Raúl Mercado formó parte del reconocido grupo Los Andariegos. Perseguido por la dictadura se exilió en Francia, donde tocó en los mismos escenarios que The Beatles y con las principales estrellas de la música popular y del jazz. Hoy a los 88 años, vive en el barrio Jardines del Rey.
“A esta hora exactamente hay un niño en la calle, hay un niño en la calle” cantaba Mercedes Sosa y era capaz de ponerle la piel de gallina a cualquiera. Este himno a la protesta se llama “Canción para un niño en la calle” y es de Los Andariegos, un grupo musical mendocino que revolucionó el folclore nacional y del que sólo queda un integrante vivo: Raúl Mercado; quien a esta hora exactamente, en una casa del barrio Jardines del Rey de Neuquén, a sus 88 años, sentado en una silla mecedora y con los ojos cerrados dice que “estoy completamente inútil. Estoy ciego y no puedo hacer música, que es mi pasión”. Es cierto, Raúl Mercado ya no puede ver, pero sí puede recordar. Y además de contar con una memoria envidiable, tiene una historia espectacular: la de un artista que recorrió los cinco continentes con su voz y su quena; la de un cantor que prefirió exiliarse antes que callarse, la de un hombre que se separó de su familia creyendo que era por un tiempo corto y que volvió a encontrarse recién después de 35 años; la de un andariego que hasta no hace mucho vivió en una aventura permanente; y la de un músico autodidacta que compartió escenario y anécdotas con los principales exponentes del arte y de la música popular.
Esta historia comienza en 1934, en La Rioja; lugar en el que nace el pequeño Raúl Mercado.
Y sigue en Córdoba, donde se cría junto a su madre, abuelos y tíos. Todavía no cumplió 11 años y de manera autodidacta ya toca la quena, la guitarra y el charango. El niño es un melómano, fanático de Los Hermanos Ábalos, pero también de la música clásica, principalmente de Bach. Su familia lo alienta a seguir por este camino, y él aprovecha para cantar en cada acto escolar, en cada fiesta. Canta y toca. Es lo que más le gusta hacer en la vida. Conforma un grupo, Los Chayeros, con los que se presenta en un festival en la ciudad de Olivares, donde esa noche cerrarán Los Andariegos, que a esta altura ya forman parte de la escena folclórica nacional, y que están buscando sumar una nueva voz a su grupo. “En ese festival escucharon lo que hacía y me invitaron a incorporarme para reemplazar a Pedro Cladera, que por entonces comenzaba su carrera solista con el nombre de Chacho Santa Cruz. Yo estaba chochísimo de la vida”, recuerda ahora Mercado.
La oferta no pudo haber caído en un mejor momento. Eran tiempos en los que se preparaba para ser padre por primera vez, y en los que necesitaba trabajar. Así, casi de manera azarosa, Mercado comenzó a presentarse con Los Andariegos y terminó haciendo un carrerón: grabó más de quince discos, Mercedes Sosa cantó temas suyos (La Trunca Norte o Hacia el Surco); y compuso un sinfín de canciones exitosísimas junto a Cacho Ritro, temas que sonaban en Radio Splendid, y que eran presentadas por el locutor Julio Mahárbiz. “Hicimos mucha amistad con Mercedes, al punto que la acompañamos en dos giras a Japón, en la que éramos parte de su show”, evoca Mercado sobre aquellos viajes en los que los nipones lo trataban como a una estrella de rock, con carteles y gritos. “Los japoneses son muy fanáticos del folclore y del tango”, agrega.
Esta hermandad con la Negra no sólo se forjó desde lo musical, sino principalmente a partir de una misma forma de entender el mundo, en un contexto en Argentina de plena dictadura militar. Por sus canciones latinoamericanistas y con fuerte contenido social, Los Andariegos fueron señalados y Raúl Mercado tuvo que exiliarse en Francia. En 1979 se despidió de su esposa y de sus tres hijos pensando que era algo temporario, sin imaginarse que iba a quedarse a vivir allí hasta el año 2015. “Sabíamos la música que hacíamos y el momento en el que la hacíamos, pero nunca esperamos que pudiese llegar a tener consecuencias tan graves”, cuenta ahora este músico que tiene una decena de discos grabados como solista, en los que en la mayoría toca la quena.
La música, ese lenguaje universal
Más allá de las lamentables circunstancias que lo llevaron a emigrar, lo cierto es que París lo recibió de la mejor manera. No sólo porque allí abundaron las ofertas laborales, sino también por las amistades que entabló con Atahualpa Yupanqui o Astor Piazzolla: “en Francia hubo muchos amigos y muchas relaciones que me ayudaron a pudiera hacer una carrera allá”, dice ahora Mercado en relación a personas como Jairo, que en el disco “Criollo” canta dos canciones suyas.
