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Las batallas de Francisco: cumplir con lo prometido y no perder la lucidez para evitar el ocaso de Juan Pablo II

Tras la muerte del papa argentino, comenzó la rosca por el futuro cónclave para elegir al sucesor. Las dudas sobre lo que viene, donde no hay certezas de una Iglesia que supere a su último conductor.

La masiva preocupación de agnósticos y católicos por la salud de Jorge Mario Bergoglio fue un termómetro de la importancia que el Papa Francisco acumuló en los 12 años de conducción de la Iglesia Católica. Desde que el destino volvió a desafiar a su salud hace dos meses, el primer pontífice argentino, latinoamericano y jesuita de la historia peleó como pudo. Una neumonía lo golpeó duro y puso en riesgo su vida dos veces durante los 38 días que pasó en el Hospital Gemelli.

Con vitalidad, buscó salir de la internación lo más rápido posible, pero salió más frágil de lo imaginable. Aun así, buscó mantenerse en pie hasta los momentos más importantes de Semana Santa. Quizás fue semejante esfuerzo lo que terminó de debilitarlo, pero Francisco falleció después de un fin de semana donde puso el cuerpo más allá de sus propias fuerzas para estar presente desde el Jueves Santo hasta el Domingo de Pascua.

El féretro que tiene al cuerpo sin vida de Bergoglio ya está en la Basílica de San Pedro y se espera un funeral inédito en el Vaticano a partir de este sábado.

papa Francisco feretro

Pero hay otra procesión silenciosa que ya corre con velocidad. Será el trasfondo de las exequias de este fin de semana. Con el comienzo de la ceremonia para despedir a Francisco, arrancó la rosca para el próximo cónclave. Serán 135 los cardenales que elegirán al nuevo pontífice. De ellos, Bergoglio creó a 99, Benedicto XVI a 29 y Juan Pablo II a los 7 restantes.

La rosca del cónclave para la sucesión

Asoma una aparente mayoría bergogliana en ese consejo elector que dentro de poco se encerrará para elegir sucesor. La última elección en 2013, que terminó el 13 de marzo, fue la primera en 500 años que eligió pontífice después de una renuncia. En esa oportunidad, el alemán Joseph Ratzinger dimitió y dejó el cargo, luego de ser electo en 2005. Ese cónclave solo duró dos días, comenzó el 17 de abril y al día siguiente eligió al obispo germano que se sentó en el mismo trono que había ocupado Juan Pablo II hasta el 2 de abril.

Fue la última vez que se activó la sucesión de un papa después de su muerte. Ratzinger fue electo dos semanas después del fallecimiento del polaco Karol Wojtila y en esa rosca Bergoglio fue uno de los cardenales que estuvieron a un paso de ser elegidos en ese lugar. El argentino reunía los votos, pero declinó su candidatura en favor del aspirante alemán. Desde ese momento sobrevoló la versión de un pacto no escrito, donde Benedicto XVI llevaría las riendas de la Santa Sede con la posibilidad de renunciar en caso de que no lo acompañaran las fuerzas para llevar adelante su magisterio.

El Papa Francisco rezó junto a Benedicto XVI.

Hace 20 años que no hay un cónclave en Roma para elegir a un papa después de la muerte de su antecesor. En 2013 Ratzinguer presentó la renuncia. Fue la primera vez en 500 años que se activó un recambio papal por dimisión. Duró 24 horas y cinco votaciones que finalmente cristalizaron el enroque que había quedado pendiente en 2005. Desde aquel 13 de marzo Benedicto XVI que pasó a ser pontífice emérito y el hasta entonces arzobispo porteño fue electo el frente del Vaticano.

La mayor necesidad política que marcó la sucesión de Juan Pablo II en 2005 fue garantizar la elección de un papa que no fuera presa de su entorno a partir de la fragilidad de su salud. Los últimos años del pontífice de origen polaco estuvieron marcados por una larga agonía, donde un entorno marcó los tiempos de la Iglesia. Nadie pudo saber hasta donde el entorno de Juan Pablo II decidió por él en los momentos donde había perdido toda lucidez. Esa sombra marcó los debates electorales de 2005 y posiblemente fue el trasfondo de ese enroque que pareció cocinarse entre Ratzinger y Bergoglio.

Las dolencias de Francisco

Antes de transformarse en Francisco, el cardenal porteño dejó Buenos Aires a fines de febrero de 2013 y durante los 12 años de su papado no regresó a su tierra natal. A nadie le dolió más que al propio Bergoglio, que nunca encontró el momento propicio para pisar Argentina y no quedar atrapado en la coyuntura local. Sin embargo, Bergoglio cumplió con lo que había prometido en la elección de 2013. Su designación fue la puerta de entrada de la Iglesia Latinoamericana al Vaticano y el desembarco de su sector más vital ante un clero europeo cada vez más envejecido y escuálido en fieles y seminaristas.

Bergoglio acompañó la misión que le asignaron con fuerza y concentrado en que ninguna circunstancia le arrebatara las riendas del mando del Vaticano. En sus 12 años de papado sólo tuvo un momento alejado cuando lo intervinieron del intestino y afrontó la última anestesia total de su vida. Después decidió evitar cualquier medida que le quitara lucidez o redujera su raciocinio.

francisco salida hospital

Con ese motor evitó nuevas visitas al quirófano que fueran intrusivas y le puso el cuerpo al avance de los años. Es lo mismo que hizo hasta los últimos días de su vida, concentrado en cumplir lo que había prometido a sus pares en las dos oportunidades que tuvo un cónclave: en 2005 y en 2013. En la segunda vez pudo aplicar el diagnóstico que ya había compartido en la primera y se empeñó por efectivizar cada uno de los acuerdos que selló para llegar al Vaticano. Su presencia implicó un giro inédito y desató la resistencia del sector más conservador del clero, que ahora se reagrupa para volver.

Veinte años después ha llegado otro momento y, a pesar del legado bergogliano, es muy posible que la Iglesia que viene no sea mejor que la que Francisco condujo hasta el domingo pasado.

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