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Sandro de Poli, el cartonero que aprendió un oficio y hoy tiene su propia empresa

Contó su historia de superación en un libro y hoy ofrece conferencias para contagiar a otros a superarse y salir de situaciones adversas, como la pobreza y la orfandad de su niñez.

Sandro de Poli está seguro de una cosa. Incluso cuando no tenés nada, podés empezar a hacer algo para cambiar tu vida. Y él, que vivió una infancia dura y llegó al fondo de la desesperación durante la juventud, hoy administra una empresa en Neuquén y repite su historia cada vez que puede con el fin de inspirar a otros a superarse, crecer y dejar atrás los resentimientos.

Oriundo de Tandil, atravesó una niñez difícil, marcada por la pobreza y la temprana separación de sus padres, que se alejaron y lo dejaron a cuidado de sus abuelos. Sandro vivió con ellos a los 14 años, pero la herida del abandono ya le había dejado una profunda cicatriz, que lo anuló casi por completo: "Me desquité en no estudiar, sentí que nunca iba a poder ser alguien".

Junto a su hermana mayor se mudaron con sus abuelos y acudían a la escuela en turnos distintos para poder compartir un único par de zapatillas. El hambre le dolía en los huesos; le apretaba tanto el estómago que un día encontró una botella tirada en la calle y empezó a juntar vidrios para poder comprarse unas empanadas. Así, se convirtió en cartonero con apenas nueve años.

Después de repetir tres veces sexto grado, Sandro empezó a tomar alcohol. A los 15, terminó el colegio al borde del alcoholismo y con dificultades para hablar. No tenía estudios ni oficio, y contó que nadie le daba oportunidades para empezar a trabajar.

"Por mis rasgos y mi vestimenta, a la gente le costaba aceptarme. Crecí con eso en la adolescencia y entré a la juventud con el rechazo de la sociedad", dijo Sandro, que andaba en la calle y usaba cada borrachera como una forma de apagar esa realidad que le hacía tanto daño. Con los años, empezó a moverse de noche, en ámbitos agresivos y con un revólver entre la ropa.

A los 21 años, quiso darse por vencido. Usó el arma y se la apoyó en la sien. Apretó el gatillo pero la bala no salió. Y fue entonces cuando creyó que la vida le estaba dando una nueva oportunidad. "Una persona empieza a hablar conmigo y me muestra otra realidad. Yo no tenía un oficio, me dijo que podía lograr un oficio y ser una persona distinta, poder soñar y tener casa propia, auto, una familia. Eso para mí era muchísimo", dijo De Poli en diálogo con LMPlay.

"Empecé a amar el trabajo, y en una fábrica podía ver que con mis manos podía resolver un problema, se rompía una máquina y podía resolver un problema. Empecé a sentirme importante", relató sobre el primer paso de un camino lento pero firme que lo alejó de la pobreza extrema.

Acostumbrado a los rebusques y con una fuerza nueva, concretó el sueño de tener su propia empresa al animarse a correr riesgos en otras provincias del país que le ofrecían trabajo. Con un familiar como socio, se endeudó para comprar materiales básicos y ofrecer trabajos a una empresa en Chubut, lo que luego dio paso a un proyecto más ambicioso.

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En 2011 escribió el libro "De cartonero a empresario", en el que relata cómo fue la compra de su primer auto o de su primer camión, y cómo conoció a su esposa para adoptar dos hijos y formar una familia. El libro le sirvió como pasaporte para recorrer otros países y contar su historia. Ahora, administra una empresa de servicios pero también ofrece conferencias para inspirar a emprendedores a que superen las adversidades.

Si bien Sandro se sentía muchas veces rechazado por la sociedad, por todos aquellos que le negaron un trozo de pan o un plato de comida caliente cuando era un niño de la calle, forjó una relación con la religión que le dio una lección necesaria para reconciliarse con ellos.

"Cuando voy en el auto y veo gente al lado mío y me dicen que levante el vidrio porque me van a robar, yo les digo que tienen que empezar a mirar a los ojos a las personas, porque en los ojos te revelan quiénes son", dijo sobre los chicos que encuentra en las esquinas limpiando los vidrios. Cada vez que los mira a la cara, recuerda su pasado y siente que él es igual a ellos, pero tuvo un cambio de actitud que le sirvió para estar sentado arriba del auto y no parado en la calle.

"Cuando conocí a Dios pude aprender a perdonar, cambiar mi forma de pensar y entender al prójimo. Yo hago esto por amor. Yo odiaba, yo usaba un revólver y no era para acariciar a nadie. Tuve un cambio muy fuerte, perdonar a mis papás y después a la sociedad", dijo De Poli, que usa su libro como una puerta de entrada para cambiar la vida de otros.

Adelante, historias que inspiran, es un ciclo de entrevistas realizado por LMNeuquén, LMPlay y Tecpetrol para contagiar las ganas de ayudar, superarse y transformar el mundo con acciones cotidianas. Deportistas, empresarios, educadores y activistas comparten cómo fue su camino para convertirse en referentes de sus comunidades.

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