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Un viaje a la Palpadance, la fiesta que nació en el patio de una casa y copó el Neuquén Rugby Club

Nicolás Mandelli reveló detalles de un evento único que se generó entre amigos y vecinos en su casa familiar del barrio Jardines del Rey. En 2018, la fiesta llegó a convocar a más de 20 mil personas.

Durante la década del 2000, Ticket, el boliche que se ubicó sobre Avenida Olascoaga y Purmamarca y marcó un antes y después en la noche neuquina, era el sitio escogido por miles de jóvenes que los fines de semana pedían pista. Sin embargo, buscando cambiar la onda y disfrutar del aire libre, el patio de la casa de la familia Madelli en Jardines del Rey sería el despegue de algo que se convertiría en una de las fiestas más convocantes que marcó a toda una generación: Palpadance.

Si bien todo se inició en el 2009 espontáneamente y de forma descontracturada entre los vecinos del barrio, la convocatoria fue aumentando en cada nueva edición y llegó a congregar 14 mil personas en el predio de Neuquén Rugby Club.

Nicolás Mandelli, uno de los principales referentes de lo que fue la Palpadance, hizo un viaje a esos años “dorados” y dio detalles sobre cómo surgió esa especie de fenómeno neuquino que gestó cuando atravesaba sus veintipico de años. “Éramos medios inconscientes, pero nunca tuvimos miedo”, dirá Nico con una cuota de humor y todavía sorprendido, por lo que significó ese evento multitudinario que siempre se celebraba para las fiestas de fin de año.

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“Palpadance nació como un festejo de vecinos en el patio de la casa de mi madre sobre la calle Palpalá 376. La primera edición fue muy íntima: asistían únicamente conocidos de la cuadra. En mi casa somos una familia de seis hermanos y todos teníamos amigos en el barrio. Para no salir siempre a Ticket y hacer algo distinto al aire libre decidimos tomar el patio”, reveló Mandelli.

“En 2010 hicimos la primera edición y utilizábamos el baño de casa. Mi vieja se puso como loca. Al año siguiente pusimos un baño químico en el garaje y volvimos hacer lo mismo, pero del lado de la calle”, acotó.

Para concretar esa segunda edición, Nicolás y el grupo de amigos que lo acompañaba, hablaron con los vecinos, y de común acuerdo decidieron cerrar la calle. “Invitamos a todas las familias a bailar con nosotros. Pero después comenzó a caer gente de las calles Uspallata y Aconcagua”, agregó.

Libres y comunitario

Para ese entonces, el número de personas pasó a ser de 150. Eso motivó que la fiesta dejara el domicilio de los Mandelli y se mudara a la esquina de Palpalá y Pino Hachado.

Uno de los sellos de Palpadance fue siempre su espíritu libre y comunitario: cada asistente traía su heladerita, su reposera, e incluso piletas desarmables (Pelopincho) y bolsas de hielo. El lema era claro: "Traé tu heladerita y que solo el amor salve al mundo". Era un picnic barrial masivo, sin distinción de edades.

“Generalmente, las edades de la gente que venía iba de los 23 a los 28, 30 años, pero también estaban presentes los padres. Poníamos una mesa y cada uno llevaba el pan dulce, las garrapiñadas. Cuando se hizo todo más masivo tuvimos que avisar a la Policía, vecinos, para pasar a usar la intersección de Palpalá y Cipreses”, añadió.

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El número de personas creció y la fiesta dejó el domicilio de los Mandelli y se mudó a a la esquina de Palpalá y Pino Hachado. Luego se trasladó a Palpalá y Los Cipreses, en donde asistieron 1.500 jóvenes.

El número de personas creció y la fiesta dejó el domicilio de los Mandelli y se mudó a a la esquina de Palpalá y Pino Hachado. Luego se trasladó a Palpalá y Los Cipreses, en donde asistieron 1.500 jóvenes.

“Fue siempre dentro del barrio (la fiesta). Junto a amigos y vecinos, veinte días antes de las fiestas de fin de año organizábamos sorteos regalando cosas de los mercaditos del barrio para recaudar fondos y poder pagar baños químicos y luces. El sonido y la electricidad eran prestados por vecinos. Tapábamos las luces de la calle con cajas de cartón para generar una mejor ambientación”, describió y, agregó: “Decidimos regalar 1.000 latas de cerveza que repartimos desde una camioneta. Cerrábamos las cuatro esquinas, poníamos música, y hasta mi novia animaba desde arriba del vehículo. A la mañana siguiente, nos reuníamos todos a limpiar”, contó Nico.

Haciendo historia en la barda

Cada año la convocatoria se multiplicaba. En una de las ediciones llegaron a asistir 1.500 personas y comenzaron a tener problemas con los habitantes de Jardines del Rey. “Medio que se desbordó porque había chicos que meaban en las veredas y algunos después se quedaban dormidos en el césped que se encontraba en el frente de las viviendas. Además, venían madres y nos cortaban la música. Ya se había vuelto un quilombo”, confesó.

“Nos poníamos a mirar desde las esquinas y venía gente caminando de todos lados. Era impresionante lo que pasaba. Después el after lo hacían en la zona de río Grande”, acotó.

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Palpadance en el predio de la pista de Motocross. Año 2011.

Palpadance en el predio de la pista de Motocross. Año 2011.

En 2011 la apuesta fue a lo grande porque la cantidad de personas iba en aumento y parecía no tener techo. Algo delirante para esa época, Nico y compañía eligieron trasladarse a la barda con la Palpadance… sí, ¡a la barda!: “Nos fuimos a la pista de motocross”, exclamó risueño Manadelli que todavía se sigue sorprendiendo por lo insólito del hecho.

