El incremento del tipo de cambio sin un traslado inmediato a precios responde a varios factores que están redefiniendo la dinámica inflacionaria
Según varias estimaciones, la inflación mensual de julio volverá a marcar un nuevo piso notablemente bajo, por debajo del 2%, pese a que el dólar oficial subió cerca del 7%. Esta aparente contradicción, es decir, un incremento del tipo de cambio sin un traslado inmediato a precios, responde a varios factores que están redefiniendo la dinámica inflacionaria.
El primer punto central, sostienen varios analistas, es el ordenamiento macroeconómico. El Gobierno apostó con fuerza a restablecer la disciplina fiscal, frenando la emisión monetaria para financiar el déficit y consiguiendo equilibrio en las cuentas públicas y un muy bajo nivel de liquidez circulante. El superávit fiscal y las altas tasas reales que se mantuvieron durante el trimestre permitieron estabilizar expectativas de precios incluso frente a shocks cambiarios. Esto fue corroborado por organismos internacionales, como el FMI, que resaltaron la “desinflación exitosa” y la “recuperación de la confianza” en la economía local.
En el plano del consumo, la clave estuvo en la debilidad de la demanda. Aunque algunos indicadores de consumo privado mostraron una leve mejora interanual, especialmente en bienes durables y sectores puntuales impulsados por financiamiento y promociones, en los rubros de consumo masivo predominó la cautela del consumidor. Los comercios y fábricas prefirieron priorizar la rotación y evitaron trasladar automáticamente el costo cambiario a los precios, dada la poca tolerancia de los consumidores a los aumentos abruptos. Así, la suba del dólar no se generalizó en la canasta básica, e incluso en alimentos y bebidas tuvo una suba limitada.
También en el consumo, otro factor que incidió fue la apreciación anticipada que muchos formadores de precios habían incorporado en meses previos. Desde el segundo trimestre hubo ajustes preventivos en diversos sectores, y ante la suba real del dólar en julio, muchos de estos productos no requirieron correcciones adicionales.
La apertura comercial y la mayor competencia también favorecieron la contención de precios pese al incremento del dólar. El Gobierno viene aplicando una política de flexibilización de importaciones que reduce la presión sobre bienes transables y obliga a los productores locales a cuidar costos, sabiendo que el consumidor tiene acceso a alternativas importadas que funcionan como ancla. El regreso de la competencia disciplinó los márgenes y limitó el traslado cambiario a los precios finales, según varios analistas.
La confianza en que la política monetaria no recurrirá nuevamente a la emisión masiva para financiar al fisco es también un pilar central para evitar que los movimientos del dólar impacten en la inflación. Acostumbrados a que en otros contextos la suba cambiaria anticipaba una ola expansiva de precios por la percepción de que habría mayor cantidad de pesos en la economía, actualmente esa relación se terminó.
Por otra parte, la distribución de los aumentos fue también un aspecto clave para evitar subas de precios generales. Aunque los sectores regulados (como combustibles y servicios públicos) incidieron algo en el alza mensual, la suba no se generalizó y fue compensada por estabilidad en otros segmentos, sobre todo en alimentos y bebidas, que suelen ser más sensibles a los shocks cambiarios. Como ocurrió en semanas previas, la inflación núcleo (que capta la tendencia subyacente, excluyendo factores estacionales y precios administrados) continuó a la baja y marcó el dato más bajo en cinco años.
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