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Cómo comprar ropa desde $3.000 y $5.000: Shein se volvió imparable en Argentina

La plataforma ofrece miles de productos con entrega a domicilio y sin aranceles. Qué se puede comprar por poca plata.

El sitio chino Shein, especializado en ropa barata, se consolidó como una de las plataformas favoritas del público joven en Argentina. Con precios bajísimos, miles de diseños que cambian a diario y envíos puerta a puerta en menos de 15 días, su crecimiento en el país se volvió vertiginoso.

El problema es que, mientras los consumidores llenan sus carritos virtuales, la industria textil local atraviesa una de sus peores crisis en años.

Shein nació en 2008 como un pequeño sitio de ropa femenina. Hoy se posiciona entre los principales vendedores globales de indumentaria y artículos de uso diario, superando a gigantes como Zara o H&M. Su fórmula combina bajo costo, velocidad de producción extrema y una estrategia agresiva en redes sociales. El resultado: millones de personas acceden a moda que se renueva todos los días, a precios imposibles de igualar.

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En Argentina, el fenómeno se amplificó con el giro aperturista del gobierno nacional. La flexibilización del régimen de importaciones para compras personales, impulsada por la gestión de Javier Milei, eliminó varios límites previos y facilitó la entrada de productos extranjeros. En ese contexto, Shein encontró terreno fértil.

Moda ultrarrápida y bolsillos ajustados

Recorrer el sitio de Shein equivale a entrar en un shopping sin fin. Hay vestidos desde $6.000, tops por $3.684, jeans a $7.999 y remeras básicas de algodón por poco más de $4.000. También se venden cosméticos, mochilas, cepillos, brochas, zapatillas livianas y hasta protectores de orejas para teñirse el pelo. Todo, a precios que desafían cualquier lógica del mercado local.

Las remeras básicas de algodón cuestan alrededor de $4.100 y hay blusas estampadas por debajo de los $6.500.

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En el catálogo masculino, la oferta es igual de económica. Hay cepillos y peines para barba desde $3.031, además de camisetas y pantalones deportivos que rondan entre los $5.000 y $8.000.

La plataforma ofrece un 20% de descuento en la primera compra y envío gratuito si se supera un monto de $26.798. A cambio, promete entregas en menos de 15 días y se hace cargo de los impuestos de importación. Esa fórmula genera un incentivo difícil de ignorar: comprar más por menos, sin salir de casa ni pagar extras inesperados.

El impacto de esta propuesta no se limita al consumidor. Según la Fundación Pro Tejer, solo en los primeros cinco meses de 2025 ingresaron al país 73 millones de kilos de ropa por vía oficial. A eso se suman millones de paquetes individuales llegados por compras online. En total, se calcula que dos de cada tres prendas compradas en Argentina provienen del exterior.

Crisis industrial: entre la moda barata y los talleres vacíos

El avance de Shein arrasó con una parte considerable del mercado local de indumentaria. De acuerdo con Pro Tejer, durante 2024 se perdieron más de 10.000 empleos en el sector textil. En lo que va de 2025, seis de cada diez empresas achicaron su plantel y el 72% congeló contrataciones o aplicó suspensiones. Entre enero y junio, se calcula un ritmo de pérdida de hasta 1.000 puestos por mes.

La Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria también encendió las alarmas. Su presidente, Claudio Drescher, apuntó directamente contra el modelo Shein, que combina producción masiva, calidad baja y precios inalcanzables para la industria local. “No se puede competir contra eso”, dijo.

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En paralelo, voces críticas cuestionan el modelo global que sustenta a Shein. Greenpeace y otras organizaciones ambientales señalan el impacto ecológico de fabricar millones de prendas desechables. Además, ONG como Public Eye denunciaron condiciones laborales precarias en los talleres tercerizados que proveen a la marca en China. En Europa, Shein ya enfrentó multas y Francia aprobó una ley específica para frenar este tipo de negocios.

Mientras tanto, en Argentina, la plataforma se mete en la rutina cotidiana de miles de personas que encuentran en su catálogo una forma de acceder a ropa moderna de China sin fundir el presupuesto. Influencers, hauls en TikTok y rebajas constantes refuerzan esa adicción al clic fácil. Pero detrás de cada compra, se esconde una pregunta incómoda: ¿quién paga el precio real de la moda barata?

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