Fue todo un símbolo para una generación de neuquinos que llegaba a quedarse hasta las 8 de la mañana tras salir del boliche. La historia de más de 15 años de esplendor.
El uso de asistentes de inteligencia artificial (IA) como ChatGPT fue diseñado para analizar con mayor precisión y proporcionar respuestas más fiables a los pedidos de los usuarios. Sin embargo, con algunas respuestas se queda a mitad de camino. Justamente, al ingresar en su buscador “Confitería la Barca, Neuquén” solo se limitó a responder: “La Confitería La Barca de Neuquén es un lugar emblemático en la ciudad, con una rica historia que se remota décadas atrás”. Y no mucho más.
Si bien acierta al señalar que fue un lugar simbólico para gran parte de una generación de neuquinos, Horacio Ferrandi, quien fue su dueño, destronó la utilización de la herramienta y se tomó un tiempo para describir como nadie esa época de esplendor, de lo que fue una confitería única que no tenía descanso.
“Solo se paraba de trabajar algunos minutos para limpiar el salón”, dirá Ito (apodo con el que lo conocen miles de neuquinos), quien junto a su familia llegó desde Río Colorado a Neuquén en la década del ’60.
Sus padres fueron los encargados de fundar en 1969 La Lujanera, una de las primeras fábricas de pastas para llevar, en donde la gente hacía cola para comprar sus cajas de ravioles, sorrentinos o tallarines por kilo, entre otras. En 2021, el negocio fue son reconocido por la Municipalidad con una placa que indica “Comercio Histórico de la Ciudad de Neuquén”.
La Barca, como ocurre casi siempre con cada negocio que se instala e inicia sus actividades en esta capital, no comenzó con buen pie pero terminó explotando en poco tiempo. Se convirtió en el lugar de punto de encuentro, de salida nocturna y familiar, de reuniones y hasta funcionó como espacio para espectáculos. En el lugar que se ubicó en Ministro González 26 (actualmente funciona una heladería) pasó Cacho Castaña, Marcelo Morello –antes de pegar el salto a la popularidad-, Marilina Ros, Los Iracundos, además de otros artistas de ese período.
“La Barca la tenía un amigo mío, Roberto Renda, que fue el primer propietario junto con un socio. Y me ofreció comprar la mitad del negocio porque tuvo un problema con ese socio. La compré y tiempo después terminé comprándole su parte”, contó Horacio Ferrandi sobre cómo comenzó a dar sus primero pasos. Según el aún empresario gastronómico, que aún conserva en actividad La Lujanera, antes de la confitería funcionó una sandwichería.
Corría 1989 cuando Ito se decidió a embarcarse en el proyecto gastronómico, tras trabajar largos años en el negocio familiar. “La Barca en sus inicio era chiquito, no sé si llagábamos a tener 15 mesas. Cafetería, servicio de sanwichería (hamburguesas, lomos, tostados), bebidas con y sin alcohol era lo que ofrecía la clásica carta.
En ese entonces, en la cuadra también funcionaron una pequeña ferretería, el negocio de ropa Benetton, panadería Mamuki y las salas de cines Quimey I y II de los hermanos Savrón, que fueron inauguradas en 1994. En el 2000, el lugar cinematográfico fue alquilado a la Iglesia Universal del Reino de Dios.
De forma paulatina, el público, el transeúnte, comenzó a frecuentar el nuevo emprendimiento y a sentirse cómodo: “En un primer momento cuando ingrese como socio no se trabajaba bien. Cuando quedé solo –único dueño- cada día que pasaba veía que se iba trabajando cada vez mejor. En un momento le pedí a mí mujer (Susana Petris), que trabajaba en Acción Social, que me ayudara y entonces ella cubría el turno de mañana y yo el de tarde noche”.
La ampliación de local no tardó en llegar y en poco tiempo se hizo la apertura de un salón contiguo al de la entrada. “Pasamos a tener unas 40 mesas en total. Los fines de semanas el salón se llenaba, explotaba. Trabajábamos casi las 24 horas de corrido. Solo se cerraba un rato para hacer la limpieza y nada más”, detalló Ferrandi.
“Recibíamos gente de todas las edades por la mañana, tarde y noche. Venían grupos de amigos, familias, se hacían reuniones”, acotó.
