en la década del 90.

No existían las redes informáticas. Estaban dando sus primeros pasos en Neuquén. Teníamos que utilizar diskettes de 3 y medio para grabar las notas y así sucesivamente ocurría en fotocomposición donde se armaban las páginas que los diagramadores dibujaban con reglas, escuadras y calculadoras en tableros como los que utilizan los arquitectos para confeccionar los planos.

El trabajo era muy artesanal. Y el periodismo también lo era.

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Las fuentes de información estaban en la calle. Había que salir a patear porque en la redacción de El Diario había un solo teléfono disponible y el cupo de llamadas casi siempre era limitado. No existía la telefonía celular y mucho menos internet.

Las noticias nacionales y del exterior eran recibidas en teletipos. Los cables de la agencia nacional Télam entraban a través de una línea telefónica fruto de un acuerdo que tenía con la entonces prestadora del servicio, Entel. El material se imprimía en una teletipo que tenía un rollo de papel, parecido al formato de las máquinas de fax. Si, por descuido olvidábamos reponerlo se perdía todo el material.

La agencia Noticias Argentinas, en cambio, transmitía a través de una onda de radio. Era la vieja Banda Lateral Única (BLU), la misma que utilizan los radioaficionados, pero en otras frecuencias. El material ingresaba por una antena y desde allí vía coaxil a un receptor que decodificaba la señal y la imprimía en una teletipo. Pero como estábamos muy lejos de Buenos Aires, casi siempre el material ingresaba “mutilado” así le decíamos. Si las condiciones de propagación atmosférica eran malas, directamente, el material era ilegible. Aun así los reconstruíamos y los reescribíamos. Esta tarea se denominaba “picar” cables.

La recepción de imágenes para ilustrar las notas nacionales era a través de un sistema parecido llamado radiofoto. La mayoría de las veces, eran impublicables.

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Hacer un diario impreso era una aventura. Y requería tal vez el doble de tiempo de lo que sucede ahora.

En 1992, una tarde fuimos a hacer la edición del día y nos encontramos con las puertas del diario cerradas. Lo habían liquidado. El certificado de defunción de El Diario se veía venir. Pero esa es otra historia que merece un relato en otra ocasión.

En aquella redacción conocí a periodistas ahora muy famosos como el escritor Jorge Fernández Díaz. “El Gallego”, estaba a cargo de la sección política luego de haber ejercido como jefe.

Tras el cierre de El Diario llegó La Mañana del Sur, un emprendimiento del extinto Julio A. Ramos, también fundador de Ámbito Financiero.

Desde entonces, los avances de la tecnología llegaron para hacernos los trabajos más fáciles, entre ellos la telefonía móvil y computadoras modernas. Si bien los aparatos de aquella época inaugural eran escasos, al menos nos permitía contactar con algunas fuentes que también eran usuarios del servicio.

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Por aquellos días, tener un equipo móvil era caro y restrictivo. Pero ya era un avance.

Para los archivos de los medios impresos en Neuquén, La Mañana del Sur quedará para la historia cuando incorporó el color en su tapa y en algunas páginas de su edición. Julio Ramos se resistía a dar el salto al color, decía que, en blanco y negro, tenía un romanticismo propio.

Durante la etapa fundacional pasaron por la Redacción periodistas que trabajaban para Ámbito Financiero, pero que no eran tan conocidos como ahora: Carlos Pagni, Ignacio Zuleta, Willy Kohan y Chiche Gelblum, entre otros. Los periodistas locales aprendimos mucho de ellos, incluso de lo que en periodismo no hay que hacer.

Como sucede ahora, no había sobreinformación. Incluso cuando apareció Internet, estar donde ocurría la información era imprescindible. El desarrollo de los soportes digitales cambió decididamente el modo de acceder a información y supuso también para los periodistas que nos fogueamos en aquellas épocas cambios sustanciales.

Ramos fue un precursor de la impresión vía satélite de diarios en papel en Argentina. En el edificio de Fotheringham, en una dependencia cercana a la redacción, se instaló el equipamiento receptor donde se obtenía la edición de Ámbito que se imprimía en Neuquén al mismo tiempo que la planta de ese diario en La Boca. Luego de Ámbito, en las rotativas se imprimía el diario Crónica, propiedad de un amigo de Ramos, Héctor Ricardo García.

Con la consolidación de LM Neuquén como medio gráfico de nuestra provincia, también vino a caballo su edición web y con ella nuevos lenguajes que se adaparon a los requerimientos actuales.

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Los periodistas más “viejos” de la redacción en la cual, además del legendario Richard Galasso, se encuentran unos pocos cincuentones como Mario Cipittelli (verdadero NyC periodístico y fuente viva de la historia local) y Pablo Montanaro, quien se incorporó a la Redacción más recientemente.

No somos muchos los sobrevivientes de aquellas épocas en la que en Neuquén no existían las multitrochas de las rutas 22 y la 7, tampoco grandes edificios en altura ,tampoco los hipermercados, o shoppings y casi toda la ciudad era de calles de tierra donde los días de viento verdaderamente pintaban una postal increíble para quienes vinimos de otras latitudes a trabajar aquí.

La pandemia de coronavirus nos encuentra a la mayoría de los editores más viejos trabajando desde casa. Increíblemente, incluso, somos considerados “grupo de riesgo” como si el periodismo no lo fuese desde siempre. En aquellas épocas que parecen tan lejanas, hablar de home office o teletrabajo era inimaginables.

Este aniversario del renacimiento de LM Neuquén en marzo, nos encuentra haciendo el diario impreso desde casa, algo nostálgicos de aquellos años que no parecen tantos, pero siempre adaptándonos a donde nos lleva este oficio inexhorablemente impredecible.

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