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La Mañana Río de Janeiro

Las polémicas prohibiciones que quieren aplicar en las playas de Río de Janeiro

El intendente Eduardo Paes impulsa una medida que podría borrar parte de la identidad carioca, y ya desató la polémica.

El gobierno de Río de Janeiro, en Brasil, avanza con un plan para reorganizar la vida urbana en zonas clave de la ciudad. Con el objetivo de mejorar la seguridad, preservar el medioambiente y reducir el descontrol en espacios públicos, el intendente Eduardo Paes propone una serie de medidas que afectan de lleno a la actividad comercial y cultural, pero también le dará otra cara a las playas, que no es la esperada por los turistas.

Aunque el proyecto busca imponer reglas claras para el uso del espacio público, la forma elegida genera un fuerte rechazo. Lejos de una reorganización progresiva, muchos la describen como una política de arrasamiento. Se apunta especialmente contra los puestos ambulantes que ofrecen jugos, choclo, coco o pareos de playa, y también contra expresiones populares como la música en vivo en plazas, veredas y sectores costeros.

La crítica no parte solo del sector afectado, sino que alcanza a amplios sectores sociales que consideran que se está mutilando parte de la identidad carioca.

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Control urbano con sabor amargo

Las nuevas reglas impulsadas por la intendencia incluyen la eliminación de nombres tradicionales en los quioscos playeros. En su lugar, se los identificará con números. Es decir, se acabó "Onda Azul", "Milho Carioca" o "Sereia Tropical": ahora serán simplemente "Puesto 14", "Puesto 33", y así sucesivamente. Para muchos vecinos y turistas, esa simple modificación borra vínculos afectivos y referentes culturales.

Hay locales que sobreviven más por su historia que por su ubicación. Quitarles el nombre es quitarles su lugar en el imaginario carioca.

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Rio de Janeiro y su postal más tradicional.

Rio de Janeiro y su postal más tradicional.

Además, se prohíbe la música en vivo en espacios públicos no habilitados. Eso no afectará a espectáculos internacionales como el reciente show de Lady Gaga, pero sí alcanzará a quienes animan las calles tocando "a la gorra". Esas intervenciones espontáneas, lejos de ser vistas como desorden, forman parte del alma callejera de Río. Las nuevas normas las silencian en nombre de la tranquilidad, aunque su impacto sobre la seguridad sea discutible.

Trabajar en la playa: un modo de vida en jaque

Uno de los puntos más sensibles de la reforma tiene que ver con el empleo. La ciudad tiene una amplia economía informal. Miles de personas viven de lo que venden al paso en la playa o en las avenidas costeras. Muchos son vecinos de favelas cercanas que encuentran en esas tareas su principal fuente de ingreso. Para ellos, la venta ambulante no es un privilegio: es su forma de subsistir.

Eliminar esos espacios de trabajo sin ofrecer alternativas concretas puede empujar a muchos al desempleo o, peor, a caer bajo la órbita de redes delictivas que operan en los márgenes de la legalidad. Por eso, organizaciones como el Instituto Brasileño de Ciudadanía ya presentaron acciones legales para frenar las medidas, denunciando que atentan contra el derecho al trabajo.

¿Qué pierde Río de Janeiro cuando se uniforma?

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El debate no se reduce a una cuestión de empleo o legalidad. Río de Janeiro es una ciudad atravesada por símbolos. La música de Vinicius y Tom Jobim, los puestos de comida en la arena, los nombres de quioscos que pasan de boca en boca, forman parte de un paisaje que mezcla historia, color y resistencia. En 1962, la "Garota de Ipanema" inspiró un himno global que aún hoy identifica a la ciudad. Ese tipo de relato nace de lo cotidiano, de lo espontáneo. Si se imponen reglas que borran esas huellas, ¿qué queda para las próximas temporadas?

El desafío de ordenar no debería implicar vaciar. Río puede y debe buscar soluciones para el caos urbano, pero sin anular lo que la hace única. Las medidas que tienden a uniformar, a numerar, a callar, corren el riesgo de transformar la “ciudad maravillosa” en una postal sin alma.

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