Muchos turistas no tienen pudor y hacen el amor en la playa.
Como si hubiera un acuerdo tácito, nadie molesta a nadie; o si existieron inoportunos de la intimidad ajena, no trascendió. En cambio, sí se recuerdan incidentes en los que, en vez de aplicar técnicas de seducción, intentaron avanzar por la fuerza.
Eloísa Salas, responsable del local de la Séptima Bajada desde hace años, ha visto "de todo", le contó a este diario. Ese punto de la playa es el más escogido por la lejanía.
Salas afirma que todas las mañanas, cuando inician la atención al público, deben recorrer los alrededores del parador para recoger los vestigios sexuales. Encuentran cantidades de profilácticos y envoltorios.
"Eso está bien, porque significa que los chicos se cuidan", destaca la mujer, que se jacta de tener una mente abierta y no expulsar a los amantes de mala manera. Tienen un sereno con la instrucción de dejarlos tranquilos hasta que sacien la pasión, a no ser que cometan desmanes.
Por caso, al final de cada jornada deben retirar las lonas de las carpas que alquilan a los veraneantes; si no, aparece cada una ocupada. "Ya nos pasó, y cuando les pedimos que se retiren, se enojan", destacó.
Mientras no lo hagan en público...
Los policías saben de los encuentros sexuales que se dan en la playa, pero tratan de no interrumpir, indicó un oficial de la Comisaría 29. Sin embargo, vigilan que no expongan su lujuria cuando las familias llegan para disfrutar de la jornada.
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