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La Mañana

Tres tintos clásicos al borde del olvido (por ahora)

Algunos vinos vienen en franco retroceso de consumo. ¿La razón? En esta nota te contamos tres casos y sus ejemplos perfectos del mercado local.

Joaquín Hidalgo

Especial

Buenos Aires.- ¿Hay alguna explicación real para poder afirmar que los argentinos ya no beben syrah, merlot ni tempranillo? No hablamos de tres variedades cualquiera: cada una es troncal de grandes vinos del mundo y, sin embargo, parecen no encontrar eco entre los consumidores locales.

Recientemente el Observatorio Vitivinícola publicó que el consumo de syrah se redujo en un 60% desde 2013. Y si se piensa que el pico de su popularidad fue a mediados de la década pasada, cuando San Juan era el fuelle que fogoneaba una movida que parecía motivar a los consumidores, ver el raquítico presente da un poco de lástima. El merlot no es ajeno a este fenómeno. Tampoco el tempranillo.

En el mundo, sin embargo, regiones como Hermitage -en el Ródano norte-, Pomerol -en Burdeos- y Rioja -pero en rigor, toda España- ofrecen grandes vinos de un importante consumo de, respectivamente, syrah, merlot y tempranillo. ¿Cómo es posible que en nuestro mercado -y en otros del globo- hayan caído en desgracia? Para entenderlo, mejor hay que hablar de vinos y no de variedades.

Syrah y no shiraz

En el mundo existen dos estilos claros para el syrah. Uno, los de Ródano norte, especiado, sedoso, fresco y potente. El otro, conocido como shiraz, oriundo de Australia, goloso, con buen cuerpo y frescura media. Entre ellos la gran diferencia es la siguiente: mientras que los vinos del Ródano y sus similares sólo se pueden hacer con syrah, el resto se consigue con cualquier variedad tinta elaborada en un estilo goloso.

El modelo de vino australiano fue puesto en duda y luego su consumo cayó con el quiebre del siglo. Ellos viraron a propuestas más propias, mientras que el resto del mercado que quedó prendado a esa idea de vinos para paladares nuevos hoy se encuentra con pérdida de terreno. Al menos en nuestra hipótesis, es lo que explicaría buena parte de la caída del syrah en nuestro mercado, asociado a ese modelo de vino menos atractivo en el mediano plazo. ¿La razón? Agota y aporta poca diversidad gustativa.

En paralelo, hay un puñado de syrah que sigue la otra vertiente, la que convirtió a la variedad en una de las grandes del mundo, que hoy están disponibles en Argentina. Ejemplos deliciosos para enamorarse son: Iscay (2014, $937) en la estratosfera de los precios, y los más terrenales Lorca Opalo (2012, $212), Pyros Barrel Select (2013, $260), FIN Syrah (2012, $460).

Merlot es otra cosa

Algo similar pasó con el merlot, que hoy es una variedad de culto entre los bebedores. El dominó arrancó la caída en Estados Unidos, donde bajo el nombre de merlot se vendió un estilo de vino maderoso, dulzón y poco atractivo. Es conocido el golpe que recibió cuando en la película Entre copas demonizaron su consumo.

Sin embargo, conviene apuntar que entre los vinos más caros del mundo, el merlot juega a sus anchas en un estilo opuesto: frutado y ligeramente especiado, con paladar medio y frescura jugosa, de taninos finos. Así son Pétrus, L’Evangile, Le Bon Pasteur, entre otros Pomerol, cuyas botellas cotizan en alza.

La vendimia 2016 fue fresca en Argentina y, a juzgar por lo que hemos probado, habrá grandes merlot para agendar. Entretanto, ejemplares elegantes son: Angélica Zapata Alta (2011, $570), Rutini Merlot (2013, $550), Marcus Gran Reserva (2014, $550), Familia Schroeder (2011, $800) y Miras (2013, $400).

Tempranillo más bien tarde

El otro caso es el tempranillo. En Rioja, donde se elaboran los más finos ejemplares, descubrieron hace muchos años que la variedad aporta mejores vinos con la evolución en botella.

De modo que los varietales jóvenes, aún siendo reservas, fallan en aportar la elegancia que consiguen otras latitudes. Sin ir más lejos, hace poco comparamos Zuccardi Q con Rioja Alta Gran Reserva 904, ambos 2001, y la verdad, eran más hermanos que parientes lejanos.

Para buscar rarezas viejas y rescatar el perfil añejo de la variedad, conviene buscar los escasísimos Veteris Conventus (2008, $640), Hijo Pródigo (2012, s/d), Lunta (2013, $250) y Altocedro 2011, $260).

60 por ciento cayó el consumo del varietal syrah en los últimos años. Le sigue el merlot.

Buenas uvas, malos vinos

No existen malas uvas, como suponen los títulos agoreros, sino malos vinos. Y es que con una buena uva se pueden hacer vinos olvidables, vinos mediocres, vinitos y grandes vinos, según el caso. Muchas de las variedades que hoy caen en el olvido lo hacen porque los vinos que las hicieron famosas agotaron su perfil con el consumidor.

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