Familias Solidarias es un programa en el que niños son alojados por una familia temporalmente. El drama de dejar ir a un pequeño que vive años en tu casa.
Una niña de 4 años llega a un hogar de tránsito, luego de crecer sobreviviendo. Primero con una familia de la que aprendió que el "amor" se expresaba con golpes y después en un orfanato, donde la atención y la contención escaseaban.
Al abrir la puerta, acompañada por un equipo de profesionales, se encuentra con un mensaje ploteado en la pared: "mereces lo que sueñas". Esas palabras son las que la recibirán por los próximos dos años cada vez que entre a la casa de su familia de tránsito.
Compuesta por cuatro personas, esa familia le enseñará que el amor no duele, que ella no tiene que ser ignorada, que sus sentimientos importan y que, efectivamente, merece lo que sueña. Inclusive cuando la tragedia azotó a la familia, la niña sería la "chispita" que ayudaría a que se levanten de nuevo.
Susana Fornasari es contadora de profesión y experiencia; viuda y madre de dos chicas adolescentes. A sus 48 años decidió, junto a su marido, que quería ser parte del programa Familias Solidarias. En el marco de este programa gubernamental, dio tránsito por dos años a una niña de 4 años. Hoy, con 50, cuenta cómo esa nena dejó una huella imborrable en su vida.
"Nosotros vimos una publicación en el diario LMNeuquén hace no más de 2 años donde pedían familias. Había bebés, niños de dos, cuatro años, que necesitaban un hogar. Familias solidarias, el programa y había un mail. Y nosotros lo mandamos para anotarnos", contó Susana en una entrevista en su casa.
"Nos pareció que era un acto de amor y yo tengo la mentalidad que un niño está mejor en una casa que en un orfanato. Porque en un orfanato vos tenés un adulto para 10 niños. En cambio, nosotros éramos cuatro para un niño. Podíamos acompañarlo mejor, sostenerlo mejor", explicó.
Susana y Fernando -como se llamaba su marido- sabían muy bien que no estaban anotándose para adoptar a un niño. "Teníamos muy en claro que lo que queríamos era ser de tránsito", expresó. No pasó ni un mes de la inscripción que ya comenzaron el proceso de admisión para el programa. Consta de varios exámenes y entrevistas para que se determine que la familia es idónea para admitir a un niño que se encuentra en una situación compleja.
Antes de tomar la decisión definitiva, Susana y Fernando tomaron ciertos recaudos. "Nosotros nos anotamos desde bebé hasta 5 años porque el espacio no daba y tenía que ser una niña, porque iba a compartir habitación con nuestras hijas, ya que no tenemos una tercera habitación". Además, contó que hubo también que discutirlo con sus hijas, ya que ellas iban a tener que compartir su habitación. "Ellas tenían que dar el okay sí o sí", dijo Susana.
El complejo proceso de adaptación de una niña en tránsito
Susana contó que la satisfacción que da ver cómo una niña va acostumbrándose a una vida normal al venir de un entorno hostil no tiene comparación. "Llegó una niña rota y se fue feliz".
Sin embargo, en palabras de la mujer, "no todo fue color de rosas". A pesar de que la adaptación a su nueva casa fue rápida, vino con una cachetada de realidad para la familia: la niña tenía terrores nocturnos, le costaba dormir, hacía berrinches en los que golpeaba y rompía cosas y escondía comida. "Yo imagino que la mayoría de estos niños que están judicializados vienen de casos muy complicados, pesados", dijo Susana. "Están acostumbrados a vivir un tipo de vida, una realidad que a veces uno desconoce", agregó.
Uno de los métodos que fue efectivo para que, de a poco, la nena se adapte a una realidad en la que no tenía que sobrevivir fue repetirle un "mantra" de mensajes positivos. "Una de las cosas que yo hacía era tenerla arriba de mi falda y le decía tipo un mantra, 'porque te amo no te pego', 'porque te amo te respeto', 'porque te amo te cuido', 'porque te amo te abrazo', 'porque te amo te acaricio'", contó Susana. "Tuvimos que cambiarle ese chip con el que ella venía" expresó.
Una situación que Susana relató con detalle fue una ocasión en que vieron a la nena comiendo una frutilla cuando se habían terminado hacía una semana. Al comprobar que nadie había vuelto a comprar, comenzaron una especie de "requisa de dormitorio", en palabras de la mujer. "Ahí le encontramos el escondite. Eso nos causó impresión porque tenía fruta media podrida, sobrecitos de jugo, galletitas, cosas que nos habían desaparecido", contó.
En ese momento se sentaron a hablar con la niña: "primero obviamente se largó a llorar, entonces le dijimos 'no, no, no, no te estamos retando, simplemente quiero que sepas que acá si vos tenés hambre, tenés que pedir. O abrís la heladera y comés, pero no escondas cosas porque mirá -yo le mostraba- la frutilla estaba con moho casi'", relató.
Todos los baches con los que se encontraron durante la estadía de la nena fueron charlados con el equipo de profesionales del programa Familias Solidarias. "Están continuamente en contacto con vos y en caso de que necesites asesoramiento por algún motivo, sobre todo con la psicóloga, ellos te aconsejan, te contienen, porque hay cosas o eventos que te pasan con esos niños que con mis hijas yo no las viví", relató Susana.