Primeras salidas y la clásica rata
Como sucedió con otras confiterías como Zoia (unas de la primeras en traer mesas de pool), varios fueron los estudiantes que eligieron a La Barca para hacerse La Rata e ir por un café y pasar la mañana. También estaban los que en las horas libres aprovechaban hacer lo mismo y repasar alguna materia. Sobre todos los jóvenes que cursaban en el colegio San Martín o Centro N°12.
Por otro lado, la confitería céntrica para muchos otros adolescentes de la época funcionó como su primer lugar de salida nocturna, ni hablar de las parejas que recién iniciaban su relación y escogían ese establecimiento. Todo el mundo iba a La Barca, que para esa altura se había convertido en moda.
“Los padres en ese tiempo, cuando sus hijos salían del boliche, iban a buscar a sus hijos a La Barca. Se llenaba siempre porque a la salida del boliche, tipo 5 y 6 de la mañana, se quedaban comiendo hamburguesas o desayunando algo. Todo el mundo que llegaba se pedía una hamburguesa o lomo. A esa hora la cocina no paraba un segundo”, describió.
Helio “Piche" Muñoz, quien trabajó en las confiterías y restaurantes más conocidos de la ciudad, aseguró no daban “abasto” por la demanda de trabajo. “De La Barca salían colectivos para el boliche Aquelarre que queda en Roca. Y en verano, tipo 5 de la mañana desarmábamos las mesas afuera para que no venga tanta gente. Pero después las armábamos porque a la vuelta bajaban todos a comer. Trabajábamos hasta las siete, ocho de la mañana. Una locura”, reveló Piche. La cerveza Quilmes ( ¾) era un desfile a toda hora. Y las hamburguesas, de gran tamaño y sabrosas, eran moneda corriente a cualquier hora.
“Tuve laburando conmigo una gente excepcional, de primera. Piche, Carlitos Brasesco, Daniel Apablaza y muchos más que me acompañaron”, destacó.
Cacho que no se iba
Muchos de los terrenos antiguos de la ciudad llegan a tener unos 50 metros de fondo. Y el de La Barca no fue la excepción. Y ante la gran aceptación que tenía, Ferrandi decidió trasformar el fondo del local en una especie de patio de invierno (techado), en donde sobresalía una cascada y la instalación de un escenario.
“Comencé a traer espectáculos los miércoles. Conocía a un productor de Buenos Aires y nos fue muy bien. Fuimos los primeros en ofrecer show de música. Después Donatto, que estaba sobre Alberdi y Santa Fe, comenzó hacer lo mismo”, recordó Ito.
“Con los espectáculos llegaba a meter 500 personas y el costo de la entrada no era mucho porque tenía auspiciante como el diario Río Negro, la concesionaria Arauco (Ford), Saturno Hogar y Sapac (concesionaria) y me cubrían los gastos de la gente que venía”, explicó.
Entre los artistas que se presentaron en Ministro González 26 figuran Cacho Castaña, Marilina Ross, Julia Zenko, Fernando de Madariaga, Los Iracundos, Los Galos, Marcela Morello, Paz Martínez, entre otros. Bety Sciutto (periodista de cultura y espectáculos) me ayudó mucho con el tema e darle ‘manija’ a los shows. Una mujer excepcional”, contó.
“Traía de todo. Marcela Morello tocaba y cantaba en Cumbia Pop. Me decía ‘Si la pego con un tena Aito, me voy para arriba’. Saca el disco ‘Corazón Salvaje’, la agarra la productora Fénix que maneja artista groso y después se fue para arriba”, reveló Ferrandi.
“Cuando traje a Cacho Castaña recién había resurgido con sus carrera. Después paró, sacó ‘Garganta con arena’ y ahí otra vez tomó relevancia. Cuando venía se queda 10, 15 días. No me dejaba laburar. Todo los días era ‘Vamos para acá, vamos para haya’. Algunas anécdotas se pueden contar y otras no. Nos hicimos muy amigos”, rememoró entre risas.
