Pedro Aznar: "Es uno de mis mejores discos y marca un antes y un después"
Introspectivo y desafiante. El músico llega el domingo a Casino Magic con El mundo no se hizo en dos días, su trabajo más personal.
En 2018, Pedro Aznar comenzó a escribir El mundo no se hizo en dos días, una obra que fue mutando y que se vio atravesada por la pandemia, que obligó al notable compositor a trasladar la mirada hacia adentro y reflexionar sobre las urgencias del ser humano y el medioambiente. “Estamos en un momento bisagra de la historia. Tenemos, como especie, tres enormes desafíos que requieren soluciones: la crisis ambiental, el manejo responsable de la inteligencia artificial (que podría causar la desaparición de cientos de millones de empleos) y la resolución de la pobreza, el hambre y la escasez del agua”, sostuvo Aznar, que en lo musical navegó por los sonidos del rock, el jazz y el folk hasta abordar el trap y el reguetón, algo con lo cual se divirtió.
A 24 horas de su primer show en el Complejo Cultural Cipolletti -un día después hará lo propio en Casino Magic-, el ex Serú Girán y Pat Metheny desmenuzó algunos aspectos de su conceptual obra, en la que no solo profundizó su búsqueda, sino que aportó “sonoridades osadas” y “letras contundentes”.
El mundo no se hizo en dos días posee 121 minutos de música y fue compuesto en cuatro años, atravesando la pandemia. ¿Cómo fuiste viviendo las distintas etapas?
El disco se empezó a gestar en 2018. De ese momento son “Mientras”, “Corpoland”, “En espejo” y la que tal vez contenga algo premonitorio de lo que vendría en breve, “Dejando la tormenta atrás”. Todo lo demás fue escrito entre 2020 y 2022. Tomé aquel tiempo de parate forzado como un retiro creativo. Escribí y compuse mucho. Y soñé mucha música. De ahí proviene la mayor parte de este álbum. Por ejemplo, en “Polonaise”, soñé la melodía, fui al piano y la anoté, y al ver que era un vals con aire de música del siglo XIX, se me ocurrió una historia de amor prohibido en un pueblo chico. Cada canción tuvo su génesis particular.
¿Cómo fue la mutación del disco en plena cuarentena y qué te sugirió?
Lo más marcante de esos años fue, desde luego, el aislamiento y la falta de contacto. De ahí que haya nacido una canción como “Un simple abrazo”, con letra de Víctor Heredia, que habla precisamente de eso tan valioso que habíamos perdido en ese tiempo. Decidí tomar ese período como el año sabático que me vengo prometiendo a mí mismo hace décadas y nunca cumplo. Me puse muy reflexivo, hacia adentro, como introspección, y hacia afuera, como mirada política (en el sentido amplio de la palabra).
En esta época se ha adoptado lanzar singles a cuentagotas a través de las redes, y en el caso de El Mundo no se hizo en dos días fuiste a la inversa. ¿Con qué tiene que ver esa elección?
Sigo pensando a los discos como una obra completa y no solo como una colección de canciones. Aunque más no fuera por el hecho de haber sido grabadas en un lapso corto de tiempo, ya tienen una impronta, hablan de un momento histórico y del momento interior del autor. Me gusta eso. Se parece a los libros. Pero también uso como recurso el lanzamiento en redes de canciones sueltas.
El mundo transita desde el rock, el soul y el jazz hasta la balada, pero también aparecen el trap y el reguetón. ¿Qué te llevó a incursionar en esos dos últimos géneros?
La variedad de géneros que contiene se dio de manera espontánea. Todos esos estilos conviven en mí y los escucho a menudo, así que es natural que componga con una paleta de colores tan abierta. En el caso del tema que le da nombre al disco, un trap, surgió un ritmo y una armonía que me sugirieron una letra rapeada. Inmediatamente me puse a escribir y salió toda de un tirón, a modo de freestyle, como si la estuviera creando a medida que la decía sobre el ritmo.
A propósito, en la segunda parte del disco aparece “No voy a cantarle a tu culo”, donde ironizás y cantás en modo centroamericano. ¿Cuál fue la intención de esa sátira? ¿O fue una forma de divertirte?