La tragedia en medio del tránsito: Susana se quedó viuda
Aproximadamente un año después de que la niña llegara a sus vidas, una tragedia hizo que el día a día de la familia diera un vuelco. Fernando fue diagnosticado con un cáncer de hígado muy agresivo. En noviembre de 2024, le notificaron que era irreversible.
En ese momento, desde el programa se les consultó si preferían que la niña vuelva al hogar, teniendo en cuenta el terrible proceso de duelo que atravesarían a partir de ahí. La decisión fue unánime: la nena no volvería al orfanato. "Vivió ese duelo. Estuvo con nosotros, supo lo que era una pérdida", contó Susana.
Según relató, la niña le daba de comer en la boca a Fernando cuando él ya no podía alimentarse. Luego del fallecimiento de su marido, con quien estuvo casada por 23 años, Susana estaba devastada, pero la pequeña fue una luz que la acompañó: "Yo creo que ella también me ayudó a mí a levantarme porque uno después de un duelo es como que queda tirado. Y ella fue esa chispita también que uno necesitaba para levantarse y salir adelante. Era una payasita", dijo.
La triste pero esperanzadora despedida
Susana y Fernando nunca fueron los papás de la nena. Ellos rechazaron categóricamente ese mote. "Nosotros éramos sus tíos", explicó la mujer.
"Ella muchas veces decía: '¿Le puedo decir a mis compañeros que vos sos mi mamá?.' Y yo le decía: 'No, vamos a agarrar una cajita, vamos a poner la palabra mamá adentro, la palabra papá adentro, la vamos a cerrar y la vamos a guardar en el corazón. Esas palabras van a ser sagradas'", relató.
"El día que vengan tus papás adoptivos, ya sea una mamá, ya sea un papá, vos vas a decidir cuándo sacar esa cajita del corazón y la vas a abrir para usar esas palabras, porque es una palabra muy importante", le dijo Susana a la niña.
Cuando un niño está en búsqueda de una familia adoptiva, se escuchan sus preferencias para encontrar a los mejores candidatos posibles. Según contó Susana, la nena pidió que su familia se componga de mamá, papá y la posibilidad de tener mascotas. Además, pidió no tener hermanos más chicos y que le permitan mantener el vínculo con sus tíos. Eso achicó la búsqueda y, a finales de mayo de este año, conoció a su familia.
La mujer contó una anécdota del segundo día de vinculación tras conocer a sus papás. "Cuando yo la llevé a conocer a sus papás adoptivos, al segundo día de vinculación ante el juzgado, yo venía manejando en el auto y le pregunté cómo le fue. Ahí ella me dice: 'Tía, ya estoy lista para abrir la cajita para usar la palabra mamá y papá'. Yo me largué a llorar sin que me viera. Hacía un año habíamos hablado eso", relató Susana entre lágrimas.
"Hoy hacemos videollamada con ella y está feliz con su familia nueva", dijo emocionada.
La "tía" Susana: el perfil de una madre solidaria
Susana Fornasari nació en Concordia, Entre Ríos. Creció en una familia trabajadora. Según contó, su papá era un adelantado: "Él defendía mucho la igualdad. Yo era la hermana mayor con hermanos varones, más chicos que yo. Mi mamá decía 'vos sos mujer, tenés que levantar la mesa, tenés que lavar los platos' y mi papá decía, 'Los chicos también que levanten la mesa'.
"Nos hacía jugar a los cuatro al fútbol y cuando llovía jugábamos los cuatro a las muñecas. Yo aprendí a cambiar las ruedas del auto y mis hermanos a cocinar", relató Susana. "Decía, 'no importa si son varón, mujer, son todos iguales y tienen que hacer todo por igual'. Entonces, esa mentalidad como que me quedó", explicó.
En su adolescencia fue a una escuela católica de mujeres. Allí hacían actividades del Movimiento Eucarístico Juvenil. Entre ellas, había voluntariado en orfanatos. Fue allí donde tuvo su primer contacto con esa realidad. "Íbamos una vez a la semana, generalmente los domingos, a tocar la guitarra, a cocinar con los chicos. Y siempre había una persona y había 20 chicos. A mí siempre me pareció algo tan tétrico", contó Susana.
Esa es la experiencia que, más de 30 años después, la llevaría a ser parte de Familias Solidarias. "Los niños querían amor, querían abrazos, querían que les prestaras atención. Algunas nenas te pedían que las peines, otros que les suenes los mocos y eso siempre me quedó, esa espinita, toda mi vida". Originalmente, en caso de no poder tener hijos, iba a adoptar, pero llegaron sus hijas. Fue años después que volvió a ese pensamiento.
Al encontrar la nota en el diario, se retrotrajo a su adolescencia. Volvió a ser esa joven que hacía voluntariado en los orfanatos, que tocaba la guitarra y peinaba a las niñas del hogar. Ahí supo que ese era el próximo paso que quería dar y convertir su familia en una familia solidaria.
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