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La Mañana Entrevista

Mónica Astorga: "Lucho por ellas porque son personas muy valiosas"

Inquieta y solidaria. Hace 14 años empezó ayudando a una travesti a salir de la prostitución. Brinda contención y salida laboral a mujeres trans de Neuquén.

Por Pablo Montanaro - [email protected]

“Ni se me cruzó en qué lío me iba a estar metiendo”, dice con una sonrisa la hermana Mónica Astorga, del monasterio de Carmelitas Descalzas de Centenario, al recordar cuando hace un poco más de 14 años recibió a Romina, una chica travesti que le pidió ayuda para dejar la prostitución y le contó su traumática historia. Desde ese momento, la religiosa empezó a recibir a otras mujeres transexuales que se prostituían y acudían a ella para encontrar apoyo, a causa de las situaciones de marginación y violencia a las que estaban expuestas.

“No salgo del monasterio, este es mi lugar, desde aquí puedo sostener y empujar a quienes lo necesitan. Desde aquí surge mi trabajo social”, afirma a LM Neuquén en la capilla de Santa Teresita del Niño Jesús, ubicada en Centenario, donde llegó hace 34 años.

Desde que Katy, una de las trans neuquinas, le confesó que lo que más deseaba era “una cama limpia para morir”, Astorga no paró un minuto en su misión.

—¿En estos catorce años de labor junto a las mujeres trans, ¿qué avances o pasos puede observar que han dado a partir de su contención y ayuda?

Lograron muchas cosas pero costó y cuesta muchísimo. Acaso no todas, pero las veo de pie, caminando, peleando por sus derechos, plantándose en algunos lugares y valorándose también. Yo sigo luchando para que ellas se valoren y que la sociedad sepa que las mujeres trans no están solo para la prostitución y las drogas, que no son agresivas como las pintan, sino que son personas valiosas. Cuando vienen y me preguntan: “¿Pensás que voy a poder salir de la prostitución?”, les respondo que sí, las empujo permanentemente para que lo logren. Lo más valioso es que ellas también pueden decirme que quieren dejar las adicciones, pero les cuesta. Y claro que les va a costar, se van a caer y se van a levantar y yo voy a estar junto a ellas.

—¿El papa Francisco alguna vez las comparó a los leprosos que eran rechazados en la época de Jesús?

Francisco me lo escribió en una carta. Estas mujeres fueron rechazadas de todo, pero más por sus familias. Conocí la historia de una chica de otra provincia que a los 9 años fue echada de su casa y se escondió en otra, y a los 10 años estaba en la prostitución. Ahora tiene 41 años y está muy mal de salud. Hubo casos de reencuentros con sus familias, después de 34 años. Otras intentan acercarse pero la familia no quiere. Sienten vergüenza porque desde siempre se vio mal a la homosexualidad, si se tenía un hijo homosexual había que ocultarlo, matarlo en vida.

—Encaró una nueva misión: llevar una estadística nacional de mujeres trans muertas y difundirlo por las redes...

Hace dos años empecé a saber sobre muchas muertes y asesinatos de mujeres trans. Se me ocurrió llevar un registro, abrí un archivo de Word, anoto el nombre, la provincia, la edad, la fecha, la causa de muerte y busco alguna foto y luego lo subo a las redes. Nunca me imaginé que iba a ser la única que llevara un registro de los travesticidios que hay en el país. Las organizaciones me piden datos. Este año ya son 60 las mujeres trans muertas ya sea porque fueron asesinadas o por problemas de salud. Son mujeres borradas para siempre .

- ¿También debió sufrir la muerte de algunas de las que conoció y ayudó?

Fueron cuatro. Pude verlas en el hospital, estaban acabadas, solas. A sus compañeras les da mucha impresión ir a verlas a un hospital porque no saben cuál de ellas será la próxima que esté en esa situación. La última que tuve que despedir estaba internada en el Bouquet Roldán, sin familia y había sido una luchadora incansable. Lo último que me dijo fue: “No quiero vivir más”. Se abandonó. Una lucha por ellas pero mueren de la peor manera y muy jóvenes, no pasan los 40 años.

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—Uno de sus objetivos ha sido la construcción de viviendas en un complejo destinado a personas trans en el barrio Confluencia. ¿Qué significado tiene para ellas contar con una vivienda?

Hay gente que cuando se entera de estas casas para trans dice: “Lo que va a ser eso, la droga y la prostitución que va a correr ahí”. Más allá de lo que digan, no puedo imaginarme la alegría de esas mujeres de vivir en una casa digna. Van a tener un cuarto, un comedor, una cocina y un baño. Ahora viven en casas que son una porquería. Más allá de que entre o no un hombre, o la droga, quiero que disfruten de ese momento cuando estén en la casa.

—¿Siente que su tarea es valorada por la sociedad como también en la Iglesia?

No sé si es valorada ni entendida. Algunos creen que lo hago para lucirme en los medios periodísticos. Yo no gano nada saliendo en los medios. Pero como le decía al papa Francisco, siento un fuego adentro por ellas. También hay momentos que les digo que no las soporto más, que me hartaron, que son complicadas, que me tienen cansada, que estoy gastando mi vida. Pero de pronto llega una, me cuenta por lo que está pasando y es tal el dolor que escucho que me vuelve ese fuego y me digo no puedo seguir cruzada de brazos, tengo que hacer algo más, y quizás eso es lo que no se logra entender. Dios me lo pide y no le quito tiempo al monasterio. Lo que hago es ser la voz de ellas. Eso es lo que no se logra entender. No hay nadie que se una a este proyecto.

—¿Cuál es el objetivo por el cual sigue ayudándolas?

Verlas felices. Más allá de que sigan con las drogas y con la prostitución, porque es su elección, no dejo de recibirlas por eso, saben que estoy, que cuentan conmigo siempre. Mi objetivo es que si tuviera viviendas para todas, trabajo para todas y la felicidad para todas se los daría. Pero, bueno, le doy esto poquito, buscándole lo inmediato, lo que se presenta hoy. Había una chica que estaba durmiendo en la calle hacía tres meses y ahora puede ir a la casita Santa Teresita de Jesús. Quiero sacarlas de ese mundo oscuro que las aplastó y las sepultó. Y que vuelvan a tener vida para que puedan vivir hasta ancianas.

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