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Las horas más desesperantes del COVID en la voz de un enfermero del Castro Rendón

Rodolfo Fuentes recordó cómo se vivió la llegada de la pandemia tanto en su núcleo familiar como en el hospital provincial de Neuquén.

A días de que se cumplan tres años de aquel 20 de marzo en el que Alberto Fernández decretó el aislamiento preventivo por la pandemia de coronavirus, vuelven a la memoria de muchos ese clima de incertidumbre en las horas previas, marcadas por las compras desesperadas, el stockeo de alimentos y productos de higiene y limpieza; y las despedidas entre familiares en una suerte de Chernobil y película de guerra.

Entre los recuerdos se mezclan los hits que ayudaron a ponerle humor a una situación inédita y angustiante: el festival videos y parodias en las redes de personas comiendo por demás, haciendo ejercicio, ordenando en sus casas, inventando desafíos de baile para pasar el tiempo y cocinando de todo; además del "Supón" de Tamara Bella y famosos clase b, el surfer que protagonizó un raid mediático por negarse a cumplir con la cuarentena y los stickers de 'Quedate en casa'.

Todo eso y mucho más, se entremezclaba con los decesos masivos en otras partes del mundo, que en cuestión de días se convirtieron en noticia nacional. Cifras que se abultaban y que más tarde pudimos ponerle cara y conocer las historias y el dolor detrás. Un sentimiento de unión que se fue diluyendo entre debates y actitudes egoístas. El aplauso sentido para el personal de salud que tuvo que ponerle el cuerpo, un aplauso que dejó de sonar poco a poco, pero que en forma silenciosa continúa genuinamente en la mirada y el "gracias" de quienes que valoran la entrega y valentía de quienes estuvieron en la "primera línea" de batalla, como se solía decir.

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Ese 20 de marzo no fue para Rodolfo Fuentes un sinónimo de "Quedate en casa". Con los mismos miedos e inquietudes que el resto de la población (y más preocupaciones aún) se armó de coraje para encarar -al igual que todos los trabajadores de salud y esenciales- la incógnita que se venía, desde el área de enfermería de Terapia Intensiva para adultos del Hospital Castro Rendón.

"Este es un tema bastante frecuente entre mis compañeros de trabajo y coincidimos en que, en un principio, pensábamos que el coronavirus no iba a llegar a Neuquén; que a lo sumo iba a llegar a Buenos Aires. Desde nuestro total desconocimiento, creíamos que iba a durar 15 o 20 días. Sin embargo, semana a semana fuimos viendo que el límite que íbamos poniendo para que finalice, se iba corriendo", recordó Rodolfo en diálogo con LMNeuquén.

El enfermero del icónico hospital provincial contó que, en paralelo a esa vorágine. el equipo del Castro Rendón organizó capacitaciones para incorporar más personal y para que el equipo sanitario profundizara conocimientos y prácticas que hasta ese momento "se veían por encima" o que no era necesario implementar.

"Cotidianamente, más allá de un barbijo simple, no usábamos materiales de protección personal de alta complejidad como los tricapa o de última generación que se manejaron después. Igualmente, más allá de que nos capacitamos y formamos gente, lo que más primaba entre nosotros era la incertidumbre y el miedo. Ver números, analizarlos y proyectarlos hacia el Alto Valle era muy duro", enfatizó.

En ese marco, y ante la posibilidad de que la pandemia progresara en intensidad y duración, Rodolfo y sus colegas evaluaban la posibilidad de alquilar una vivienda "para vivir todos juntos y evitar contagiar a nuestras familias". "Eso quedó como algo anecdótico porque al capacitarnos, nos dimos cuenta que podíamos reducir riesgos con el aislamiento. De hecho yo nunca me contagié de COVID".

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"De todas maneras, fueron momentos muy duros desde lo laboral y familiar. Yo estoy casado, tengo dos hijos adolescentes y vi día a día cómo la pandemia y el aislamiento los afectó desde la parte educativa, social. Mi esposa tuvo que dejar de trabajar. Cambió nuestra estructura, nuestra organización. Cuando la cuarentena estaba en su fase más estricta, yo era la única persona que salía de la casa, para ir a trabajar y comprar. Mis hijos estaban súper aburridos, angustiados; mi esposa también. Se quedaba pensando que yo no volvía porque me quedaba recargado trabajando o porque podía llegar a contraer el virus. Para mi, como sostén de familia, fue difícil ser el nexo entre ellos y el afuera", señaló.

"En el trabajo, y al igual que mis compañeros, trataba de dar lo mejor de mi. Estuvimos completamente abocados a la situación. Cuando se fueron levantando las medidas y pudimos medianamente estabilizarnos como servicio y hospital, comenzamos a tener a disposición al equipo de psicología mediante llamadas telefónicas. En ese momento sentíamos frustración al ver que peleábamos contra un gigante. Sentíamos que no se avanzaba, las internaciones eran súper prolongadas, estaba todo colapsado, tuvimos muchísimas pérdidas. La posibilidad de que haya un familiar en esa situación, es súper triste y angustiante. Todo eso fue algo que fuimos trabajando con los psicólogos y con mucha contención familiar", subrayó. "Creo que en ese sentido no estuvimos solos, entre nosotros nos cuidábamos mucho, pero también estaban nuestras familias atrás", recalcó.