Todos estos grandes músicos argentinos, además de pintores, bailarines y escritores como Julio Cortázar , solían coincidir en la legendaria casa de calle Descartes del Barrio Latino, donde José Pons y su compañera Jacqueline recibían a diferentes figuras de la cultura nacional que también habían sufrido el exilio. Allí siempre estaba Mercado, compartiendo la vida y la obra con estos gigantes. “Era una cuestión innata en la que uno se asimila, como si fuese una familia especial. Yo lo vivía con cierta naturalidad, sintiéndome parte de algo que era importante, aunque siempre hay un pedazo de ego que se manifiesta”, dice Mercado sobre aquellas épocas a las que define como “una vida bohemia, llena de música, pero disciplinada”.
En 1983, con el regreso de la democracia, muchos de estos artistas decidieron regresar al país, pero Mercado eligió quedarse en Francia. Para ese entonces ya desarrollaba una excelsa carrera como quenista, que lo llevó a grabar con todos y en todos lados. Hizo giras por Egipto, Marruecos, Israel, Argelia, Japón, España, Suiza y Estados Unidos; y tocó con Alberto Cortez y el Gato Barbieri, entre tantos otros músicos: “mi carrera ya estaba allá, tenía muchos compromisos como músico, y además me volví a casar con una mujer francesa”, dice Mercado, que solía venir a la Argentina una vez por año, en giras que realizaba con el pianista Miguel Ángel Estrella.
A esta altura Raúl Mercado ya era una especie de Quinto Beatle del folclore, aunque él mismo se encarga de bajarle el tono a la analogía “el único punto de encuentro con los Beatles es que los dos actuamos en el teatro Olympia de París”, dice entre risas. Sobre aquellas inolvidables épocas de peñas y eternas noches parisinas, Mercado trae a colación un recuerdo que lo marcó a fuego: “El famoso gol de Maradona a los ingleses lo vimos en la casa de Jairo, éramos como 20 argentinos, entre ellos Horacio Ferrer y Piazzolla”.
Más allá del reconocimiento internacional, y a pesar de que en países como Japón fueran recibidos como verdaderas estrellas, lo cierto es que Los Andariegos nunca pudieron ser profetas en su tierra. Incluso en festivales como Cosquín o en Jesús María llegaron a ser silbados por un público que esperaba escuchar chacareras o a contadores de cuentos: “acá éramos unos incomprendidos”, dice este músico que se dio el lujo de grabar hasta con Le Luthiers.
La vida en Neuquén
Por diversos motivos, pero principalmente por cuestiones de salud, Raúl Mercado regresó a la Argentina hace unos siete años. Primero se fue a vivir a Mar del Plata, a un departamento que le había conseguido una amiga, una fanática de Los Andariegos que le ofreció un lugar arriba de donde vivía ella. Al tiempo esta amiga falleció, luego murió su esposa francesa, y justo antes de la pandemia su hija Alejandra se lo trajo a Neuquén a vivir con ella, porque esta leyenda del folclore había quedado solo.
Mercado hubiese querido cantar hasta morir. Pero un glaucoma lo afectó de manera progresiva hasta dejarlo totalmente ciego, y provocó que el cantor tuviese que callarse antes de tiempo: “No fui yo, sino esta enfermedad que me afectó y que hace que no pueda escribir ni hacer música”, explica mientras toma un café, y cuenta que tiene muchas piezas escritas que todavía no pudieron ser grabadas, y que espera que en algún momento puedan hacerlo sus sobrinos, uno que vive en España y otro que da clases de música en Taquimilán.
Por tanto camino recorrido, hace unos días atrás la UNCo le hizo un merecido reconocimiento a su trayectoria, y le entregó el título de Miembro de Honor. En ese acto, abundaron los videos y los mensajes de afecto de diferentes exponentes de la cultura, como Teresa Parodi, Juan Falú, y Víctor Heredia. “Fue algo muy emotivo y muy agradable”, dice Mercado.
Aunque la mayoría de sus compañeros de ruta vayan despidiéndose de este plano, incluso su gran amigo Cacho Ritro, que falleció el año pasado como el resto de los integrantes de Los Andariegos, la finitud no es algo que aparezca en la agenda de Raúl Mercado. De hecho, más allá del glaucoma, se siente muy bien de salud y dice que va camino a cumplir los 89 años. “Lo que me satisface espiritualmente es saber que hay grupos jóvenes que están siguiendo la línea de Los Andariegos, es algo que lo palpo y ellos no ocultan esa admiración”, concluyó.
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