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La Mañana Papa

Cónclave 2025: así es la Sala de las Lágrimas, el cuarto secreto donde lloran los papas

Está oculta, solo se abre tras la elección en el cónclave y pocos saben lo que ocurre allí dentro.

Mientras el mundo espera el humo blanco y la frase “Habemus Papam”, en el interior del Vaticano comienza un momento de intimidad absoluta. El elegido por el Colegio de Cardenales para guiar a la Iglesia Católica es llevado a una pequeña sala ubicada junto a la Capilla Sixtina.

Se trata de la llamada Sala de las Lágrimas, un espacio austero, cargado de simbolismo y emoción, que permanece cerrado durante años y solo se abre en los instantes posteriores a la elección de un nuevo papa.

El nombre no figura en ningún cartel. No aparece en los recorridos turísticos. Pero su existencia está documentada desde hace siglos, y su función es tan concreta como conmovedora: es el lugar donde el nuevo papa se aísla por unos minutos para asumir, en soledad, el peso de su nuevo rol.

Se la llama así porque, según relatan testigos del Vaticano, muchos de los elegidos se han quebrado allí, conscientes del desafío que tienen por delante. No es una sala de festejo, sino un espacio para el temblor, el silencio y la oración.

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Tres sotanas, una decisión

Dentro de la Sala de las Lágrimas, todo está dispuesto con meticulosa previsión. Esperan tres sotanas blancas de distintas tallas, preparadas por los sastres del Vaticano según las medidas promedio de los cardenales electores. También están dispuestas la muceta (esa capa corta sobre los hombros) y la estola, que el nuevo Papa utilizará minutos después para impartir su primera bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la Basílica de San Pedro.

La elección del atuendo es rápida pero no trivial: el Pontífice tiene apenas unos minutos para vestirse, mirar al espejo y emerger ante el mundo como jefe espiritual de más de mil millones de fieles. En algunos casos, como el de Juan Pablo II o Benedicto XVI, las lágrimas fueron visibles incluso al salir. Francisco, en 2013, se tomó más tiempo del habitual. Según versiones no oficiales, se quedó rezando en silencio antes de calzarse la sotana.

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Un vistazo a la Sala de las Lágrimas.

Un vistazo a la Sala de las Lágrimas.

Un instante suspendido en la historia

La Sala de las Lágrimas no figura en los protocolos, pero sí es parte central del rito. Allí, el tiempo se detiene. Afuera, el mundo espera. Adentro, el nuevo Papa comienza a procesar su nuevo nombre, su nueva identidad, su nuevo destino. Aunque los detalles son escasos —el secreto del Cónclave se extiende también a este cuarto—, algunos datos han trascendido con el correr de los pontificados.

En la sala hay un crucifijo, un misal, algunos bancos, y a veces un asistente que lo ayuda a vestirse. Pero el momento es, sobre todo, del elegido, del nuevo Papa. A veces entra llorando, a veces sale en silencio. Lo cierto es que nadie llega igual a ese lugar, y nadie sale igual después.

Este cuarto escondido en el corazón del Vaticano representa un umbral: del anonimato a la eternidad, de la elección a la exposición mundial, de cardenal entre pares a líder de una de las instituciones más antiguas del planeta. Y todo comienza, o termina, con lágrimas.

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