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La Mañana Neuquén

Leyendas de la antigua Neuquén que reflejan la historia y la cultura de los pueblos

La tradición Pehuenche rescata la vida de un cacique que antes de morir intervino en una fuerte pelea de sus hijos por la herencia en tierras del Domuyo.

En la vasta y rica biblioteca virtual que tiene el historiador Isidro Belver hay libros, textos y todo tipo de documentos que reflejan la historia profunda de Neuquén, especialmente la de la región norte, el lugar donde todavía quedan vestigios milenarios de la Nación Pehuenche y los primeros exploradores que llegaron al territorio.

Entre esas miles y miles de páginas escritas por él y otros autores amantes de la Patagonia está la cultura, la historia y también las leyendas que se fueron contando de generación en generación entre los antiguos pobladores. Una de ellas está vinculada al volcán Domuyo.

En las tierras del Domuyo

Según la tradición Pehuenche, en tiempos en que el Domuyo escupía fuego y humo, todo era dominio del Cacique Domuco, dueño de las aguas curativas milagrosas del Covunco “que nacían de los resuellos de géiseres, olletas y surgentes del propio corazón del más grande cerro de la zona”, relató Belver en sus escritos.

volcan domuyo norte neuquen generica -VALIDA 1200-

Un día, al presentir la cercanía de su muerte, Domuco reunió a sus hijos para repartir sus tierras. A Lavkencopicun le asignó la zona oriental, compuesta por lagos, veranadas, bosques y cursos de agua. A Mahuilli, en cambio, le correspondió la zona occidental, rica en fauna silvestre y minerales, bajo el cielo de la Cruz del Sur.

La historia de un conflicto inesperado

Durante un tiempo, los hermanos vivieron en armonía y nada parecía que cambiaría ese clima de hermandad. Pero con los años surgieron disputas en torno a los límites y, sobre todo, por la posesión de las aguas termales, consideradas un bien preciado por su valor espiritual y medicinal. Ninguno de los dos estaba dispuesto a resignarlas, aunque tuvieran la posibilidad de compartirlas. Ambos querían que fuera de su propiedad y no había ninguna mediación posible que permitiera retornar el clima de paz.

Las discusiones se intensificaron hasta convertirse en enfrentamientos constantes hasta el límite de la violencia, algo increíble teniendo en cuenta el amor que ambos se habían tenido desde que eran chicos.

volcán Domuyo

Domuco, preocupado por la falta de entendimiento entre sus hijos, pidió ayuda a Nguenechén, la fuerza superior del universo. Sin embargo, ni siquiera esa intervención logró calmar el conflicto. Entonces, Domuco tomó una decisión definitiva: solicitó los poderes del ser supremo y, en un acto de sacrificio, convirtió a sus hijos en formaciones rocosas, separándolos para siempre. Luego, él mismo se transformó en una gran piedra que cayó del cielo y se ubicó entre ambos. Allí se terminó todo.

Desde entonces, las aguas del Covunco siguieron fluyendo libres, protegidas por la figura inmóvil de Domuco, que eligió la paz de su pueblo antes que el orgullo y el odio de su propia descendencia, en un paisaje completamente distinto al que vivieron sus ancestros.

La historia que se convirtió en leyenda todavía sigue viva a partir de los relatos orales de los descendientes y también gracias al minucioso trabajo de los historiadores que rescatan estas joyas de la cultura neuquina antes de que se pierdan en el tiempo.

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