Se fabricaron 929 unidades, y difícilmente haya una intacta como esta. La historia de una joya de Maranello que nunca pudo rugir, y que ahora busca nuevo dueño.
Para quienes piensan en cambiar el auto, encontrar un usado de hace algunos años y con poco rodaje es casi que un sueño hecho realidad. Pero dar con una Ferrari 512 BB de 1981 con muy poco kilometraje y conservada como un tesoro es directamente otra liga. Parece mentira, pero existe. Y está a la venta para quien se anime a dar el salto.
Este ícono del Cavallino Rampante llegó directamente de Maranello a las manos de su primer dueño, un empresario de Texas que pagó US$90 mil por tenerlo, literalmente, en su garaje: apenas si lo sacó para llevarlo a hacer los services, y nada más. Ni siquiera le sacó los plásticos de los asientos, o de los zócalos de las puertas. Menos que menos pensó en acelerarlo alguna vez en la ruta.
Esta Ferrari tiene apenas 820 kilómetros recorridos. De hecho, la cifra que acusa su odómetro se explica en buena medida por los 400 kilómetros con los que llegó a sus manos –rodados en pruebas de fábrica, traslados y demás– más los 314 km que demandaron las pruebas y trabajos para que la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA, por sus siglas en inglés) aprobara la adaptación de su poderoso motor V12 a las normas de ese país.
Dichas pruebas debían realizarse porque Enzo Ferrari había dispuesto como política no comercializar en su red oficial modelos con V12, sino que sólo les enviaba autos dotados con impulsores V8. Así, los que querían comprar uno de estos deportivos con el propulsor más grande, tenían que cumplir con la norma burocrática.
Luego de la muerte del dueño del auto, en 2014, la familia del texano decidió vender la Ferrari, que cruzó el océano y volvió a Europa, primero a la colección de un británico y luego a la de un francés, pero su destino en ambos casos fue similar: muy poco uso y mantenimiento de rigor para que nada falle. En 2016, renovaron correas y embrague; en 2020, revisaron el motor y le limpiaron el tanque. Y eso fue todo.
Así es que hoy, con apenas 820 kilómetros recorridos y sus gomas Michelin originales todavía en perfecto estado, este 512 BB reluce como si no hubiese pasado el tiempo, y busca un nuevo dueño que, con suerte, no lo piense como un cuadro de exhibición y lo disfrute un poco más en movimiento. Aunque sea los domingos por la mañana.
La Ferrari que desafió una era
En plena era de la rivalidad con Lamborghini, la Ferrari 512 BB irrumpió en el Salón de París de 1976 como una respuesta al Miura y al más reciente Countach.
Se trataba de evolución del 365 GT/4 BB, lanzado cinco años antes: sin grandes cambios al diseño de Leonardo Fioravanti, incorporaba detalles en su exterior que le agregaban mayor elegancia y deportividad, como un spoiler en la parte inferior de la trompa, nuevas rejillas en el capó, una nueva parrilla trasera con líneas horizontales en negro satinado y entradas de aire en los laterales, además de cambiar el sistema de tres escapes por uno doble a cada costado.
Estos últimos datos no son menores, porque la búsqueda era mejorar el sistema de refrigeración y la eficiencia de su motor, un V12 de 5 litros (de ahí su nombre), plano y colocado en posición central trasera que, asociado a una caja manual de cinco marchas con embrague de doble disco y accionamiento hidráulico, le permitía entregar 340 CV a 6.800 vueltas a sus ruedas traseras y así alcanzar los 302 km/h, devorando 1.000 metros en 24 segundos. Al bloque lo alimentaban cuatro carburadores Weber, y además contaba con un sistema de lubricación por cárter seco para las curvas más cerradas.
Todas estas prestaciones se complementaban a la perfección con su chasis tubular que le permitía acusar 1.400 kg en la balanza, nada mal para un auto de estas características. Y le permitieron a Luigi Chinetti desarrollar una versión de competición, la Ferrari 512 BB LM que, como sus siglas lo anticipan, fue utilizada especialmente para correr en Le Mans.
Enzo Ferrari aprobó la fabricación de solamente 929 unidades que vieron la luz entre la presentación del modelo y 1981, pero bastaron para marcar un antes y un después para el Cavallino Rampante, rompiendo tradiciones y abriéndole las puertas a una nueva etapa que se plasmó, por ejemplo, en modelos como su icónica Testarossa, una de las creaciones de Sergio Pininfarina. Por eso, hay quienes dicen que el 512 BB no fue solo un auto: fue un manifiesto, un sueño de velocidad que aún resuena.
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