Fue el primero de la marca en fabricarse fuera de Francia, brilló en los años 70 y hoy revive su leyenda junto al regreso de un argentino a la Fórmula 1.
Cuando Franco Colapinto acelere este fin de semana en Imola, la Argentina no solo reavivará su histórica pasión por la Fórmula 1, sino que además rescatará del olvido un pequeño gran tesoro del automovilismo nacional: hubo un Alpine fabricado en el país que, en los 70, conquistó pistas y corazones en una hazaña poco recordada.
El piloto argentino afrontará, desde el Gran Premio de Emilia-Romagna, una de las cinco carreras que tiene confirmadas en la escudería de origen francés, que funciona bajo el paraguas de Renault, marca que lo tiene también como embajador para América Latina. Por eso, las historias del Rombo con el oriundo de Pilar se entremezclan.
Alpine y el antecedente en la Argentina mucho antes que Franco Colapinto
Todo comenzó en 1978, cuando Renault Argentina dio un paso audaz al crear el primer Alpine fuera de Francia: el Renault 12 Alpine. Bajo la dirección de Osvaldo de Simone en los talleres de VEFRA (acrónimo de Vehículos Especiales de Fabricación Renault Argentina), en Buenos Aires, este proyecto buscó convertir al modesto y popular sedán en un ícono deportivo que brillara en campeonatos de la FIA, en Turismo Nacional y en el rally local.
El Renault 12 Alpine convertía su motor de 1.397 cm³ en una máquina de 110 CV, capaz de superar los 170 km/h de punta y de acelerar de 0 a 100 km/h en 11,1 segundos. Fue clave un viaje de De Simone a Francia, un año antes, donde consiguió una tapa de cilindros Alpine con cámara hemisférica, que mejoraba notablemente la eficiencia del bloque, sumado a un carburador Solex de doble cuerpo y un escape optimizado.
Para mantener en regla los costos se usaron también piezas nacionales, como el filtro de aire del Torino –lo que llevó a diseñar su inconfundible capó con una joroba de fibra de vidrio–. Pero nunca fue un auto barato de construir: de hecho, los valores eran comparables al de una coupé Torino TSX, en ese entonces de los autos más caros del país. Y fue lo que más tarde terminó definiendo su destino.
No todo era rendimiento, sino que su diseño también cautivó a los fanáticos. En 1978 y 1979, el R12 Alpine lució colores azul con plateado o negro con dorado, evocando los Alpine franceses y los bólidos de Renault en Fórmula 1. En 1980, una serie final en rojo con líneas amarillas reflejó la herencia italiana de De Simone. Y detalles como el faldón delantero, los faros cuadrangulares Cibié debajo del paragolpes y un volante deportivo de dos rayos reforzaban su estilo único.
El legado deportivo del Alpine argentino
En lo que respecta estrictamente a su rendimiento en competición, el R12 Alpine destacó sobre todo en rallies. De la mano de Jorge Raúl Recalde, junto al francés Jean Ragnotti, brilló en el Rally Codasur de 1979, y compitió en eventos como el Rally Transchaco y la Vuelta a América del Sur. Aunque no superó a los Fiat 128 Iava en Turismo Nacional, su desempeño en caminos de tierra lo consagró en ese entonces como un emblema del automovilismo argentino.
La producción se detuvo en 1980, cuando la apertura de las importaciones, que favoreció la llegada de los deportivos extranjeros, convirtió al proyecto en inviable debido a sus altos costos de producción. Es cierto que hubo un proyecto para un “Alpine 2” con Tulio Crespi, legendario constructor argentino de autos de carrera, pero no prosperó. Sin embargo, ese abrupto y definitivo final no impidió que el R12 Alpine se convirtiera en un auto de culto, cuyo legado perdura como un símbolo de la innovación local en el automovilismo argentino.
El Renaut 12 perdura como un emblema en la industria automotriz argentina. Entre 1970 y 1994, se produjeron 440.000 unidades en Fábrica Santa Isabel, la icónica planta que la marca tiene en las afueras de la ciudad de Córdoba, y que en este 2025 está cumpliendo 70 años desde el inicio de sus actividades.
Por eso hoy, mientras Colapinto se prepara para regresar a la Fórmula 1 de la mano de Alpine, también se pone en marcha una memoria compartida: la de aquel sueño argentino sobre ruedas que, con alma de taller criollo y espíritu de competición, demostró que la pasión por correr no entiende de épocas ni fronteras.
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