De no creer
AfroCuba fue una banda que llevó las sonoridades populares cubanas al jazz y sobresalió a nivel internacional. “Me llamó un productor que trabajaba en el Teatro Colón y m dice que iba a pasar por Neuquén con Afro Cuba. Te lo voy a llevar a La Barca. Cuando fui a contarle a Bety Sciutto para que me haga el anuncio y me dice ‘Vos estás loco. Afrocuba no puede venir a Neuquén y tocar en La Barca. Es un espectáculo a nivel internacional. Ni en pedo lo saco (en el diario)’. Después le pasé el número del representante para que lo llame y ella no lo podía creer”, reveló.
“Los espectáculos comenzaba 12,30, 1 de la mañana y tenía todo lleno. Explotaba porque había venido gente de todo el Alto Valle. Y veía que los colectivos con los músicos no venían. En un momento pensé ‘Esto es joda’ y después pensaba ‘Qué le digo a la gente’. Como a la una y media llegaron los negros (por los cubamos) y dieron un show espectacular.
Entre las variadas propuestas que se ofrecían todos los miércoles Ito contó que los shows de Streepers y Bikini open tuvieron su paso por La Barca. “Hasta shows de odaliscas. Siempre explotaba. Traía de todo y se llenaba”, aseveró.
Las primeras mozas y ese auto
No solo en el plano de los espectáculos Ferrandi fue visionario. Porque también el café se convirtió el primero en tener mozas o camareras como le suelen decir en la actualidad en alguno lugares de esparcimiento. “No habías mozas en ese tiempo. Y busqué un grupo de chicas que pensé que iban andar y las terminé contratando”.
“Tenía varios mozos de mucho oficio y ellos me dieron una mano para enseñarles a las chicas. Después otros lugares comenzaron a tomar a mujeres”, sostuvo el empresario que comenzó en La Barca con cuatro mozos y terminó con 15. “Era tremendo lo que se trabajaba”, acotó.
Además de Donatto, otros café que eran parte del centro fueron Café Victoria, Marrons del Gallego González –dueño de El Ciervo- Fedra, Coli Bar, según recordó Ito.
Si había un distintivo que tenía La Barca era un Mitsubishi rojo de Chrysler que siempre estaba estacionado en la puerta. Para grandes y chico eran inevitable no ver el lujoso auto, que tenía un parecido o inmediatamente se relacionaba con Kitt (el nombre del automóvil), el Pontiac TransAm negro que se utilizó en la exitosa serie: El auto fantástico, que se emitió por la tv argentina en la década del 80.
“Todavía la tengo. Eso no se vende. Mucha gente se sacaba foto con el auto. Hasta el día de hoy la saco y se paran a mirarla. El auto se lo compre a un amigo, Lucho Pessino, que vivía en Chos Malal. Su hermano (Pato) tenía una agencia de autos en Zapala. ‘Tengo el auto para vos. Lllevalo y me lo pagas como quieras’, me dijo el hermano de Lucho. Me jodió tanto que me lo lleve”, reveló.
“Ese auto lo había comprado un señor de Zapala de apellido Finkelstein Lo había comprado en Córdoba y solo tenía ese viaje de Córdoba a Zapala. El que más la disfrutó fue mi hijo mayor y él se la va a quedar. Pero no se va a vender”, aseguró.
Los casinos y el cierre
El Casino Magic de Neuquén fue inaugurado en julio de 2005, en un acuerdo con la provincia. Durante muchos años funcionó en el predio del aeropuerto, en donde actualmente se encuentra el Espacio Duam. Precisamente, la apertura de ese casino y otro en Cipolletti, hizo que el público vire a esos reductos.
“Particularmente viví un momento de esplendor con La Barca. Pero lo que nos jodió mucho a todos los comerciantes del rubro (por el resto de las confiterías) fue el tema de los casinos. Cuando abrieron mucha gente se iba a ese lugar porque era novedoso, ofrecía espectáculos y un montón de factores más”.
“Me cansé, me separé y no me la pude bancar solo. La noche no es joda, hay que estar. Trae mucho desgaste físico, no daba para más y cerré”, confesó.
“La gente misma me dice ‘Como La Barca no hubo, ni va a ver”. Porque iban chicos, grandes, todo tipo de gente. Se mezclaban todos sin ningún tipo de problemas. Porque no era un lugar ni para grandes, ni para pibes. Fue para todo el mundo. Me costó mucho (cerrar) pero me dio muchas satisfacciones. Fue único y no creo que hay otra igual”, concluyó.
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