"Nosotros tenemos una jornada laboral de seis horas pero durante la pandemia hubo muchísimos días que la carga horaria se duplicó porque el personal se fue cansando o enfermando. Se recargaban los fines de semana y los francos no alcanzaban como descanso. Desde la parte física fue muy desgastante, por la intensidad con la que se trabajaba. Con los elementos de protección se nos marcaba la cara, nos lastimábamos detrás de las orejas. No tengo un recuerdo grato de esos días. Se trabajaba de forma incómoda, con muchísimo miedo, pensando en el dolor de la gente", lamentó.

Acompañar a las familias que no podían estar junto a los pacientes internados ni despedir a sus seres queridos también impactó fuertemente en el personal de salud. "No había palabras para decirles".

¿Aprendimos o cambió algo?

El aprender de la experiencia para "ser mejores" fue una de las ideas que más se replicaron durante las primeras fases de la pandemia, cuando los animales sorprendieron al caminar por las calles de las ciudades vacías y el espíritu de solidaridad y la valoración de los afectos y la vida despojada de lo material prendió fuerte en algunos sectores de la sociedad. Sin embargo, al día de hoy dicha consigna remite más a una vieja pancarta descartada, que a una premisa vigente entre el aturdimiento de debates sin argumentos y descalificantes, el trajín cotidiano y la preocupaciones económicas ante una inflación descarrilada.

"Desde mi óptica, veo que está todo bien polarizado. En un momento la pandemia nos dejó perplejos. Se presentó abruptamente y en un principio recuerdo ver mucha unión y contención. A nosotros nos daban fuerza, nos aplaudían. Con el correr del tiempo eso se fue disolviendo. Hubo gente a la que todo lo que pasó le sirvió para valorar las cosas de un modo diferente y ver todo desde otra perspectiva. También hubo gente que lo pensó todo como algo planificado para complicarnos la vida, coartarnos la libertad o controlarnos. Era loco ver las redes sociales, me encontraba con comentarios totalmente en contra de lo que uno hace, lo que uno siente y por lo que uno vive y trabaja, que es la salud pública. Es doloroso por momentos recordar eso porque se hizo lo que se pudo durante un camino en el que a la vez fuimos aprendiendo. Al día de hoy siguen habiendo peleas familiares y entre amigos por este tema. Lamentablemente a nivel social se mantuvieron las dicotomías y los extremos tan opuestos no solo en lo político, sino también en lo religioso, en lo deportivo, en todo", opinó Rodolfo.

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"Como persona todo esto me dejó muchas enseñanzas. Me formó como profesional y persona. Aprendí muchas cosas de mi, que puedo trabajar bajo presión, que se pueden sostener algunas cosas y otras no porque nos hacen daño. Cuando miro para atrás, me duele ver todo lo que sucedió. Sí, valoro mucho a la familia. Muchos nos sentimos muy acompañados por nuestras familias, eran nuestra razón de seguir adelante", añadió.

¿Hubo o hay reconocimiento?

Al ser consultaron sobre los aplausos que con el trascurrir del tiempo se fueron apagando, expresó: "Es algo subjetivo. Hubo gente que con los aplausos se conformaba, o que lo hizo con el bono que en un momento nos dio Nación. También hubo quienes vimos partir conocidos, ex compañeros (particularmente perdimos a una ex compañera que se había jubilado hacía un par de meses y se fue en nuestro sector) y para nosotros no había un reconocimiento que nos diera un poco de tranquilidad o que legitimara lo que sentíamos. Creo que iba más allá de lo económico", dijo. "Hablo desde lo que yo sentía. Había personas que quizás les alcanzaba con los aplausos. A mi particularmente, no", sentenció con sinceridad.

Ante la pregunta sobre qué hubiera resultado suficiente, expresó: "Si la sociedad o muchas personas cambiaran el preconcepto que tienen de los trabajadores de la salud pública, hubiera sido un gran paso. Siempre nos han catalogado como personas que solamente queremos sacar ventaja y que aprovechamos hasta lo más inusual para no trabajar, cuando en realidad es todo lo contrario: se trabaja con lo poco que hay, improvisando, dejando de lado lo que cada uno prioriza por elegir la salud pública".

"Durante muchísimo tiempo se consideró que los enfermeros estaban para obedecer órdenes e higienizar a una persona. Con lo que sucedió quedó más que demostrado que enfermería -como colectivo laboral- fue la primera línea. Fuimos los que dejamos todo y más cada día. Que hoy la gente sepa eso y lo reconozca me dejaría más convencido", sostuvo. "Obviamente después hay para charlar muchísimo en cuento a las condiciones laborales y salariales", agregó.

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