"Mi camino como puericultora comenzó con el nacimiento de mi hijo, Agustín, hoy de seis años", cuenta la joven de 33 años nacida y criada en Chos Malal.
Hay experiencias que marcan un antes y un después en la vida de una persona. Se las conoce como experiencias transformadoras, porque obligan a replantear la existencia, las prioridades y el modo en que se enfrenta la propia vulnerabilidad. Para Ayelén Edith Catalán, una joven de 33 años nacida y criada en Chos Malal, ese punto de inflexión llegó con el nacimiento de su hijo Agustín.
A partir de ese momento, decidió dedicarse a una disciplina poco visibilizada pero esencial en los primeros años de la infancia: la puericultura. Esta práctica, íntimamente ligada a la lactancia materna, se convirtió en su vocación y en el motor de una vida nueva.
Un parto revelador
“Mi camino como puericultora comenzó con el nacimiento de mi hijo, Agustín, hoy de seis años”, cuenta Ayelén. Antes trabajaba en la administración pública, y durante su embarazo se enfrentó a una serie de mitos que aún circulan en torno a la lactancia: que los pezones deben “prepararse” para amamantar, que una cesárea impide la producción de leche, entre otros tantos prejuicios.
“Yo ya sabía que iba a tener cesárea porque Agus estuvo siempre sentado, y en Neuquén no encontré ningún profesional que hiciera partos vaginales en podálica”, recuerda.
Durante los últimos meses de gestación, se unió a un grupo de embarazadas coordinado por la doula Marta Valz, quien la acompañó en el proceso y le brindó herramientas para transitar el parto y el puerperio. “Vivía sola en Neuquén capital, y ese espacio fue una gran contención. Me informé sobre el cuidado del recién nacido, me sentía preparada… pero no sabía nada sobre lactancia. Había oído hablar de las puericultoras, pero no les presté atención. Pensaba que no las iba a necesitar”, admite.
“Las Puericultoras somos profesionales de salud especializadas en Lactancia Materna y los cuidados de los niños desde que nacen hasta el destete o hasta que las familias lo decidan”, dijo Ayelén.
El destino, sin embargo, tenía otros planes. “Me preparaba para vivir un trabajo de parto, incluso si terminaba en cesárea. Pero desestimé la lactancia. Total, iba a cesárea, ya sabía que no iba a poder amamantar”, confiesa.
La nueva vida
La cesárea estaba programada para el miércoles 6 de marzo de 2019, pero Agustín se adelantó. El lunes 4, Ayelén comenzó a sentir contracciones. Vivió su trabajo de parto como lo había deseado: con su madre Patricia a su lado, dándole masajes, y con su doula al teléfono, guiándola con calma y afecto. “Llegamos a la clínica, y nació mi Agus. Ya en la habitación, lo prendí al pecho sin pensarlo. Pude amamantarlo”, relata con emoción.
Pero al día siguiente, las enfermeras le informaron que el bebé había perdido peso. Si no recuperaba con leche materna en pocas horas, le darían fórmula. “No me consultaron, no me brindaron información, me lo impusieron. Le dieron mamaderas sin preguntar si estaba de acuerdo ni ofrecerme opciones”, denuncia.
Al tercer día, justo antes del alta médica, llegó una puericultora para controlar la lactancia. Observó que el bebé estaba bien prendido y que recibía buen aporte de leche. Cuando Ayelén le comentó que le habían dado fórmula, la profesional reaccionó con sorpresa: “¿Por qué le dieron fórmula? Mamaderas totalmente innecesarias”. Esa frase quedó grabada en su memoria. “Su expresión de horror no me la voy a olvidar nunca”, dice. A pesar de ese comienzo abrupto, la lactancia fue exitosa: “Tuvimos una lactancia hermosa, sin dificultades, durante cuatro años y medio”.
El llamado de la vocación
A los pocos meses, Ayelén comenzó a preguntarse cómo había sido posible amamantar si le habían dicho que no podría hacerlo por haber tenido cesárea. Las palabras de aquella puericultora resonaban cada vez más fuerte. Como si se tratara de un mandato del destino, empezó a investigar, a tomar cursos, y finalmente se inscribió en la Diplomatura en Puericultura y Crianza. En paralelo, realizó capacitaciones específicas sobre lactancia.
