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Pastor de Vega, amante de los libros y futbolista apasionado

Historia de un hombre del interior de la provincia neuquina que dejó gracias a su quehacer importantes recuerdos. Trabajó en el comercio de ramos generales de su padre, El Torreón. Pasión por el club de Andacollo. Fervoroso militante radical.

Una vez más nos convocan las historias de personas que habitaron estas tierras y que el afecto de sus familiares los honran y recuerdan. Este es el caso de don Pastor de Vega nació el 19 de enero de 1935 en El Durazno, actualmente Andacollo, un pueblo ubicado al pie de la cordillera del viento en Neuquén. Era hijo de Clementina Navarrete, oriunda del paraje Villa Nahueve, y de Esteban de Vega, inmigrante español, llegado en el año 1916.

Cuando niño, Pastor se destacaba por su gran intelecto: su inmenso interés por la lectura lo sumergía en el mundo de la historia, la política y el fútbol.

En1947 la escuela N° 28 de la localidad de Andacollo se vio afectada por la crisis educativa. El personal docente no era suficiente: por ese motivo, él y sus hermanas Alba y Elba concurrieron a la escuela N° 76 de Huinganco. Todos los días, durante dos largos años, montados a caballo recorrían siete kilómetros para recibir educación primaria, desafiando las inclemencias del tiempo, heladas, nevadas, lluvias, bajas y altas temperaturas según la época del año. En los lugares llanos o más accesibles del camino que costeaba el río Neuquén iban al galope para no llegar tarde y evitar el castigo del maestro Jorge, que los demoraba cuando la campana anunciaba el final de la jornada.

En el arroyo de Huinganco, cubierto de hielo en las mañanas frías de invierno, cuando su caballo tomaba agua se le formaban dos largas velas de escarcha en el hocico. Otras tantas veces, resbalaba y rodaba junto a Pastor por el suelo, que rápidamente se incorporaba, montaba y continuaba su camino.

Cuando terminó sexto grado, el último año del nivel primario, fue promovido con excelentes notas, pero aun así no quiso continuar estudiando.

Se dedicó a trabajar en El Torreón, el negocio de ramos generales de su padre sin dejar de lado su pasión por la lectura, historia, política y fútbol. Desde pequeño fue muy sociable, generoso, solidario, compasivo y siempre estaba atento a las necesidades de los demás: con su inmenso corazón conquistaba a quienes tenían la oportunidad de conocerlo. Nunca tuvo en cuenta la clase social, él era amigo de todos, con su sonrisa y picardía alegraba a la gente.

En la cancha de fútbol alentaba a los jugadores y se destacaba por su voz clara y fuerte, nunca abandonaba a su equipo Unión Departamento Minas, integrado por Herminio Gutiérrez, Coco Parada, Raúl Quiroga, Florindo, Hernán Gutiérrez, Héctor Robles, Slafer, Lanzetti, Contreras, Tolín, Marquez, Porro, entre otros. Él los acompañaba en cada gira, no le importaba el resultado, con el optimismo que lo caracterizaba los impulsaba y alentaba a continuar porque su formación se basaba en valores claros, concretos, que le daban prioridad a la esencia del ser humano.

En 1961 contrajo matrimonio con Luisa Rosales. Poco tiempo después dejó de trabajar con su padre para desempeñarse en el cargo de secretario del Juzgado de Paz en su localidad natal. Continúo actuando con mucho amor y solidaridad en aquel nuevo trabajo, en ningún momento y lugar dejó de ser y actuar de acuerdo con sus principios.

Cuando la gente del campo acudía a él para solicitarle sus guías de campaña no tenía reparo en complacerlos, sin importarle el día y el horario. Los atendía en su casa si era necesario, dándoles alojamiento, compartiendo su comida y el calor de su hoguera.

El fruto de su matrimonio fueron sus cinco hijos: Víctor, Dalton, Eduardo, Mariela y Leandro. Los educó en la cultura del trabajo, la fe, honestidad, el servicio y la sencillez. Su pasión por el futbol y por los colores del club de Andacollo hizo que desde temprana edad sus hijos asistieran con él a la cancha.

Cuando Víctor, el mayor, creció, formó parte del equipo de fútbol local como arquero de primera: fue entonces que se comenzó a jugar la liga Departamento Minas. Su padre lo acompañaba a la cancha de Huinganco y Las ovejas, viajaban todos en la carrocería de los camiones.

Se colocaba en su cabeza un pañuelo de mano, anudado en las cuatro puntas, caminaba detrás del arco y desde aquel lugar, con tono muy alto de voz, alentaba al equipo, entre sus dichos más destacados se oía, “arriba mis guachos queridos”, “son hijos de huevo”, “arriba mis bichos queridos” y recibía como respuesta, en forma jocosa “cállate gallego patas sucias”: se generaba un clima muy lindo y amigable con su presencia porque él era un hombre muy conocido y querido por la gente de la zona.

El triunfo de la liga Departamento Minas hizo posible que se conformaran otras ligas, Chos Malal, Bancario, Club Chos Malal, Unión, Güemes, Sociedad Estudiantil, Andacollo y Huinganco, que eran sumamente competitivas entre ellas.

En 1979 se consolidó un equipo en Andacollo conformado por los hermanos Víctor y Dalton de Vega, Agustín Villegas, René Centeno, Mata, Coco Parada, Chano Bravo, Domingo Colletti, Beto Arévalo, Alfredo Cofré, Cacho Escobar, el loco Consigliri, Ramón Castillo, Marcial Méndez, Rodolfo Centeno, Oscar Videla, que, con la ayuda y el apoyo del pueblo, salieron campeones en Chos Malal. Pastor, desbordado de alegría, se encontraba junto al flamante equipo y como siempre, luego de cada partido, los llevó a disfrutar de ricos sándwiches y gaseosas al Club Casa.

Era fanático del fútbol, su equipo favorito aparte del local era River Plate. Otra de sus pasiones indudablemente era la política, fue un fervoroso militante radical.

Se destacaba por su autenticidad y fortaleza, era un verdadero ejemplo de vida para muchos, en todo momento estaba atento a las necesidades de su familia. Se ocupó de asegurar el futuro de sus hijos a pesar de sus debilidades y su larga enfermedad. Hasta el último momento de su vida se dedicó y disfrutó de cada uno en particular y el jueves 30 de septiembre de 2004, como un pájaro a punto de emigrar, extendió sus alas y se dispuso a volar, para conquistar nuevos mundos quizás.

Hoy lo homenajea y le hacen este recordatorio su familia, su hermana Alba de Vega, hijas e hijo. Historias de sacrificios, que incluyen largos caminos a caballo para asistir a la escuela. Una historia que contiene a la gente que lo conoció, a su familia que lo amó y lo ama y, por supuesto, a su tierra, testigo silente de su incansable labor.

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