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La Mañana higiene

Una persona gasta más de $4.300 al año para su higiene menstrual

Activistas y el propio gobierno buscan romper tabúes para difundir métodos alternativos, que son más económicos y amigables con el ambiente.

Aunque la menstruación es un fenómeno que afecta a casi la mitad de la población mundial, todavía permanece como un tabú para las sociedades y su gestión se sigue considerando como un asunto privado en donde el Estado no debería tener participación. Sin embargo, un proyecto del Ministerio de Niñez, Adolescencia y Juventud de la provincia colocó el tema en la agenda pública y despertó el interés sobre nuevas alternativas para gestionar la higiene menstrual.

Las campañas publicitarias imponen métodos casi exclusivos para gestionar este período de las personas menstruantes, con las toallitas y los tampones descartables como los únicos recursos posibles. Sin embargo, distintas activistas pregonan sobre otras alternativas que son más económicas a largo plazo y más amigables con el medio ambiente, como las toallitas reutilizables de tela, la copa menstrual de silicona y otras opciones aún menos conocidas, como las esponjas marinas y las bombachas menstruales.

Carolina Espinosa es integrante de la agrupación feminista Mumalá y coautora de un proyecto que busca proveer de elementos de gestión menstrual a los sectores vulnerables a través de hospitales, clubes deportivos, comisiones vecinales y salitas sanitarias de los barrios. “Lo presentamos en mayo de 2018 y buscamos que cada persona menstruante tenga la libertad de elegir el método que prefiera entre los más usados y los alternativos”, detalló.

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El costo de los productos de higiene menstrual marca las dificultades de acceso para las personas menstruantes de los sectores más vulnerables. Según datos de un informe publicado por el Ministerio de Economía, con precios de mayo de 2021, comprar toallitas o tampones descartables insume un desembolso de entre 3228 y 4327 pesos por año, un costo que se multiplica en las familias con más de una persona que atraviesa su período menstrual.

Estos productos fueron incluidos dentro del programa de Precios Cuidados del gobierno, lo que tiene un buen impacto, pero no resuelve el problema para las poblaciones vulnerables”, dijo Espinosa y aclaró que este costo extra también genera una desigualdad de género en materia económica, ya que las personas menstruantes tienen que invertir más dinero que los hombres en productos de higiene.

En ese sentido, aclaró que los productos alternativos suelen exigir una inversión inicial mucho mayor, pero que se amortiza por la reutilización periódica de estos elementos, ya que en promedio una persona menstrúa unos 40 años. El beneficio es aún mayor si se tiene en cuenta la inflación que afecta a la Argentina.

“La copa menstrual tiene un costo de 2mil pesos y se puede utilizar durante 10 años”, detalló sobre este producto, que se debe esterilizar después de cada período menstrual y que ya se puede conseguir en farmacias o a través de la venta digital.

Por otro lado, también existen las toallitas de tela, que son otra opción de productoras agroecológicas de la zona. “El kit de cuatro toallitas tiene un costo de entre 1800 y 2300 pesos, y su duración dependerá del cuidado que le dé cada uno, pero puede extenderse por cuatro o cinco años”, señaló la integrante de Mumalá.

La difusión de este tipo de alternativas para gestionar la menstruación también avivó los debates sobre la seguridad de los artículos descartables. “Las toallitas descartables no tienen un estudio respecto de cuál es el impacto que tienen los productos con los cuales se confeccionan”, dijo Espinosa y agregó: “están medio flojos de papeles porque son artículos domésticos y no médicos, y por eso no se someten a estudios rigurosos de su composición”.

De este modo, nada se sabe sobre los posibles efectos potencialmente nocivos que podría generar el uso prolongado de las alternativas descartables, que son las más comunes en los supermercados. “La Universidad de La Plata hizo un estudio de componentes y mostraba que el 85 por ciento del algodón que se usa tenía trazas de glifosato, que es un herbicida que es bastante controversial desde el punto de vista ambiental y toxicológico”, afirmó la activista. Según explicó, “no hay evidencia científica que muestre el impacto del uso de toallitas y tampones en la salud sexual y reproductiva”.

La falta de información surge del tabú que todavía gira en torno a la gestión menstrual, pero hay un dato que se hace evidente: las alternativas descartables generan una gran cantidad de residuos que podrían evitarse si las personas menstruantes recurren a opciones reutilizables. En ese sentido, el impacto ambiental se reduce con la oferta menos conocida para gestionar este período.

Entre otras ventajas, la mayor demanda de productos alternativos permite que más mujeres se inserten en el mercado laboral a través de la confección artesanal de toallitas de tela, algo que busca fomentar el gobierno provincial a través de este nuevo programa de gestión menstrual.

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Para Espinosa, incluso en las poblaciones más vulnerables el tabú es tan grande que las personas menstruantes tienen miedo a exponer una mancha de sangre o incluso a hablar del tema para acceder a productos de higiene. Por eso, suelen recurrir a distintas estrategias para proveerse de algún elemento que las proteja privándose de otros gastos necesarios, e incluso usan algodón para evitar posibles manchas.

Según explicó, generar más información sobre la temática es un paso fundamental no sólo para encaminar el tratamiento de este proyecto de ley en la Legislatura provincial, sino también para que niñas, adolescentes y otras personas menstruantes jóvenes lleguen a su primera menstruación con más conocimientos y menos temores.

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