Con 19 años recién cumplidos, tuvo a su cargo junto a otros colimbas la construcción desde sus cimientos de la escuela 85 "Soberanía Argentina" y visitó la institución para compartir la historia con los alumnos.
Hubo un tiempo hermoso en el que en el territorio del centro neuquino todas las manos trabajaban por los mismos sueños. Se unían recursos y voluntades de todos para concretar grandes objetivos para beneficio de los pueblos. Una historia que trascendió la frontera de los tiempos y la de los recuerdos fue la de la comunidad del paraje rural de Los Hornos, a unos 8 km del pueblo de Mariano Moreno.
En aquel lugar, hace 43 años, se gestó un hito en la historia local. El pueblo ladrillero levantó su dignidad y su corazón para tener su propia escuela primaria en el lugar. Un aliado incondicional de ese tremendo sueño fue el RIM 10, histórica guarnición militar asentada en Covunco Centro. Es así que en la primera mitad del año 1980 la mayoría de los horneros comenzaron a donar ladrillos y otros materiales y de igual manera lo hizo el ejército. Aportando además la mano de obra, el motor principal para darle vuelo a un anhelo por años postergado.
Juntos y a la par iniciaron la construcción del edificio de la primera escuela primaria del lugar, la que más tarde recibiría el número 85 y el nombre “Soberanía Argentina” como símbolos de identidad. En ese momento y hasta hoy es considerada un verdadero faro de cultura que sobresale entre decenas de hornos ladrilleros.
Los colimbas fueron los constructores
Los soldados conscriptos del RIM 10 de Covunco Centro tuvieron un protagonismo central en la construcción de la escuela. Uno de ellos, con apenas 19 años cumplidos y a poco de su incorporación en el mes de marzo de 1980, fue Matías Jara. Nacido en Taquimilán y criado en Chos Malal, llegó a la fortaleza con toda su juventud a cumplir con la “colimba”. Tenía algunos conocimientos en albañilería, así que fue parte de la tropa de la compañía Servicios (Sección Destinos) que fueron comisionados junto a suboficiales y oficiales a la construcción del establecimiento escolar. Eran un total de 15 soldados, un puñado de neuquinos y otros santiagueños.
El ex soldado con los recuerdos intactos de aquella gesta patriótica en medio de una geografía inhóspita, la semana anterior llegó hasta la escuela y se reunió con alumnos y docentes después de haber pasado 42 años de haber sido inauguradas aquellas primeras obras. Fue una mañana emotiva y movilizante. Por un lado porque Matías Jara nunca había ingresado al interior del edificio y por el otro porque la mayoría de los alumnos presentes eran nietos de los vecinos del lugar que también ayudaron a construir la escuela.
En una de las actuales galerías del renovado edificio, Matías, en medio de una ronda de alumno,s comenzó a relatarles a todos su increíble historia vivida hace cuatro décadas atrás. “Arrancábamos temprano. A las siete de la mañana estábamos llegando acá. Pasábamos todo el día y el almuerzo lo compartíamos entre todos. Con la colaboración de todas las personas adultas que había en este lugar empezamos a hacer los primeros cimientos. Fue todo a pala, no habían máquinas hormigoneras. Con los otros soldados hacíamos pastones de quince carretilladas de ripio y así fuimos levantando las paredes”, contó Matías ante el silencio y la admiración de los chicos. Luego les relató que “acá no había nada, era un baldío, solo había una improvisada cancha de fútbol. Muchas veces jugamos algunos partidos para distraernos a pesar del cansancio que sentíamos. Todo era alegría”.
Después y ante el entusiasmo de los alumnos, Matías contó que “desde que se empezó a construir hasta que se terminó la escuela yo estuve acá poniendo mi granito de arena. La gente del paraje traía material pero la gente del cuartel también puso. Nosotros hicimos las tres primeras aulas, una galería y dos baños, después se amplió”. Más adelante indicó que “la gente del paraje era muy solidaria con nosotros, nos traía comida y nosotros compartíamos entre los 15 soldados que éramos”. En este sentido recordó al matrimonio compuesto por doña Flor María Cerda y don Alberto Calfuqueo. “Ellos nos mimaron mucho y siempre nos traían unas inmensas tortas rescoldo”, dijo y aseguró también que la escuela trajo los primeros signos de progreso para el lugar como la luz y el agua potable.
