Nunca se supo por qué el dueño no quiso usarlo. Tras su muerte, su hermano lo rescató y lo vendió. Tiene mucho valor por lo que significa para la marca.
El hallazgo de un olvidado Audi Quattro Turbo de 1982 volvió a confirmar que, a veces, las mejores joyas están a pocos metros de la puerta de casa. El deportivo, ícono de la tracción integral y de los rally de los años ‘80, pasó casi tres décadas inmóvil en un pequeño garaje de Montrose, un pueblo escocés de apenas 12 mil habitantes. Allí permaneció porque su dueño —de nombre Jason— respetó a rajatabla el deseo de su hermano, quien había sentenciado al dejarlo guardado: “Está bien donde está”.
Según relató el propio Jason al canal de YouTube The Late Brake Show, “un día, mi hermano manejó hasta acá, lo guardó de culata y le puso bloqueos en las ruedas”. Desde entonces, y sin que mediara explicación lógica, el auto quedó sepultado bajo diarios de mediados de los ‘80, latas oxidadas y el polvo de los años. Sin embargo, el olvido exterior escondía un tesoro: el interior, tapizado en cuero negro con costuras granate, se mantuvo casi intacto pese al paso del tiempo.
Cuando el propietario original falleció en 2021, su hermano heredó el vehículo y decidió sacarlo a la luz. El primer vistazo confirmó los presagios: la carrocería blanca mostraba óxido superficial, pero las llantas originales seguían relucientes y hasta conservaba un raro kit de accesorios en la carrocería instalado en los ‘90.
Bajo el capot, el mítico motor de cinco cilindros y 2,2 litros con turbo —el mismo que hizo famoso al modelo en el Grupo B de rally— no arrancó en el primer intento: casi treinta años de quietud le habían pasado factura. Aun así, los mecánicos que lo inspeccionaron coincidieron en que, con una restauración cuidadosa, iba a volver a entregar sus 200 CV a las cuatro ruedas como en sus días de gloria. El odómetro marcaba 150.000 kilómetros recorridos.
A partir de allí, la historia cambió de manos y de valor sentimental a dinero contante y sonante. Jason decidió subastar la unidad a través de la plataforma británica Car & Classic. En apenas una semana, la puja final trepó a unos 22.300 euros, una cifra más que tentadora para los coleccionistas que suelen devolverle la vida a este tipo de clásicos.
Así rescataron al Audi Quattro que desafió al tiempo
El operativo rescate comenzó con la tarea, casi arqueológica, de despejar el garaje. Entre los restos de óxido y mugre aparecieron piezas que su primer dueño había desmontado a conciencia: ruedas, pinzas de freno, óvalos de los faros y hasta la radio original, reemplazada en los ‘90 por un sistema Alpine que hoy resulta tan vintage como el auto mismo. Al contemplar el conjunto, los especialistas destacaron que el chasis mantenía las alineaciones correctas y no tenía golpes estructurales, algo poco común después de tantos años parado.
Para llevarlo a la subasta hubo que montar nuevas ruedas de transporte, lubricar puntos vitales y revisar que los fluidos no estuvieran contaminados. En el motor, si bien estaba completo, se necesitaron cambiar todas las juntas, mangueras de combustible y la correa de distribución para poder arrancarlo de nuevo. El turbo original también fue enviado a un taller especializado para su restauración.
¿Por qué tanto revuelo por un deportivo de más de 40 años? La respuesta está en la genética del modelo: el Audi Quattro fue la primer coupé de producción con tracción Quattro, la misma tecnología que revolucionó el mundial de rally y que hoy identifica a la marca de los cuatro anillos. Además, las primeras series —como esta de 1982— se produjeron en cantidades limitadas y su cotización sube año a año: un ejemplar en estado óptimo puede superar los 100.000 euros.
Mientras tanto, en Montrose el viejo garaje luce más vacío que nunca. Jason, el hermano que desenterró el secreto, reconoce que venderlo le generó un sentimiento “agridulce”, pero cree que el Audi Quattro merecía una segunda oportunidad en manos de alguien que lo vuelva a escuchar rugir. “Después de todo, —dice— lo compró para disfrutarlo, no para enterrarlo”. Y a la comunidad fierrera poco le importa el motivo del encierro; lo que celebra es que una leyenda volvió a ver la luz y que, con suerte, pronto rugirá de nuevo en algún tramo de asfalto europeo.
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