Una condena para cambiar
Cinco de los ocho acusados fueron condenados a prisión perpetua por el crimen de Fernando
La justicia condenó a los ocho rugbiers acusados por el crimen de Fernando Báez Sosa. Los consideró culpables del homicidio agravado doblemente por el concurso premeditado por dos o más personas y por alevosía en concurso ideal de lesiones leves. Cinco de los responsables deberán cumplir una condena de cadena perpetua y tres de ellos irán 15 años a la cárcel, aunque si cumplen con buen comportamiento podrían tener salidas transitorias antes.
El fallo y la pena no quitarán el dolor a la familia de Fernando, no harán justicia total por matar a golpes a una persona inconsciente en el suelo. Los ocho jóvenes recuperarán su libertad solo con el arrepentimiento expresado en la última jornada del juicio, donde parados frente a la madre de su víctima pidieron “perdón”.
No hay perdón para un delito de tamaña magnitud y no hay condena que repare la pérdida de sus familiares y seres queridos. La única esperanza es que este hecho permita generar algún cambio social. Mínimo, aunque sea.
Matar a una persona a golpes en el suelo no puede pasarse por alto. La mediatización y la exposición de todo lo sucedido esa noche en Villa Gesell llevaron el caso al centro de la escena. Esas luces que lo iluminaron tienen que ser las que hagan ver que hechos así no pueden ocurrir de nuevo.
No se trata de una disciplina deportiva que inculca reglas particulares, no se trata de una clase social que mira con desprecio a otras, se trata de jóvenes que patearon a otro muchacho de su edad en el suelo.
Las penas tienen que servir para que no pase a la historia como un hecho más, las consecuencias tienen que marcar un cambio. Un cambio que empieza por cada uno de nosotros y por cómo respetamos al otro.
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