Libro histórico de la escuela
En su histórica visita a la escuela de Los Hornos, el ex soldado compartió varias actividades con los alumnos y docentes, una de ellas fue la de repasar las páginas del Libro Histórico de la escuela donde hay fotos, artículos periodísticos y relatos que testimonian la inauguración y toda la trayectoria de la escuela en sus 42 años de vida institucional.
En todo momento Matías estuvo acompañado de su teléfono celular, donde tenía guardadas una serie de fotos que mostraban en imágenes lo que él había relatado minutos antes. Los chicos se mostraron muy interesados y repasaban junto al visitante cada detalle de esas fotos. Matías Jara antes de la foto grupal recibió de la mano de la maestra de jardín Eva Poblete un certificado de reconocimiento y agradecimiento por su visita y por haber sido uno de los constructores del sueño de todo un pueblo.
“La visita del ex soldado del RIM 10, quien fue uno de los constructores de nuestra escuela cuando estaba bajo bandera fue muy gratificante. Fue emocionante también escuchar su relato de cómo los trató la gente del paraje y como entre todos granito a granito lograron levantar esta querida escuela contando solo con sus manos para hacer el paston para rellenar columnas y pegar ladrillos sin ser expertos en construcción sino tan solo con la convicción de poder ayudar a construir el anhelado sueño de los pobladores de este paraje a tener su propia escuela”, expresó Poblete.
Agregó: “Nos generó emoción ver su alegría de volver a la escuela después de varios años y contar su relato a nuestros alumnos, muchos de ellos nietos de aquellas personas con las que él estuvo compartiendo días de trabajo”. Para finalizar expresó que “como docentes de esta institución estamos muy agradecidos de su visita y por habernos contado parte de la historia de la escuela donde nosotros trabajamos, en mi caso desde hace 18 años, y nuestros niños orgullosos de saber que sus abuelos y don Matías construyeron la escuela donde hoy asisten fue sumamente gratificante y movilizador”.
El acto oficial
En un acto cumplido el martes 17 de marzo de 1981 se dejó oficialmente inaugurada la Escuela 85 “Soberanía Argentina”, la cual fue construida en el paraje rural de Los Hornos con mano de obra y recursos genuinos de la propia comunidad y del RIM 10. La creación y apertura de esta nueva escuela fue motivo de mucha alegría, ya que hasta entonces los niños debían caminar 6 km para llegar a la escuela 36 ubicada en el barrio militar de Covunco Centro para poder completar sus estudios primarios.
Aquel 17 de marzo, con notoria alegría, la comunidad del paraje de Los Hornos asistía a la inauguración de uno de sus espacios culturales más importantes. En el esperado acto de apertura además de los vecinos, alumnos e invitados especiales estuvieron presentes autoridades provinciales y locales, entre ellos el jefe de la unidad militar, el teniente coronel Luis Alberto Pedrazzini y el intendente de Zapala, Aureo Arellano. Además participaron delegaciones de las escuelas 36 de Covunco Centro, 73 de Covunco Arriba y 135 de Mariano Moreno.
La vida de Matías
Matías Jara nació en Taquimilán el 21 de marzo de 1961. A los 4 años se mudó con su familia a Chos Malal. Es hijo de Amalia Contreras y Ángel Jara, un recordado policía del territorio. Su madre aún vive y tiene 90 años. Creció entre 10 hermanos y ya en su infancia comenzó a trabajar como vendedor de diarios y revistas en las calles chosmalenses. Esto lo obligó a terminar sus estudios primarios en una escuela nocturna. No completó su ciclo secundario y solo antes de entrar al servicio militar logró especializarse en albañilería en una escuela de oficios.
Tras cumplir con el servicio militar y ser dado de baja, el mismo regimiento le ofreció la posibilidad de incorporarse como agente civil de la unidad. Así lo hizo hasta los 28 años cuando ingresó a trabajar como maquinista en Vialidad, repartición en la que permaneció 35 años hasta el año pasado que se acogió a los beneficios de la jubilación. El Paso internacional Pino Hachado prácticamente fue su segundo hogar, estuvo 28 años a cargo del mantenimiento y seguridad vial de ese lugar. En el año 1983 conoció a Yolanda Méndez, el amor de su vida, en un parque de diversiones que había llegado a la segunda plaza de Mariano Moreno y desde entonces es un vecino más del pueblo. Juntos le entregaron tres hijas a este rincón neuquino: Betania, Silvina y Gabriela. Tiene cinco nietos, tres niñas y dos varones.
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