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Estacioneros versus las tarjetas, una historia de dependencia y odios

El comercio en general choca contra los dueños de los resortes financieros. Los que venden nafta tienen márgenes de renta por la actividad más acotados que otros.

El tironeo ente los dueños de las estaciones de servicio y las administradoras de las tarjetas de créditos es de vieja data, pero cada tanto genera hechos mediáticos de impacto, como en los últimos días cuando los estacioneros amenazaron con dejar de vender combustibles con los plásticos financieros, pero sin concretar la advertencia en la práctica.

La amenaza con el fin de la atención con tarjetas de crédito se repite desde la reconfiguración del sistema financiero después del crack del 2001/02. En ocasiones es más intensa. En los últimos días, se hizo una bola con presunta caducidad de las tarjetas como medios de pago de los combustibles. "Yo no sé de dónde salió que a partir del primero de febrero íbamos a cortar las tarjetas de crédito", espetó Marcelo Pirri, el presidente de la Cámara de Estacioneros del Alto Valle, en la radio Cadena Uno.

"Quiero dejar en claro que por el momento todas las estaciones de servicio están recibiendo tarjetas de crédito", aclaró Pirri frente a un comunicado oficial de YPF ratificando que en su red de estaciones de servicios las tarjetas de crédito tenían plena aceptación. La petrolera estatal vende más de la mitad del combustible del país. En Neuquén su incidencia es mayor aún.

Si YPF recibe crédito y el resto no, las estaciones que no están pintadas con los colores azul y blanco de la petrolera nacional tendrían problemas para vender, en casi todos los casos. La amenaza de los estacioneros está relacionada con el margen acotado que tiene la comercialización de combustibles.

El conflicto tiene dos raíces: la comisión que cobran las tarjetas de crédito y los plazos que se toman sus administradoras para liquidar los pagos a los expendedores de nafta.

La diferencia entre los precios al público y los mayoristas en los combustibles es de entre el 8 y el 9 por ciento. Es decir, una venta de 10 mil pesos de combustible le deja a la estación unos 900 pesos, pero si la transacción minorista se hace con tarjeta de crédito el comerciante cede 150 pesos de aquellos 900 a la administradora del plástico del cliente. La comisión es del 1,5 por ciento de la venta total, pero llega a casi el 20 por ciento de la remarcación entre la compra y la venta de los productos.

El otro filón del conflicto está dado por los plazos de pago de las tarjetas a los estacioneros. "Nosotros venimos pagando el combustible al contado hace ocho años y las tarjetas nos liquidan a los 21 días", describió el presidente de la Cámara del Alto Valle. La inflación agrava la situación, porque el costo del financiamiento del plazo que se toman las administradoras de las tarjetas en pagar a los estacioneros se come la renta de la operación. Ni más ni menos, según el sector.

Los dueños de las estaciones de servicio no ponen los precios al público ni los precios mayoristas. Salvo que no tengan competencia en su zona y estén despojados de compromisos con alguna de las banderas que dominan el mercado. "El tremendo control de precios que existe perjudica la renta", se quejó Pirri.

El 9 de febrero están convocados los representantes de las cámaras que conforman la Confederación de Entidades del Comercio de Hidrocarburos y Afines (Cecha), entre las que milita la entidad de los estacioneros del Alto Valle. "Ese día vamos a ver qué se decide, pero por lo pronto nosotros no pretendemos hacer un corte generalizado de las tarjetas", advirtió Pirri, quien estará en el cónclave nacional de los empresarios del comercio de combustibles.

La salvación de los anexos

La contracción de la rentabilidad de la comercialización minorista de combustibles es de larga data, como el conflicto con las tarjetas de crédito. A su vez, el modelo de negocios de las estaciones de servicios fue quitándose dependencia de los vaivenes de las ventas de combustibles con precios regulados.

Otros sectores comerciales y los negocios inmobiliarios florecieron en torno a los surtidores para fortalecer la rentabilidad de los estacioneros. Las comisiones y los plazos de pago de las tarjetas de crédito en el comercio de combustibles se acotaron respecto a viejos tiempos, pero también hubo movimientos en el mismo sentido de los márgenes de ganancia en los surtidores.

Hay decenas de proyectos que transitaron por algunos cajones y salas de comisiones parlamentarias que tenían el fin de regular la relación del sector financiero con el del comercio de combustibles. Todo el comercio tiene conflictos con el sector financiero, pero cuanto más acotada es la renta del sector más graves son las implicancias del conflicto.

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