El clima en Neuquén

icon
18° Temp
55% Hum
La Mañana Guerra en Ucrania

El voluntario cipoleño en la guerra: desgarrador testimonio y emotivas historias

Desde Polonia, al límite con Ucrania, Gonzalo cuenta a LMC su increíble experiencia y admirable labor humanitaria con los refugiados.

“Apenas llegue a Cipolletti me ‘saco’ el apodo de Ruso. Me da mucha bronca cuando veo a personas inocentes sufrir así… No juzgo a nadie, cada cuál tendrá sus razones. Pero la gente siempre está en el medio. Cuando ves nenes, familias, como las veo yo acá decís ‘esto es una mierda’, por tres tipos locos de arriba que hacen boludeces, la gente está en el medio sufriendo…”.

Gonzalo Fadelli es un estimado odontólogo cipoleño que siempre se caracterizó por colaborar con causas nobles en nuestra ciudad y que ahora trasladó ese espíritu solidario nada menos que a la zona de guerra rusa-ucraniana, donde se desempeña como voluntario.

Desde allí, mientras no para de recibir y despedir refugiados, accede a brindar un impactante testimonio a LM Cipolletti sobre una experiencia que lo marcará a fuego, la más fuerte que le tocó vivir en sus 50 años.

“Estoy en Przemyl, Polonia, a 10 kilómetros del límite con Ucrania. Paro en un hotel enfrente de la estación donde pasa todo. Es el nudo de los trenes que van a Kiev y Leópolis, que está a 60 ó 70 km y donde Zelenski, el presidente ucraniano, se reúne con los primeros ministros. Es una ciudad segura, le decía eso a mi mamá para que se quede tranquila. Por eso traen acá a los inmigrantes que huyen de la guerra”, contextualiza en una tregua que le otorga su infatigable tarea y tras aclarar que su misión es “solo humanitaria, acá no hay ninguna otra motivación”.

image.png

Respecto a cómo suele ser un día suyo en esa caliente zona, explica: “Se trabaja a full con gente que va y viene. Recibimos a los que quieren escapar y a los que se cansaron y se vuelven a su país pese a los riesgos, como esa señora que regresaba a Odesa, una de las ciudades ucranianas que más destruyeron, muy judía. Le pregunté por qué lo hacía y me dijo que estaba cansada de dar vueltas, que prefiere morirse, que ya no tenía sentido... Me partió el alma, lo mismo que una compañera que vive en Estados Unidos y es descendiente de ucranianos y al contarme que su abuela se quiso quedar en Kiev se largó a llorar. O esa mujer que me dijo entre lágrimas ‘ojalá que sea la última vez que pise este suelo”, revela emocionado.

image.png

Al ahondar en detalles sobre su labor, agrega: “Llevo gente a la frontera en colectivo, cruzan para el otro lado y traigo gente de allá para la estación. Se arma una cola impresionante, para hacer 10 km tardé 1 hora y media el otro día. También cargo las valijas sin parar, me acercó a ver qué hace falta. Voy vengo, no tengo horarios. Dentro de la estación hay oficinas, camas, anoche fui y había chicos despiertos con las madres durmiendo. Entonces se los entretiene, se les da de comer, de tomar algo…”.

Esos pequeños que, en una frecuente y conmovedora imagen, llegan cargados de equipaje con sus progenitoras pues “Los hombres de entre 18 y 60 años no pueden salir de Ucrania, se tienen que quedar por si lo llaman a combatir”.

Gonzalo llegó hace más de 10 días y tiene aún una semana por delante en su encomiable ayuda. “El chico que supervisa me dice que necesitan recambio, es cansador físicamente y mentalmente, todos los días lo mismo… No hay ascensores, es subir escaleras con bolsos pesadísimos todo el tiempo. Eso te mata pero acá no te podés quejar después de los dramas que se ven, esto es mínimo… Baja mucho la temperatura pero no hay frío, ni dolor, ni cansancio que valga, cómo te vas a quejar de eso frente a este escenario”, reflexiona con sentido común y sensibilidad.

Voluntario cipoleño en la guerra.mp4

El idioma suma otra complicación pues “acá no habla nadie inglés y lo mío tampoco es un lujo. Tienen ese idioma tan duro, que parece que te están retando u ordenando algo cuando hablan. Son parcos, pero buenos”.

En ese contexto, recuerda una situación triste y desesperante en la que asistió a una joven “que podía ser mi hija y tenía discapacidad auditiva y problemas con el habla. Se iba para Kiev, así que fue todo con señas, pero pude darle una mano”.

Recalca que en medio del sufrimiento, las personas no dejan de ser agradecidas. “Todos te quieren dar algo cuando les cargás las valijas, una señora como no le aceptaba dinero me dejó una crucecita de regalo”.

image.png

Describe a Przemyl como una “ciudad gris, que se quedó en el tiempo. Son ciudades de 1 millón de habitantes, pero no han evolucionado. Y la gente, por todo lo que vivió, es desconfiada, por eso también y por los controles me limito con las fotos y los videos porque no les gusta”.

image.png

Destaca, a la vez, el espíritu nacionalista de los ucranianos. “Son guerreros, quieren ir a pelear. Algunas chicas no dejan que les suba la valija, dicen que son fuertes y que quieren volverse a defender a su país. La gente igual ya está un poco más distendida”, indica el Ruso, que entre tantos controles militares puede moverse con libertad incluso por la zona de migraciones por un permiso que le concedió el ejército polaco, sumado a que posee el pasaporte europeo.

image.png

El apoyo familiar

Gonzalo encaró solo esta increíble aventura pero tiene detrás el apoyo de toda una familia: “Agradecerle a mi esposa, mis 3 hijos, mi mamá, mis hermanos. Mi familia tiene Farmacia en Cipo. Nadie se opuso a mi viaje, mi mamá estaba un poco asustada y mi señora se puso la 10 y me entendió enseguida. No es fácil venir, me banqué todo yo, por suerte pude hacerlo. Vine a España y de ahí para acá, quería también conocer campos de concentración”.

Por último, en una demostración de bajo perfil, asegura: “Hay mucha gente de allá, de Cipo, que si hubiera podido hubiera venido. No es que soy un superhéroe, eso que quede claro”.

image.png

Te puede interesar...

Lo más leído

Leé más

Noticias relacionadas

Dejá tu comentario