El atentado a la Embajada israelí, hace 31 años, marcó el inicio de una época también para el periodismo.
Un día como ayer (viernes), pero hace 31 años, el recién nacido diario La Mañana del Sur tuvo su bautismo de fuego periodístico con el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires. Entonces, hacer periodismo gráfico era una rutina casi artesanal si se lo compara con los medios tecnológicos actuales; y tal vez más para un pequeño grupo de redactores que editábamos la sección Nacionales del diario, fundado por Julio A. Ramos.
Al momento en el que estalló la bomba (14:47 horas), la redacción de la calle Fotheringham recién espabilaba de la modorra del mediodía neuquino, donde la siesta se terminaba de moldear a las 15 con la salida del trabajo de los empleados públicos.
El pasmo que embargó a quienes llegábamos a nuestros puestos de trabajo duró un tris. Los primeros flashes del ataque terrorista, sin embargo, no dejaban lugar a duda de que se trataba de algo gravísimo.
Las limitaciones de recursos con las que se contaba entonces eran significativas, especialmente en el acceso a fotografías de calidad que aun la edición papel en blanco y negro de la época requería.
La apoyatura del diario Ámbito Financiero, del mismo grupo de medios, fue vital para conseguir una de las ediciones más exigentes que llegarían al otro día a los lectores de una región en la cual los matutinos porteños aterrizaban en un vuelo de Aerolíneas Argentinas cerca del mediodía.
La historia de este trágico episodio es bien conocida: aún permanece impune, sin condenados, y una causa que estuvo a la deriva como reflejo de lo que devendría el Poder Judicial de Argentina que, como el de estos días, parece en otra sintonía en hechos no menos graves o dolorosos.
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