Juguetes inadaptados: cuando no hay una única forma de entretenerse

Cuando Marcos Alarcón tenía seis años, veía un potencial avión en el envase del champú. Con maderitas le armaba la hélice y empezaba a volar por ese reducto maravilloso e ilimitado que es la imaginación. “Después, empecé a tener la costumbre de armarles chiches a mis amigos”, recuerda. Fue el principio de todo. Desde ese momento, Marcos Alarcón nunca dejó de fabricar juguetes; para él, para su familia -y más tarde- para todos los adultos y niños que quisieran tener su Juguete Inadaptado.

Estudió profesorado de Artes Plásticas y además es escultor, con lo que su fascinación por el juego y su profesión le abrieron el camino para iniciarse en el emprendedurismo. Así nacieron estos juguetes obras de arte que no se adaptan a un único concepto de juego, ni a un estereotipo ni a una misión sola. “Además estos personajes son inadaptados porque son antihéroes, a todos les pasa algo, son re perdedores y freakis”, ríe el artista que se quedó dos ejemplares para él. “Un nene ñono en calzoncillos muy parecido a Woody Allen y un robot deprimido”, comenta.

Así como las creaciones de Marcos no se encasillan en un solo recuadro, tampoco tienen un público exclusivo. “A veces los adultos también me los compran para ellos, como objetos de decoración, como obras artísticas, o simplemente porque les gustan”, explica.

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Taller adentro

Marcos tiene un taller donde fabrica sus esculturas y la producción de personajes que llega a ser de 250 juguetes al mes. Con tornillos, alambres, con acrílicos, con resinas engomadas, y maderas varias, le ha dado vida a no sabe ya cuántos chiches que guardan un estrecho vínculo con el toy art, el arte precolombino y las semblanzas timburteanas.

"El movimiento del cual surgen estas creaciones se ubica en Japón, pero siempre podemos adaptarlas a la cultura precolombina y local; porque en realidad lo fuerte del movimiento es valorar al juguete con un objeto artístico”, afirma. Las ideas que luego se plasman en los objetos parten siempre de un boceto o de una historieta que Marcos recrea en sus cuadernos con reincidente inspiración.

“Yo me imagino al personaje a partir de una historia, lo dibujo, lo nombro, pongo lo que le pasa, lo que siente, en lo que fracasa y lo que va a hacer; y de ahí en adelante, recién lo puedo volcar en un objeto físico que va a ser el inadaptado”, relata. “Este, por ejemplo -dice señalando un antihéroe rojo en muletas- se llama Clash, iba tan rápido que se la dio con un árbol”, bromea.

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Las creaciones en medio del aislamiento

Ahora que Marcos no puede dar los talleres de arte para niños por el aislamiento obligatorio, y que sus “alumnitos” tienen cada vez más sed de creación, es que se le ocurrió aprovechar ese feed back que guarda con su público. Así es que los peques se comunican con él por intermedio de sus padres y le envían un boceto de un muñeco que quieren que Marcos les fabrique.

“Me mandan el dibujo, yo tomo ese boceto y se los transformo en un chiche; o sea que ellos después van a tener el juguete del personaje que ellos mismos idearon. Es fantástico”, explica. En relación al uso de las pantallas el joven emprendedor es inclusivo de las mismas. Porque para Marcos, cuando de jugar se trata, no hay una verdad absoluta, sino más bien “una filosofía de la libertad”.

“Es re loco porque la pantalla también tiene algo muy lúdico, la valoro. Muchas veces los niños se sacan una foto con su inadaptado y me cuentan que le cambiaron el nombre y arman toda una historia con eso. Yo creo que en el mundo en que vivimos sería raro pensar que lo lúdico sólo se puede generar con algo tangible; eso ya se rompió, estamos integrados totalmente”, concluye.