Es un tema hecho con humor que, a la vez, reflexiona sobre la insistencia de algunos autores de reguetón en cosificar a la mujer y convertir el sexo en una mercancía. Lo más importante de la canción es que es sexo-afirmativa, es todo lo contrario a una crítica puritana. Y el mensaje más importante está en el estribillo: “Todo tu ser (yo quiero) / Todo tu ser (yo pido) / Todo tu ser (yo espero)”. Y remata con un guiño: “Venga, vamo’ a comer”.
La parte de esa canción que expresa “cuando contestaste el llamado se me puso tieso el pelado” generó algo de polémica por los términos. ¿Cómo tomás cuando sucede algo así con un tema? ¿Te parece medio ridículo que en estos tiempos se dramatice tanto?
Las cosas que se publicaron me causaron mucha gracia y seguí con atención los encontronazos de opiniones. Hubo un comentario que, creo, lo sintetiza todo con una gran contundencia: “Los escandalizados, busquen en el diccionario la definición de ‘sarcasmo’”.
Por otro lado, en el tema homónimo al título del disco, experimentás con el rap para dejar un tajante mensaje ecologista sobre la crisis ambiental y en “Corpoland” también hacés otra fuerte denuncia. ¿Adoptaste una forma más directa de decir las cosas o la canción pidió eso?
En ambos casos, son ejemplos de la profundización de la mirada política que mencioné antes. Sentí la necesidad de dejar claro mi pensamiento. Lo hago desde siempre en mis canciones, como en el caso del llamado de atención sobre el desarrollo descontrolado de la inteligencia artificial en “Caballo de fuego”, del álbum Contraluz (2016). Pero esta vez hay, creo, una urgencia mayor por comunicar lo que veo. Estamos en un momento bisagra de la historia. Tenemos, como especie, tres enormes desafíos que requieren soluciones serias y urgentísimas: la crisis ambiental, el manejo responsable de la inteligencia artificial (que podría causar, entre otras cosas, la desaparición de cientos de millones de empleos) y la resolución de la pobreza, el hambre y la escasez del agua.
¿Evaluaste convocar a algunos artistas urbanos del momento como Trueno, Duki o Wos, este último hijo de tu percusionista, Alejandro Oliva?
Sí, pero finalmente decidí hacerlo sin colaboraciones.
¿Qué te entusiasma del rap y el freestyle?
Son una nueva forma de manifestar la poesía y me parecen muy potentes. Son grandes herramientas para manifestar ideas fuertes y desarrollarlas in extenso. Ya había hecho un primer acercamiento en el tema “Ahora”, del álbum del mismo nombre (2012).
Fito Páez manifestó que esos artistas están “intentando gritar lo que está pasando en el mundo” bajo una actitud rockera, pero sin generalizar consideró que las melodías y armonías están casi “desaparecidas”. ¿Cuál es tu visión al respecto?
El énfasis, en esos estilos, está en otro lugar. Es una música circular, que hace abundante uso de la repetición, y donde el ritmo y la tímbrica son el centro de atención. Sting también lamentó que se perdieran los “puentes” en las canciones (las partes “C”, que no son ni estrofa ni estribillo, sino que aportan algo nuevo que remata la canción y aparece una única vez, como variación). Creo que cada estilo tiene su potencia y los recursos propios que le dan identidad. En mi caso, transito los dos mundos y me siento cómodo por igual. Y juego a mezclar elementos de ambos entornos.
Teniendo en cuenta tu amplia trayectoria, experiencia y madurez en la música, ¿dónde ubicarías esta producción?
Creo que es uno de mis mejores discos y marca un antes y un después, como lo hizo Quebrado en 2009. En ambos casos, son trabajos que no solo profundizaron mi búsqueda sino que aportaron elementos nuevos, sonoridades osadas y letras contundentes. Estoy muy feliz con este nuevo álbum. Estoy seguro de que, al volver a escucharlo en el futuro, me voy a sentir orgulloso de él.
Es muy difícil que la crítica o el púbico encuentren algo que no les guste en la obra de Aznar, quien siempre logra hacer todo bien, según las opiniones de muchos de tus colegas. ¿Qué autocrítica podés hacer y qué cosas pendientes en lo musical hay todavía?
Soy muy consciente de las cosas que persigo y todavía no alcanzo, pero eso es parte de lo que mueve a un creador, lo que se anhela. Creo que todos estamos detrás de la “canción perfecta”, y mientras seguimos dándonosla en la pera con la imposibilidad de escribirla, nos vamos quedando con los intentos. Y eso no está nada mal….
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