“Alquilamos sonido e iluminación. Y pusimos dos parlantes potenciados, cuatro cabezas móviles. Fueron 3.000 personas y la entrada a la fiesta salió 50 pesos. Mis suegros eran los encargados de cobrar el estacionamiento. Había un grupo electrógeno para todo eso”, rememoró. “La noche de Navidad me quedé durmiendo en la barda para cuidar todas las luces, parlantes y otras cosas que se había puesto”, acotó.

Generalmente, la gente que acudía eran neuquinos conocidos entre sí, y en esa época nunca hubo algún tipo de problemas, ante la sumatoria de jóvenes que ya había adoptado la festividad. “Venían chicas en taco caminando desde el centro con sus heladeritas. Había muy buena onda, muchos conocidos y se compartía todo. Fue increíble porque no sé si hubo otra cosa igual en la barda”, resaltó.

No paraba de crecer

La Palpa, como la llaman los que fueron desde la primera hora, iba tomando relevancia y el boca a boca seguía haciendo estragos: “Del predio de motocross en 2012 nos fuimos al club de Entrerrianos, en la Linares al fondo. Ahí metimos 5.000 personas en la noche de Navidad y 6.000 para Año Nuevo. En esa fiesta no dejábamos ingresar botellas de vidrio, entonces la gente llegaba con las heladeras y las ponía en el medio de la pista con alcohol y hielo. También ponía las bebidas en una frapera tipo sombrero. Después repetimos en 2013 en el mismo predio y un año después nos fuimos al club Alemán (sobre calle Figueroa)".

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El lema de la fiesta era claro:

El lema de la fiesta era claro: "Traé tu heladerita y que solo el amor salve al mundo". Era un picnic barrial masivo, sin distinción de edades. "En las primeras fiestas que se dieron en el barrio llegamos a regalar 1.000 latas de cerveza que repartimos desde la caja de una camioneta", contó Mandelli.

A esa altura, con la fiesta instalada en los clubes, los organizadores comenzamos a cobrar un valor simbólico de $200, que incluía una consumición y hielo si la gente lo necesitaba. “Venían de Cipolletti, Plottier, Centenario”, contó.

Regalos, el apoyo familiar y la fiesta de colores

Nico no solo prestaba atención a temas que tenían que ver con la iluminación, sonido o música. También se ocupaba de otros detalles que hacían que La Palpa fuese única: “Repartíamos CDs con los temas de la fiesta, invertíamos en cotillón, pelotas gigantes, inflables, golosinas, comida. Hasta organizamos una competencia de decoración de heladeritas. Todo el tiempo recibimos donaciones de amigos y comercios del barrio como NeuCor (fábrica de envases), que nos regaló heladeritas y cajas para los sorteos. Siempre regalábamos algo y eso no existía en ningún lugar”.

“Antes de la fiesta en la pista de motocross regalábamos alcohol. Tenía un buen trabajo y siempre ponía plata de mi bolsillo para que no faltara nada. Mis amigos del barrio siempre aportaron ideas y acompañaron. Muchas familias como San Martín, Freisa, Ceseracciu, todos poniendo sus casas para reuniones para mejorar”.

Historia de la Palpadance.mp4

“Nuestras familias participaban activamente en taquilla, en barras, y hasta poniendo música. Nuestros padres recibían a miles de personas en la entrada y el evento se sostenía gracias al compromiso colectivo. Luego de cada edición hacíamos un gran asado con nuestros padres que habían acompañado y aguantado todo”.

Quien fue la encargada de la música en el arranque de las fiestas fue una ex novia de Mandelli: “Mi ex ponía música los primeros cinco años y después ya teníamos un dj que se llama Juani Moscetta. Una vez trajimos dos dj de Buenos Aires porque hicimos en 2019 una Palpadance en el Holliday –ubicado en el acceso del Aeropuerto- donde se tiraron polvos de colores. Juntamos 7.000 mil personas”, detalló.

Neuquén Rugby, punto final y ¿se abre una puerta?

En 2015 Palpadance tuvo su pausa y un año después no se pudo continuar con una nueva edición porque el clima no acompañaba. Fue el predio de Neuquén Rugby Club que recibió una nueva y gran celebración, aunque el destino quiso otra cosa. “Creo que no teníamos techo. Para Navidad fueron 10 mil personas y en Año Nuevo 14 mil”, recordó.

Una fuerte pelea entre jóvenes fuera del predio del Neuquén Rugby Club de alguna manera puso punto final a la Palpadance. Lautaro Bettini, un chico de 20 años, fue golpeado con un ladrillo en la cabeza y debió ser internado.

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“Frenamos porque pasó ese feo accidente. Creo que no teníamos límite, pero en dos noches superamos las 20 mil personas. Una vez se habló de hacer la fiesta en Bariloche y Villa La Angostura, pero se frenó ahí. Después en Neuquén se dejaron de hacer eventos al aire libre por siete años”, contó Nico.

El inicio de la Palpalá marcó el camino de Mandelli, quien actualmente sigue con la producción de eventos. “Todavía me cruzo a mucha gente que me reconoce y me pregunta ‘¿Cuándo vuelve La Palpa?’”, reveló.

“Palpadance surgió como una alternativa real, accesible, para festejar Navidad y Año Nuevo, en un momento donde los boliches eran caros y muchos jóvenes volvían a Neuquén solo por las fiestas. Queríamos que nadie se quedara afuera. Ese fue, es y será siempre nuestro motor”.

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