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La Mañana Zapala

Se fue de niñera a los 15 años, fue soldado y hoy tiene un título universitario

La historia de Nora Fabiana Zapata, una de los 44 estudiantes del centro neuquino que completaron exitosamente la Diplomatura en Acompañamiento Terapéutico en Zapala.

En la vida hay personas que están destinadas a luchar a brazo partido para alcanzar sus objetivos. Muchas veces están obligadas, por las circunstancias o por necesidad, a sacar a relucir su fuerza interior y su tenacidad para salir adelante. Es así que, con esfuerzo y dedicación, vencen cada uno de los obstáculos que se le presentan en el camino.

Esa es la impronta que tuvo Nora Fabiana Zapata, una joven zapalina de 33 años que desde su adolescencia se animó a torcer su destino para lograr subsistir, crecer y desarrollarse. Ese “espíritu de lucha” sigue intacto y todo el tiempo quiere superarse a sí misma y a las circunstancias. Por esta razón hoy desborda alegría al mostrar su anhelado título en la diplomatura de Acompañamiento Terapéutico, una profesión que de manera informal abrazó de alma hace poco más de 6 años y que consiguió tras alcanzar un año y medio.

“Esto de ayudar es una debilidad, siempre busqué la forma de ayudar al otro y el hecho de no ser conformista me llevó a seguir estudiando y no quedarme en un lugar. Eso es lo que quiero transmitirle a mi hija, de no ser conformista y no confiarse demasiado”, contó Nora en su casa.

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Agregó: “Quien me marcó de alguna manera el camino fue Jorge Juan, un joven al que todos le decíamos cariñosamente “Jorgito”. Hoy él no está entre nosotros pero en los dos años que me tocó cuidarlo y acompañarlo en su vida cotidiana tuve la oportunidad de dimensionar su mundo y a empatizar con sus necesidades. Él, quizás sin saberlo, dejó una impronta en mi vida y me marcó el camino a seguir”. Con ese fundamento vital, Nora juntó nuevas fuerzas y se atrevió a enfrentar nuevos desafíos.

Atreverse a partir para buscar sus sueños

Luchar es sin dudas también tener la valentía para enfrentarse a grandes cambios. Es ir a buscar un sí cuando todo alrededor es un no. Nora así lo entendió y así lo hizo. “Yo me fui a Buenos Aires con 15 años. En mi familia éramos 11 hermanos, vivíamos en una situación económica bastante precaria y teníamos que sobrevivir de cierta forma. Mi mamá Hulda Ortega era empleada doméstica en las casas del ejército. Yo pagaba mis estudios con lo que ganaba en mi trabajo de niñera. Lo que ganaba mi mamá era bastante pero al ser tantos no alcanzaba”.

Estudiar fue un verdadero sacrificio. “El primer año me costó muchísimo porque yo no tenía ni para la fotocopia y tenía que pedirle a mis compañeros, en segundo y tercero fue igual, pensé en dejar la secundaria pero tampoco quería dejar todo a mitad de camino”, contó.

Con cierta nostalgia y algunas crudas lágrimas, agregó: “Mi patrona me contó que les había salido el pase y que no sabían que iban a hacer con su hija, la nena que yo cuidaba, entonces salió de mi decirle que me lleven con ellos. Todo esto ante la necesidad que estábamos pasando, hablaron con mi mamá e hicieron todos los papeles legales para que pueda irme”. Entre un llanto imposible de contener, expresó “sufrí mucho pero sabía que era lo mejor para mí y para mi familia”.

Destacó, además, que permaneció al cuidado de esa familia por casi 10 años. “Yo me considero una luchadora porque no sé qué hubiese sido de mí si no me iba a Buenos Aires a estudiar. En algún momento quería volver a Zapala a trabajar pero no había trabajos estables, entonces hice muchos cursos como para trabajar de algo”.

Al respecto sus “patrones-padres” la ayudaron en todo: a completar sus estudios secundarios, a capacitarse y a conseguir su primer trabajo formal. “Ellos me ayudaron a ingresar como soldado voluntario especialista y en ese momento lo hice con la especialidad de ayudante de cocina en el hospital de Campo de Mayo en el casino de suboficiales. Allí estuve entre los años 2010 al 2014”, contó agradecida.

El regreso a Zapala

“Mis patrones de Buenos Aires eran Silvana y Germán, los dos eran militares. Sigo teniendo contacto y conservamos la amistad, de hecho mi hija se llama Silvana por mi patrona. Yo estoy eternamente agradecida con ellos”, contó. Nora relató también que durante su permanencia en el ejército estuvo en pareja con un joven militar y nació su hija Mía Silvana y a los tres años de la nena y al separarse de su novio decidió volver a Zapala a buscar otros horizontes. De igual manera aquí siguió como soldado en el Grupo de Artillería 16 desde agosto de 2014 hasta julio del año siguiente.

Por los extensos horarios, que le impedían estar junto a su pequeña, pidió la baja en julio de 2015 y comenzó la búsqueda de otro trabajo más estable. Mientras que se desempeñó en distintos trabajos, nunca dejó de estudiar y entre ese tiempo pudo llevar adelante un curso que le permitió obtener una habilitación como auxiliar de acompañante terapéutico.

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Con ese respaldo pudo ingresar a una obra social y desempeñarse en esa tarea por un tiempo. “En ese trayecto trabajé de manera precarizada, ahora con la diplomatura obtenida a mí y a mis compañeros nos permitirá tener una matrícula para poder acceder a un equipo interdisciplinario con profesionales de la salud, de hecho el acompañante terapéutico también es considerado de igual manera dentro de la ley de salud mental que nos regula y nos ampara”, dijo.

