Soledad Bonet: de la barra de Juanito a ser la voz de los artistas en la radio neuquina
Carismática, divertida, talentosa, hizo del aire su forma de vida y del estudio un espacio de cultura colectiva.
Antes de recibir al fotógrafo de LMNeuquén, Soledad Bonet se pone a buscar en el placar qué ropa ponerse. Tiene mucha: la mayoría suele heredarla de tía, madre, amigas. No le da lo mismo, es de las personas que saben lucir una prenda, sea de diseño o reciclada. “Me voy a correr un poco del negro”, dice, y elige un sweater azul eléctrico muy de invierno. Cuando llega a la radio, Paulina Tarantino, la productora de su programa, le dice: “Ay Sole, pero parecés un muñeco, estás muy graciosa”. Entonces Sole, se ríe a carcajadas. Y después se pasa todo el día subiendo a sus redes memes de ella misma con el sweater.
Es periodista, comunicadora, conductora, pero ante todo es la que puede convertir lo incómodo en oportunidad, la que puede descubrir con facilidad la luz en todas las cosas y hacer de eso un disfrute colectivo. Hace 20 años que encontró en la radio un lugar para poner a latir su corazón. Hizo del estudio una cofradía donde el inmenso campo cultural neuquino tiene voz y donde la risa es un alimento común para resistir la realidad.
—La risa para mí es muy importante. Siempre fue lo que me ayudó a salir de muchas situaciones. De hecho, mi familia maneja bastante el humor. Me considero una persona divertida, siempre estoy buscando el remate. Siento que mi vida tiene todo el tiempo un remate. Si hay un buen chiste para meter, voy a hacer lo posible para hacerlo. Así es más fácil lidiar con la realidad, llegar a otros. La gente que me conoce me dice que cuando está conmigo se ríe, entonces yo me lo tomé en serio, me lo temé como una responsabilidad.
Cuando se enciende la luz
De alguna forma Sole siempre supo que lo suyo comienza cuando se enciende la luz. Aire; a escena; luz, cámara, acción. No fue casual, caminó el mundo del arte y el espectáculo desde muy pequeña. Aunque la certeza de la radio llegó mucho después, siempre disfrutó e anheló estar en escena. En su casa se escuchaba mucha música, con una madre y un padre fanáticos de Serrat, pero sobre todo con una madre profesora de piano, que le enseñó las sutilezas de la música clásica.
Vinieron con su familia a vivir a Neuquén cuando Sole iba a empezar la primaria. Pasó largas horas de infancia en el negocio de iluminación que tenía su familia en el centro, y otras tantas recorriendo, charlando, visitando lugares en los intervalos de las pequeñas misiones que le daba su mamá para que no se aburriera. Los miércoles, cuando llegaba el momento de cerrar el negocio, y la calle se iluminaba, su papá se iba a cenar con sus amigos y ella con su mamá se iban al cine. Pero muchas otras veces iban juntos al teatro, o salía a pasear con su tío que conocía muy de cerca el mundo del espectáculo.
—Un día íbamos a ver Drácula o El Fantasma de la ópera, y yo me entusiasmaba tanto que al otro día armaba en el living de casa mis obras de teatro. Acomoda todas las sillas en fila donde iba a estar mi público imaginario, ponía un horario, hacía flyers que salía a repartir por mi casa. Entonces venía mi abuela; generalmente el público eran mi abuela y el perro. Cuando tenía muchas cosas que mostrar, conseguía que se sumara mi abuelo –ellos vivían con nosotros- mi papá y mi mamá. Venían, hacían cola, los hacía pasar, los ubicaba, apagaba las luces y cuando estaba todo listo las volvía a aprender.
Cuando fue más grande y llegó la hora de elegir un destino, aunque la entusiasmaba muchísimo la idea de estudiar biología marina o algo relacionado a los animales -a los que también ama- todo ese recorrido previo se encendió como un camino.
—No sabía muy bien si quería estudiar comedia musical, teatro, cine, televisión. Era como un combo que no podía definir bien, así que por las dudas hice todo, porque estudié comedia musical, cine, teatro, canto, seminarios de clown y cosas. Si vos ves mis títulos, son muy bizarros. Cosas chiquitas y cosas grandes, pero siempre que empecé algo, lo terminé.
Amor por la radio
Entre todos los proyectos que encaraba, entre sus idas y vueltas a la ciudad, siempre estaba presente Juanito, el bar emblemático que su papá, Lubi Bonet, tenía en la Diagonal 25 de Mayo y que sostenía con ayuda de toda la familia. A Sole le tocaba estar atrás de la barra, pero era mucho más que un laburo, era una forma de transitar una época, de leer la noche y lo que sucedía con la identidad nocturna de más de una generación de neuquinos. Y aunque le encantaba, no era su proyecto.
