El boom petrolero dispara los precios en la provincia y muchos ya no saben cómo costear los alquileres. lLa frustración es el enemigo de la política.
Hay una realidad de la que se habla poco en Neuquén, pero que late con fuerza debajo del discurso oficial de los récords de producción, de las torres de petróleo y del ruido de los camiones en Añelo. Es la pregunta que muchos se hacen en voz baja, con algo de resignación o con miedo. ¿Dónde van a alquilar los pobres en Vaca Muerta?
Se celebran las inversiones y se proyectan ciudades “modelo”, con barrios privados, casas con quinchos y vistas a lagunas artificiales, hay otro mundo que se expande sin planos, ni escrituras. Es el de las tomas, los asentamientos, las casillas alquiladas por $100.000 en un patio compartido, o los ranchos de madera clavados en tierras fiscales.
Hoy un monoambiente en Neuquén Capital ronda los $750.000. Una casa en un barrio cerrado se alquila en $2.700.000. Y un departamento en Añelo se alquila en dólares. Precios que empiezan a preocupar para el mercado informal y los sueldos básicos que están lejos de los precios que se manejan en las empresas petroleras. ¿Dónde vive esa parte del pueblo que sostiene desde abajo todo el engranaje de la industria?
La respuesta, muchas veces, no tiene muchas incógnitas: vive como puede. Apretado con hermanos en la casa de los padres, en una piecita improvisada en el fondo de un patio, compartiendo cocina y baño con otra familia, en una toma sin gas donde cada noche se reza para que no entre el viento o el frío por las paredes. Vive en lugares donde los contratos no existen, aunque sí la convivencia con la violencia.
El costo de la informalidad en Neuquén
Este nuevo tiempo del que tanto se habla, el de la energía y la soberanía, el crecimiento pareciera que no es para todos. Hay sectores enteros de la sociedad que no tienen lugar. No pueden alquilar, y construir, tampoco pueden ahorrar. No por falta de esfuerzo, sino porque la estructura los empuja hacia los márgenes. Y cuando no se puede pagar ni siquiera un techo, empieza la informalidad, el hacinamiento, los conflictos, y hasta las redadas policiales.
Los jóvenes se quedan en la casa de los padres no por comodidad, sino por imposibilidad. Se juntan de a cuatro, de a cinco, a pagar un alquiler. Algunos aguantan relaciones insostenibles solo para no dormir en la calle. Algunos hacen dedo a diario desde otras ciudades, para poder llegar a una changa.
El resentimiento de los "no petroleros"
No todo lo que brilla es oro en Vaca Muerta. Debajo del mármol importado y de los pisos radiantes, también hay pisos de tierra. Existe una población cansada que no puede imaginar un futuro. Y ese resentimiento, por ahora silencioso, es el peor fantasma para una parte de la política, que hace malabares para sostenerse entre tanta incredulidad. El peor enemigo de la política es la frustración seguida de revancha.
Será hora de atender este problema, que puede haber explotado en estos años, pero que lleva décadas cultivándose. Sin pases de facturas incensarios, porque la gente se cansó de viejos debates que nunca condujeron a nada.
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