El empujón final

En los primeros tiempos de la pandemia empezó a trabajar en la casa de una enfermera llamada Raquel Barrera, cuidando a su padre. “Era un trabajo excelente, un trabajo que disfrutaba. Fue tanta la confianza que teníamos que nos fuimos a vivir con ellos, pero nosotros teníamos nuestro alquiler. Cuando salió el concurso para trabajar en el hospital, yo me anoté y enseguida se lo comenté. Ella, en vez de enojarse, me animó. Cuando salgo seleccionada me pide que busque una persona para que vaya en mi horario, entonces yo llegaba y la chica se iba, pero era mi vida normal, seguía todo igual”, contó Nora. Relató además que tiempo después don Mario (el padre de la enfermera) fallece y ella al mes queda en planta permanente en el hospital.

“Siempre siento que Dios nos tiene preparadas las cosas. Solo hay que ver hasta donde uno aguanta, hasta donde uno pone y hasta donde uno da también”, reflexionó. Agregó que “don Mario al que yo llamaba cariñosamente como “che amigo” padecía demencia senil pero era un amor de persona y toda la pandemia lo pasamos junto a el dándole compañía con mi pequeña hija. Éramos como una familia”. Prosiguió diciendo que “destacar también que la señora Raquel siempre me vio como persona y no como empleada. Y en ese trato ella siempre me animó y me instó a que estudiara para superarme en la vida”.

Así fue que en noviembre de 2020 entró a trabajar como mucama en el hospital de Zapala, en febrero del año siguiente salió un concurso y justó el día de la mujer se enteró de que había ganado una plaza en planta permanente de salud; que finalmente se efectivizó en junio de 2021.

Un sueño cumplido pero va por más

Hace años que Nora ya había entendido que la carrera de Acompañante Terapéutico era su meta. Intentó arrancar los estudios en el Alto Valle pero, ante los altos costos económicos que demandaba el cursado, los intentos quedaron truncos.

Sin embargo a partir del 13 de noviembre de 2021, en plena transición de la pandemia y la nueva normalidad, con clases virtuales y presenciales por partes iguales prácticamente, comenzó a cursar (totalmente becada) en su propia ciudad la carrera de sus sueños.

Esta semana, junto a 43 compañeras recibió su título por haber finalizado la diplomatura de Acompañante Terapéutico. Ahora va por más, quiere empezar y culminar la Tecnicatura de la especialidad. “Nosotros somos hoy también profesionales de la salud que podemos ayudar a las personas con algunas patologías o enfermedades mentales. Lo que nosotros podemos hacer es ayudar a la persona a recuperar su salud de cierta forma y a su vez ayudarlo a reinsertarse en la sociedad y alejarlo de su aislamiento. También ayudamos y damos contención a las familias de los pacientes. Antes éramos consideradas más que nada como cuidadoras domiciliarias”, señaló.

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Respecto al último logro alcanzado, Nora dijo que “a veces las cosas que vivimos nos sirven para valorar lo que se consigue y es muy loable poder transmitir esos valores. Al ser madre soltera cuesta más, porque uno piensa que le puedo dejar a mi hija en un futuro, uno puede dejarle una casa, plata, lo que quiera pero siempre hay que dejarle valores, hay que predicar con el ejemplo”. Por último se refirió al “espíritu de lucha”: “Me gustaría dejar un mensaje para la gente y decirles que no bajen los brazos, a veces la situación parece que va mal pero si uno continua siempre llega esa luz que todos necesitamos, ese respiro o la mano de alguien siempre llega”, afirmó.

El rol del municipio como gestor de formación

En el transcurso de esta semana se llevó a cabo en Zapala la entrega de los diplomas a 44 flamantes Acompañantes Terapéuticos que cumplieron con su trayecto de formación. El acto de colación fue encabezado por el intendente Carlos Koopmann y la secretaria de Educación, Promoción de Empleo y Producción, Jorgelina Almeira. Además se contó con la presencia de Christian Kreber, Vicerrector de la Universidad de Flores y Yanella Duimich, directora de la Tecnicatura en Acompañamiento Terapéutico Sede Patagonia, entre otros.

La diplomatura llegó a la ciudad merced a un oportuno convenio tripartito firmado entre la Municipalidad de Zapala, la Legislatura neuquina y la Universidad de Flores (UFLO). Las clases fueron dictadas en las modalidades presencial y virtual por partes iguales.

La carrera llegó para dar respuesta a la demanda educativa existente en la comunidad en relación a la formación de Acompañantes Terapéuticos, quienes trabajan con la ciudadanía en materia de adicciones, trastornos alimentarios, psicológicos, discapacidad, cuidados paliativos y acompañamiento escolar, entre otras. Sobre el rol del municipio en esta diplomatura, Jorgelina Almeira, precisó que “en el 2020 hicimos un relevamiento de cuáles eran los oficios, carreras o profesiones que se necesitaban en la ciudad y que tuvieran empleo lógicamente. Nos encontramos que había una gran demanda de Acompañamiento Terapéutico y que había gente que estaba trabajando en el rubro pero de alguna manera no tenían la profesión. Esto tiene una gran demanda en el sector del poder judicial, desarrollo social y también de salud pública”.

Agregó que “de una cantidad de 70 inscriptos iniciales hoy están a mitad de carrera y finalizarán la tecnicatura en diciembre de este año 44 alumnos lo que para nosotros en términos de educación terciaria es muy positivo porque se ha sostenido bastante la matricula”. Por último señaló que “con esta carrera se le está dando respuesta a gente que tiene el oficio de alma y se lo está calificando para la atención de pacientes de salud mental. La población no es únicamente de Zapala sino que viene gente de Chos Malal, Junín y San Martín de los Andes y Mariano Moreno”.

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