—Terminé de estudiar teatro en el IUPA y me fui un tiempo a Buenos Aires, pero me tuve que volver. Mi papá en ese momento tenía un espacio en Radio Libertad los viernes de 7 a 10 de la noche. El DJ de Juanito pasaba música y el encargado del bar hacia el programa. La cosa que mi papá me quiso enganchar con ese proyecto para que no me fuera de Neuquén. Y yo me enganché. Me acuerdo que le dije a mi amiga Gabi: yo quiero que hagamos un programa donde difundamos todo lo que hay de movida cultural acá. Creo que fue la primera vez que tuve una idea tan clara en mi vida.
En enero de 2005, Sole comenzó a darle vida al dial con Ruda Macho. Al poco tiempo, el programa de los viernes que estaba previsto para los meses de verano, se convirtió en un programa diario, que se ganó sus 3 horas de lunes a viernes. Siempre desde una construcción colectiva, fue mutando con los años y abrazó a un sinfín de gente que fue parte de eso: amigos, compañeros del IUPA, compañeros de vida, poetas, músicos, djs.
No fue sólo un programa de radio, se volvió un refugio para la gente que estaba por ahí creando desde el arte y que así como algunas veces había aterrizado por las noches en Juanito, ahora lo hacía en ese espacio que Sole había encontrado en el aire.
—Hoy por suerte hay un montón de programas culturales, pero en ese momento no eran tantos. Buscamos referencias, tratamos de presentarme a los colegas con el mayor de los respetos, aprendimos mucho de ellos, pero lo que me impactó y me entusiasmó es lo cómoda que empecé a sentirme al aire.
Cuando el tiempo de Ruda Macho terminó, como corresponde a las etapas fundantes, Sole tenía la posibilidad de volver al bar o salir a buscar trabajo. Consiguió un espacio en Cumbres, donde armó El Almacen, una suerte de nuevo Ruda pero en otra casa y otra impronta. Durante esa etapa, se decidió a estudiar periodismo. “Era una forma de decir y decirme: esto va en serio”, dice.
Margaritas a los chanchos
Cuando terminó de estudiar, fue convocada por FM Capital, la radio municipal de Neuquén, donde hace 2.300 programa construye Margaritas a los Chanchos, que no sólo es un espacio para la cultura, es un magazine con un tamiz particular, una forma de encontrarte con la realidad un poco menos cruda, un poco más amorosa.
—Vos sabés que si escuchás Margaritas a los Chanchos, vas a escuchar o a un artista que toca, o a un fotógrafo, o a alguien de cine, o a alguien de palo de la cultura. Considero que fue una gran apuesta de la radio permitir ese programa, que se convirtió en la segunda mañana de la radio hace ya 12 años. Y agradezco la libertad absoluta que me dieron siempre. Capital es una radio hermosa, es una radio que amo.
No lo hace sola, hay un equipo que integran Paulina Tarantino en producción, Darío Salazar en operación y Javier Marcucci como co conductor, co equiper y dupla voladora.
—No hay lugar donde me sienta más cómoda que en el aire y con este equipo. Siento que se prende esa luz y yo me siento gigante, poderosa, feliz. Cuando murió mi papá, a mí me costó volver porque sentía que había perdido la chispa, la magia. La radio es un poco como estar atrás de la barra de un bar: no importa lo que a vos te pase, vos estás para recibir, para proponer. ¿Cómo vuelvo a Margaritas tan triste? Con mi papá muerto por la pandemia, que no podía ni hablar sin llorar. Bueno, un día decido que sí y ahí en el aire algo se abrió, algo se exorcizó: eso es la radio para mí.
Margarita no es sólo el programa siempre disponible para difundir lo que el entramado cultural neuquino hace, un espacio de buenas noticias o un lugar para tensionar desde lo constructivo. También es una decisión, una forma de pensar la ciudad. Pero sobre todo, es el escenario donde Sole se saca el traje cotidiano y se convierte frente al micrófono en quien realmente es.
—Me gustaría que mi carrera siga creciendo. Me parece que hay nichos como la tele, el streaming, que todavía no exploré y me gustan. Pero lo que más quiero es tener siempre la posibilidad de que se prenda esa luz roja para decir algo. Me gustaría que eso no me falte nunca y creo que es lo que más miedo me da en la vida, porque siempre hay algo bueno e importante para decir.
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