“Casi al año del nacimiento de mi hijo decidí mudarme a Chos Malal, donde vive toda mi familia. Quería estar más acompañada y criar en un entorno más tranquilo”, cuenta. Allí comenzó a divulgar lo que estaba aprendiendo. “Con el boca a boca empecé a atender a mamás en etapa de lactancia de forma voluntaria. Intenté hablar con personal de salud, envié notas al director del hospital, pero nunca obtuve respuesta”, lamenta.
En 2022, dio otro paso importante: se mudó a Zapala junto a Agustín. Terminó la diplomatura rindiendo las prácticas clínicas en el Hospital Maternal Neonatal de Pilar, en Buenos Aires. Luego comenzó a atender de forma virtual y a domicilio. “Durante mucho tiempo trabajé ad honorem con mujeres gestantes y puérperas”, afirma.
La puericultura es un conjunto de saberes y prácticas orientadas al cuidado y desarrollo infantil. Proporciona a las familias herramientas para asegurar un crecimiento saludable en lo físico, emocional y social. Ayelén, ya recibida, se propuso visibilizar esta profesión. En 2023, conoció en un gimnasio de Zapala a Paolo Rizzoli, ingeniero biomédico, y Alexia Mejail, arquitecta, una pareja tucumana que se había instalado recientemente en la ciudad. Les habló de su trabajo y de su deseo de colaborar con el hospital local.
Abriendo puertas
Ayelén Catalán recuerda cómo ingresó a la recta final hacia este presente que la tiene ocupada y entusiasmada con el desarrollo de la puericultura, la modalidad que la introdujo al sistema de salud.
“Paolo (Rizzoli, ingeniero biomédico, conocido de Ayelén) trabajaba en el hospital de Zapala y se interesó en mi propuesta. Me ayudó a gestionar una entrevista para presentar un proyecto de pasantía ad honorem”, relata. Así, en septiembre de 2023, comenzó su pasantía en el hospital Dr. Jorge Juan Pose.
“Fue una oportunidad que me trajo mucho crecimiento profesional y personal. Un momento de mucha luz para esta profesión tan invisibilizada”, destaca. Durante cuatro meses, trabajó en los sectores de Pediatría, Obstetricia y Neonatología.
Finalizó sus prácticas en diciembre de 2023, pero durante todo 2024 continuó ejerciendo: brindó consejería en lactancia materna, participó en programas radiales, conversatorios con estudiantes del Profesorado de Educación Inicial del ISFD N°13, capacitó personal de salud y organizó actividades junto al hospital, incluyendo charlas prenatales.
“Es una profesión muy poco reconocida"
En 2025, Ayelén Catalán volvió al hospital de Zapala, esta vez con un rol más activo que en su anterior paso. Aunque por un período breve, colaboró con el equipo del Centro de Lactancia Materna.
Se enfocó en atender a madres con sus bebés recién nacidos en las habitaciones de internación conjunta, realizó consultas postnatales para resolver dificultades en la lactancia, ofreció charlas prenatales y participó en ferias para promover la donación de leche humana. También se encargó de recolectar leche en domicilios de madres donantes.
Actualmente, está desarrollando una propuesta interinstitucional junto a la Municipalidad de Zapala y el hospital de la localidad. “Presenté un proyecto para organizar la Semana Mundial de la Lactancia en la ciudad, del 1 al 7 de agosto. Será declarada de interés municipal y legislativo”, anticipa con entusiasmo.
Para cerrar su historia, Ayelén elige destacar el trabajo de todas las puericultoras. “Es una profesión muy poco reconocida. Aunque hoy puedo trabajar de forma remunerada, durante mucho tiempo lo hice ad honorem, como la mayoría de mis colegas”, afirma. En la actualidad, se está impulsando una ley para que la puericultura sea reconocida oficialmente y pueda integrarse al sistema público de salud.
“Todas las familias deberían tener acceso a este acompañamiento. La lactancia no es solo alimento: es vínculo, salud, prevención y amor”, concluye.
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