Maximiliano aseguró que llegar hasta allí no fue fácil y dio detalles de todo el trayecto que tuvo que hacer para conocer este extraño lugar. “Es como haber viajado al pasado", afirmó.
Aunque podría ser una historia de ficción, existe un país que no figura en los mapas pero que mantiene todos los elementos de un Estado en funcionamiento: presidente, ejército, fronteras, himno y moneda. Hasta allí llegó un argentino, quién relató la experiencia de vivir en un territorio tan especial, que pareciera como paralizado en el tiempo.
Aunque declaró su independencia en el año 1990, ningún miembro de Naciones Unidas la reconoce como país soberano. Sin embargo, sus habitantes viven bajo sus propias reglas y con una identidad marcada.
Se trata de Transnistria, también conocida como la República Moldava de Pridnestrovia. Está situada entre Moldavia y Ucrania,
Hasta allí llegó Maximiliano Bagilet, un argentino que está recorriendo Europa del Este y el Cáucaso desde hace un mes. Su paso por Transnistria lo llevó a Tiráspol, su capital, donde pasó una semana explorando lo que él define como “un país congelado en el tiempo”.
"Todo es gratuito, pero muy formal”
“Llegar no fue fácil”, relató el rosarino. Primero voló a Rumania, cruzó la frontera caminando hasta Moldavia y luego tomó un colectivo hasta Tiráspol. El trayecto incluyó un control militar. “No te sellan el pasaporte, pero te dan un ticket como si fuera una visa. Todo es gratuito, pero muy formal”, explicó.
Una vez en la ciudad, la impresión fue inmediata: carteles con letras cirílicas, calles limpias, monoblocks prolijos y una estética completamente anclada en la era soviética.
“Es como haber viajado al pasado, pero sin ruinas ni decadencia. Todo está cuidado”, dijo en su testimonio brindado a Infobae. Según Maxi, la ciudad se siente como un museo viviente del comunismo: banderas de la URSS, estatuas de Lenin por todos lados y murales que glorifican la agricultura colectiva o las victorias militares.
“Una esquina tenía la calle Lenin cruzándose con la calle 25 de Octubre. Fue surrealista. En el hostel donde me quedé había un busto de Lenin en la entrada y decoración típicamente soviética. Sentís que estás en los años 50”, comentó.
Restaurantes temáticos, tanques en la calle y una economía paralela
Una de las experiencias más llamativas fue un restaurante ambientado como si fuera una cantina de la Unión Soviética. “Las camareras estaban vestidas como en los años 50, había un auto Lada estacionado en la puerta, y adentro funcionaba un museo”, describió. Las paredes estaban decoradas con periódicos originales, retratos de líderes comunistas y menús inspirados en la cocina tradicional rusa.
En las calles, es habitual ver tanques, aviones y camiones soviéticos colocados como si fueran monumentos. También se organizan desfiles militares y ceremonias patrióticas para conmemorar hechos históricos, como la guerra con Moldavia de principios de los 90.
Fuera de Tiráspol, la vida rural domina el paisaje. “Visité pueblos donde todo gira en torno a la agricultura, ganadería y algo de minería. Me hospedé en casas de familia que preparaban comida con lo que cosechan y fabricaban su propio vino”, contó.
Transnistria cuenta con su propia moneda, el rublo transnistrio, que no circula fuera del territorio. Las tarjetas de crédito no se aceptan y los comercios operan en efectivo, aunque algunos aceptan euros, dólares o rublos rusos. Según Maxi, los precios son muy bajos: “Gasté 500 dólares en total. Dormir en un hostel cuesta 15, en un buen hotel 40, y comer afuera es barato, aunque sea lo más caro del viaje”.
Sin lujo, sin pobreza y sin delitos
Para Maxi, lo más sorprendente fue la ausencia de desigualdad visible. “No hay marcas, no hay lujo. Pero tampoco hay indigencia. Nadie vive en la calle. Todos tienen lo justo. Es un socialismo raro, pero funciona”, dijo. También destacó la sensación de seguridad: “Podés caminar de noche sin miedo. No existe el delito común. Eso quedó como herencia de los años de control soviético”.
El idioma fue el mayor obstáculo. “No se habla inglés, casi nada. Y como hay poca gente joven, la mayoría no conoce otros idiomas. La señal de celular es débil y muchas veces no funciona Google Translate. Las redes sociales también van lento, salvo que uses VPN”, detalló. Para orientarse, recomendó usar Yandex Maps, que está más actualizado que Google en esa región.
El viaje del argentino duró siete días, con tres en la capital y el resto en pueblos del interior. Aunque Transnistria no figura como país independiente, funciona como tal en la práctica. “Es un destino que no aparece en los buscadores, pero que existe. Y te deja la sensación de haber visitado otro tiempo”, concluyó.
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