Día de la Independencia: la curiosa propuesta de Manuel Belgrano y la urgencia de José de San Martín
El Congreso General Constituyente reunido en Tucumán rompió definitivamente con el dominio español en las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 9 de julio de 1816, el Congreso General Constituyente en Tucumán proclamó la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El momento fue decisivo en la construcción de una nación que buscaba romper definitivamente con el dominio español, en un escenario signado por debates sobre su forma de gobierno, presiones militares y un contexto internacional en plena restauración monárquica europea.
El Congreso, instalado el 24 de marzo en la casa de Francisca Bazán de Laguna, reunió a representantes de las provincias —ausentes algunas del Litoral y Córdoba enfrentadas a la causa centralista— y se abocó a definir la independencia y formas institucionales.
Cronología de la declaración de independencia
La declaración fue el cierre de un proceso que comenzó en 1810 con la Revolución de Mayo, impulsada por la crisis de la corona española tras la invasión de Napoleón y la abdicación de Fernando VII.
Durante los primeros seis años, Buenos Aires atravesó diversos gobiernos (Junta, Triunviratos, Directorios) y enfrentó conflictos internos. La convocatoria al Congreso de Tucumán en 1816, tras la caída de Alvear, buscó dotar de legitimidad institucional al proceso emancipador.
La convocatoria para la declaración de la independencia surgió en 1815, tras la caída del Director Supremo Carlos María de Alvear y la elección de Ignacio Álvarez Thomas como reemplazo. El Congreso fue instalado en San Miguel de Tucumán por razones estratégicas: era una ciudad central, alejada de las disputas entre Buenos Aires y el Litoral, y ofrecía condiciones logísticas para reunir a los diputados.
Participaron inicialmente 33 representantes de las provincias del antiguo Virreinato del Río de la Plata, aunque no todas concurrieron. Las provincias bajo la influencia de José Gervasio Artigas, como la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Misiones, se negaron a enviar delegados por estar enfrentadas con el gobierno central. Aun así, hubo presencia de Cuyo, el Alto Perú, el Noroeste y Buenos Aires.
El Congreso comenzó a sesionar el 24 de marzo de 1816 en la casa de doña Francisca Bazán de Laguna. Se eligió como presidente a Francisco Narciso de Laprida, de San Juan, y como vicepresidente a Mariano Boedo, de Salta. Los secretarios fueron Juan José Paso y José Mariano Serrano. Entre los diputados más activos se encontraban Pedro Medrano (Buenos Aires), Tomás Godoy Cruz (Mendoza), José Andrés Pacheco de Melo (Salta), Esteban Agustín Gascón (Charcas) y Pedro Miguel Aráoz (Tucumán).
Los temas tratados en los primeros meses fueron diversos: recursos militares, relaciones exteriores, organización interna y economía. Sin embargo, la necesidad de una definición política clara se volvió urgente. San Martín y Belgrano, desde el frente militar, presionaban por una proclamación de independencia. En una carta a Tomás Godoy Cruz, San Martín -por entonces gobernador de Cuyo- le expresó: “¿Hasta cuándo esperaremos para declarar la independencia? No es posible retroceder”.
El 9 de julio de 1816, los diputados se reunieron en sesión extraordinaria. La propuesta fue presentada formalmente por Juan José Paso: declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata respecto de la monarquía española. Hubo un debate que duró varias horas. La mayoría estuvo de acuerdo, pero algunos, como Medrano y Gascón, plantearon reservas sobre las consecuencias internacionales. Finalmente, se aprobó por unanimidad la moción.
Fue el presidente del Congreso, Francisco Laprida, quien formuló la histórica pregunta: “¿Queréis que las Provincias de la Unión sean una nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli?”. Todos los presentes respondieron afirmativamente, y se redactó el Acta en castellano, que fue firmada ese mismo día por los diputados. Días después, el 19 de julio, se incorporó la fórmula “y de toda otra dominación extranjera”, a pedido de Pedro Medrano, para ampliar el alcance de la declaración.
Plan del Inca
Durante la sesión del 6 de julio, Manuel Belgrano planteó una propuesta que hoy puede sonar disruptiva, pero que en aquel momento no fue vista con malos ojos: instaurar una monarquía constitucional encabezada por un descendiente de la nobleza incaica, el llamado "Plan del Inca".
“Yo hablé, me exalté, lloré e hice llorar a todos al considerar la situación infeliz del país. Les hablé de la monarquía constitucional con la representación de la Casa de los Incas: todos adoptaron la idea”, registró el propio Belgrano, según indica el museo histórico que lleva su nombre.
La idea incluía restablecer prestigio histórico, lograr adhesión de pueblos indígenas y facilitar reconocimiento externo en un mundo donde las grandes potencias europeas solo aceptaban monarquías. El proyecto contaba con respaldo de José de San Martín y Martín Miguel de Güemes, quienes lo consideraban una vía práctica de cohesión.
Sin embargo, la propuesta causó rechazo especialmente entre los diputados de Buenos Aires. Según Tomás Manuel de Anchorena, “los diputados porteños preferían la república” y sintieron “sumo desprecio” por la idea.
Contexto internacional
La declaración se produjo en un momento crítico de reorganización europea, tras la derrota de Napoleón y el Congreso de Viena (1814-1815), que restauró monarquías del Antiguo Régimen. La Santa Alianza de Austria, Rusia y Prusia buscaba frenar movimientos revolucionarios, mientras Inglaterra, aunque no miembro, apoyaba la estabilidad política por intereses comerciales.
España, bajo Fernando VII, buscó recuperar sus colonias, aunque sin los medios militares para lograrlo. En contraste, las nuevas naciones americanas avanzaban en su independencia con respaldo británico.
Para los patriotas, declarar la independencia tenía valor externo: como afirma Tulio Halperín Donghi, fue “un mensaje a Europa: no era solo un cambio interno, sino ruptura definitiva”. El historiador José Carlos Chiaramonte añade que el acta y el formato institucional fueron herramientas clave para legitimar la nueva nación ante el mundo.
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