El 20 de marzo de 2020 se decretó la cuarentena. ¿Cómo se vivió la pandemia en Neuquén? ¿Cómo nos cambió? Recuerdos tristes que hoy parecen muy lejanos.
Fue el día que los silencios ganaron las calles y que lo ruidos quedaron encerrados igual que las personas. Fue el día que nos dijeron que el mundo estaba cambiando, que acechaba algo aterrador y a la vez desconocido. Fue el día que lo real se volvió virtual que las charlas dejaron de darse cara a cara, que los abrazos y los besos se reemplazaron por emoticones y dibujitos a través de los teléfonos celulares y que, como pocas veces en la historia, la ansiedad y el miedo dominaron por completo a la humanidad.
El 20 de marzo de 2020 el presidente Alberto Fernández decretaba la cuarentena obligatoria en la República Argentina por la pandemia del Covid19, que de manera rápida y peligrosa comenzaba a traspasar fronteras y a cobrarse miles de vidas a su paso.
En nuestro país, la película de terror venía con delay, porque todos sabíamos que lo que había ocurrido en China y en Europa, también lo sufriríamos nosotros, pese a la opinión de incrédulos y a los contradictorios diagnósticos (justificables) que hacían los especialistas frente a un virus que recién empezaba a estudiarse y del que se conocía poco y nada.
¿Cómo se transmite? ¿Circula por el aire? ¿Es contagioso al tacto? ¿Quiénes son los más vulnerables?
El anuncio de la cuarentena se hizo el lunes 20. Se dijo en aquel momento que se extendería hasta el 31 de marzo. Al día siguiente el país se paralizó.
En Neuquén la circulación quedó restringida al mínimo, se modificaron los horarios para los comercios, se impusieron reglas para que los consumidores pudieran hacer las compras dependiendo del número de terminación del DNI, comenzamos a conocer palabras nuevas como “tapabocas” “aforo”, “take away”, “Zoom”, “PCR”, “Home office”. Y también empezamos a implementar técnicas de higiene que desde siempre estaban recomendadas, pero que poca importancia le dábamos. ¿Cuántas veces nos lavamos las manos por día a partir del comienzo de aquella pesadilla? ¿Cuántas veces pasamos los trapos de piso con lavandina o desinfectantes?
Todo parecía exagerado hasta que los contagios comenzaron a multiplicarse. Ese 20 de marzo se confirmó el primer caso de COVID en la provincia. Una semana después Neuquén tenía su primera víctima fatal.
La cuarentena se extendió una y otra vez. Quienes podíamos salir a la calle deberíamos tener un permiso por “trabajo esencial”, un privilegio que en el fondo también encerraba el riesgo de contraer una enfermedad que al principio afectaba a las personas ancianas o a los pacientes de riesgo, pero que con el tiempo comenzó a matar más de lo esperado.
Tres meses después del comienzo de la cuarentena, Neuquén ya sumaba 280 contagios y 8 muertes. En poco tiempo las cifras se dispararían hasta valores aterradores.
Hubo un alivio con la llegada de las primeras vacunas a fines de ese año, aunque solo estarían destinadas a personal de Salud, mayores de 60 años y personas en riesgo, también se renovó la esperanza cuando parecía que se terminaba la enfermedad. Pero fue una primera ola y después llegaría otra y otra.
Durante los dos primeros años vivimos con miedo porque los contagios y las muertes ya alcanzaban a amigos, conocidos y familiares, mientras comenzábamos a modificar conductas y nos sorprendíamos de los que cambios que se registraban en nuestro entorno.
Aplaudimos a médicos y enfermeros desde las ventanas a una hora determinada como suerte de reconocimiento por el trabajo titánico que hacían, nos maravillamos al ver cómo los animales invadían los espacios públicos ante la ausencia de los humanos, aprendimos a manejar las herramientas del teletrabajo y vimos con tristeza el cierre de comercios y empresas que no sobrevivieron a la cuarentena.
Mirar al mundo desde las ventanas, mantener nuestras relaciones amistosas y familiares a través del teléfono, estudiar a través de la web, tratar de buscar información en los medios de comunicación de acá y allá para calmar nuestra ansiedad por saber cuándo estaríamos realmente a salvo. ¿Qué no hicimos durante el encierro por el Covid?
Más allá de las flexibilizaciones que tuvo y los avances en las campañas de vacunación, la cuarentena pareció eterna. Y en ese largo período de días aciagos también hubo tiempo para preguntamos cuál sería el saldo de muertes que dejaría la enfermedad, si había riesgo de que apareciera otro virus tan temible y cómo volvería a funcionar el mundo tras esta peste global. ¿Cambiaría? ¿Sería más solidario y pacífico después de semejante pesadilla?
A tres años del comienzo de la cuarentena y ya prácticamente liberados del Covid, todas esas preguntas tienen respuestas.
La pandemia en Neuquén contagió a más de 180.000 personas y se llevó 2586 vidas. En el comienzo de este año apareció un nuevo virus relacionado con las aves que –según los científicos-, por ahora y mientras no mute en algo peligroso, podrá convivir con los humanos.
El mundo no cambió ni se volvió más bueno o más justo. Ya olvidado del horror, sigue su ritmo vertiginoso, con sus problemas recurrentes y las amenazas autodestructivas de siempre.
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