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La vida a orillas del río Limay: Tito y su cabaña, una leyenda viva en el camping de Plottier

Hace cuatro décadas que su bar se convirtió en un refugio de historias, amistad y música junto al río. Muchos vecinos resguardan recuerdos en el Nepen Hue.

La historia de Tito no se entiende sin el río Limay. Desde muy joven eligió la orilla como lugar para vivir y trabajar, convencido de que ahí estaba su lugar en el mundo. Mientras muchos buscaban ciudad, cemento y movimiento, él se aferró al murmullo del agua y al verde de los álamos. “El río me da paz, acá tengo todo lo que necesito”, repite, como si esa frase pudiera resumir toda una filosofía de vida.

El camping Nepen Hue fue el escenario donde levantó su espacio: una cabaña rústica, que con los años se transformó en un bar y punto de encuentro para generaciones de plottierenses y visitantes. “La Cabaña de Tito” se convirtió en un nombre propio, sinónimo de mate compartido, música y charlas interminables.

Aunque en los papeles figura como Omar Orlando Tarifeño, pocos lo llaman así. “Soy Tito desde siempre, ya ni recuerdo de dónde salió”, dijo entre risas a LMNeuquén. La familiaridad del apodo fue haciendo que lo reconocieran más como personaje colectivo que como individuo. A esta altura, “Tito” es un símbolo de Plottier y de la vida ribereña.

SFP Tito Historias de vida Balneario de Plottier Cabaña (11)

Nació en una familia de esas que hicieron patria en la Patagonia a fuerza de trabajo. Su infancia estuvo marcada por el contacto con la naturaleza y por un espíritu inquieto que nunca se apagó.

Sus padres, Rómulo Tarifeño y Nolfa Chandía, llegaron desde Aluminé con 4 hijos y se establecieron en Plottier donde alcanzaron los 13. Fundaron El Viejo Bar, en la emblemática esquina de Las Lajas y Belgrano, aunque Tito siempre prefirió la costa al centro.

Su relación con el Río Limay, y especialmente con el camping Nepen Hue, comenzó cuando era tan solo un niño. Su padre era empleado municipal de Plottier y tenía encargado el mantenimiento del camping, así que Tito desde pequeño ayudaba a su papá a regar las plantas, a resguardar el lugar y a amarlo. Juntos plantaron muchos de los árboles que aún hoy dan sombra.

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La cabaña: más que un bar

La cabaña que Tito levantó con esfuerzo no fue solo un emprendimiento comercial. Con maderas, recuerdos y la paciencia de quien sabe esperar, armó un espacio que se volvió un punto neurálgico de la vida deportiva y social de la ciudad.

Su vida laboral había comenzado como futbolista, pero eso se truncó por un accidente en moto, luego pasó a ser mozo y terminó vendiendo helados, la puerta hacia su cabaña. Un amigo que trabajaba en la Municipalidad le pidió al intendente electo en 1983, Alberto Herrera, que le diera un lugar para poner un comercio a orillas del río Limay. Todo empezó en un salón que ya existía en el camping (había sido una parrilla) y ahí Tito puso metegoles y pool, llevó su heladera de helados, y empezó a trabajar hasta que terminó el verano.

Al año siguiente llamaron a licitación, Tito la ganó y abrió su bar en 1984. En esa época era otra cabaña, que más tarde fue derrumbada para supuestos arreglos que nunca llegaron al camping. Tito se fue con su bar unos metros más lejos, a la cancha de bocha de los jubilados. Pero también de ahí lo sacaron y terminó afuera del camping, donde había una casita con una cancha de fútbol.

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Tito junto a su familia a orillas del Limay.

Tito junto a su familia a orillas del Limay.

Aunque ese lugar tampoco fue aprobado y por un tiempo Tito abandonó su cabaña. Hasta que una tarde se encontró con Enzo Gallia, quien le preguntó si quería volver al camping y le pidió a su hijo, el por entonces intendente de Plottier, Sergio Gallia, la reapertura de aquella emblemática cabaña.

Y todo volvió a empezar. Tras un nuevo llamado a licitación, se reabrió la cabaña de Tito en 1995, en el espacio que aún hoy conservan. Una cabaña de madera rústica que guarda muchas fotos históricas y recuerdos de muchos años.

Ya Tito se había casado con Marta Figueroa, con quien tuvo 4 hijos y con quienes vivían en la cabaña. Sin luz al principio, y sin gas por siempre.

La fiesta del estudiante

De todas las épocas, el camping tiene muchas anécdotas. De la década del ´80 Tito recordó la fiesta provincial del Estudiante que se hacía en Plottier, una ciudad de apenas unos 10 mil habitantes y a la que llegó a tocar la emblemática banda de rock nacional Los Abuelos de la Nada, que convocó a unas 13 mil personas. "Fue una fiesta terrible, los chicos comenzaron a llegar una semana antes y terminó una semana después, venían caminando desde Neuquén, Cipolletti, Allen, Zapala Cutral Co", contó.

En los años siguientes tocaron Patricia Sosa y Vicentico, se acordó Tito, sobre esas épocas en que su cabaña se llenaba de jóvenes y le generaban buenos ingresos hasta llegar de nuevo a la temporada.

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Es que por muchos años el camping solo recibía visitantes en el verano. Hoy ya no es así y hay gente en todas las estaciones del año. Muchos deportistas recorren la zona con calor o frío y saben que si necesitan algo pueden ir a la cabaña de Tito, un oportuno lugar con cortinas naranjas que le dan calidez casi de hogar. Allí reciben a muchos vecinos que pasan por el camping para disfrutar.

“Lo lindo es que la gente siente que este lugar es suyo. No es un bar cualquiera, es la cabaña del río, es la cabaña de Tito”, contó con una mezcla de orgullo y humildad. Y no exagera: quienes pasaron por allí saben que no se trata solo de consumir, sino de formar parte del escenario comunitario.

Hablar con Tito es abrir un libro de anécdotas. Tiene recuerdos de cuando el río estaba menos urbanizado, de las familias que llegaban a pasar el día con reposeras y conservadoras.

Entre sus relatos aparecen personajes que cualquiera en la región reconocería: músicos como Marcelo Berbel y Marité Berbel, futbolistas como Ricardo Bochini, viajeros que de paso por la Patagonia se detuvieron en su cabaña y terminaron siendo parte de alguna noche inolvidable.

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“Una vez vino Bochini, el ídolo del Rojo. Para mí fue increíble, yo soy de Independiente y no lo podía creer”, contó con brillo en los ojos y esa mezcla de grandeza y simpleza, que marcan a esta figura entrañable.

El hombre y la ciudad

La vida de Tito está entrelazada con la de Plottier. Vio crecer la ciudad, cambiar sus calles de tierra por asfalto, multiplicar sus barrios y transformarse en un punto clave del Alto Valle. Pero él nunca se movió de la ribera. “Acá está mi casa, acá está mi historia”, dijo al señalar el agua de la que sigue disfrutando.

Y en tantos años a la orilla del río muchas veces le tocó convertirse en guardavidas y sacar personas a punto de ahogarse. "Yo debo haber sacado más de 40 personas del río", hizo cuentas, al recordar cuando no había guardavidas en la zona.

También vio varias peleas en ese escenario natural, aunque dijo que ninguna fuerte ni grave. Tito ya no es el mismo joven que construyó la cabaña. Los años se notan en su andar y en su mirada, pero también en la serenidad con la que habla. No se queja del tiempo: lo abraza como parte de su recorrido.

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“Lo importante es vivir como uno quiere. Y yo vivo como quería, a orillas del río”, reflexionó. Esa libertad elegida, que para otros podría sonar utópica, en él se vuelve un testimonio real.

Hoy ya quiere dejar su legado a sus hijos, aunque sigue yendo todos los días al bar. Es que allí hay mucho valor humano y afectivo de los que pasan todos los días. Hace dos meses se enteró que tiene una enfermedad, pero eso no lo detuvo: le está dando pelea y, a pesar de los dolores, todos los días que puede dice 'presente' en el camping.

La herencia de un modo de vivir

Tito es consciente de que su historia algún día quedará en la memoria de Plottier como un capítulo irrepetible. No busca monumentos ni homenajes, pero sabe que su legado está en la gente que pasó por la cabaña.

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“Si alguien se acuerda de mí con cariño, ya está, con eso alcanza”, dijo. Y probablemente así sea: en la memoria colectiva de la ciudad, el hombre de la cabaña ocupará siempre un lugar especial.

En tiempos donde todo parece acelerado y fugaz, Tito encarna otra manera de vivir: tranquila, comunitaria, pegada a la tierra y al agua. Quizás por eso su figura genera tanta admiración y respeto. Porque Tito no solo es el hombre de la cabaña. Es, de algún modo, el hombre del río.

Nota la cabaña de tito

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