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La Mañana pasión

Cuando saltar al vacío es una pasión: hace paracaidismo hace 38 años y rompe récords en el mundo

Laura Poljak suma más de 2.500 saltos. La neuquina, que participó en múltiples competencias nacionales e internacionales, describió lo que significa lanzarse al vacío, en donde encuentra su felicidad total.

No lo dudó un segundo. Su mirada quedó fascinada en esa mujer paracaidista que formaba parte de un festival que se realizó en el Aeroclub de Allen, en donde había llegado junto a su familia. “Cuando sea grande quiero hacer eso”, fue lo primero que pensó cuando todavía no atravesaba su adolescencia. Recién a sus 16 años, Laura Poljak pudo cristalizar ese sueño. Se anotó en el curso que dictaba el club de Paracaidismo y Rescate de Neuquén y desde 1987 su vida se trasformó. Saltar al vacío fue una pasión, una libertad que vive felizmente hace 38 años.

“Soy yo, es lo que me llena, donde me siento libre", afirma la neuquina, que participó de campeonatos latinoamericanos y que “voló” por Estados Unidos y Dubai, además de Uruguay, Brasil y Paraguay. También fue la única mujer que formó parte del equipo Argentino de Paracaidismo junto a Luciano Pasqualetto, Daniel Rivas y Franco Ferraro.

“Fue mi deporte de siempre. Ser paracaidista en esa época era toda una rareza. Visto con los ojos de ahora y cómo evolucionó el deporte, cuando muestro fotos de cómo era el paracaidismo antes decís ‘guauu’… era súper arriesgado”, reveló.

Laura es nacida y criada en Neuquén. Vive en el barrio Mariano Moreno, lugar que escogieron sus padres cuando -provenientes de Bariloche- eligieron echar raíces en la ciudad. “Hice la primaria en la escuela N°67 que queda acá en el barrio. Y después el colegio secundario lo hice en la ENET N°1 (actual EPET N°8)”, contó.

Laura Poljak (2)

Arribo e historia familiar

Poljak, apellido de origen croata, contó que su abuelo primero se radicó en San Rafael (Mendoza), dejando atrás la segunda Guerra Mundial, como lo hicieron miles de inmigrantes que eligieron venir al país.

“Después vivieron mucho tiempo en Neuquén. Mi abuelo Rodolfo fue el constructor del Correo Argentino (Rivadavia y Santa Fe). Después regresaron a Mendoza y mi padre (Alberto) volvió a Neuquén”, reveló Laura. El correo, inaugurado a mediados de la década del ’50, fue en esa época uno de los edificios más altos junto a la cárcel U9.

“Mi mamá (Elsa) es de ascendencia dinamarquesa. Su apellido es Petersen y es hija de dinamarqueses. Ella viene de la zona de Tres Arroyos, donde está toda la colonia danesa”, agregó. Los padres de Laura coincidieron en Bariloche. Su abuelo y su padre fueron constructores de la nueva parte del Hotel Tronador en Pampa Linda (Bariloche), mientras su madre llegó a sus 18 años a la ciudad turística para trabajar de camarera en la temporada de verano. “Después de casarse decide instalarse en Neuquén. Al principio mi papá trabajaba en una empresa petrolera, pero al poco tiempo instaló su propio taller”, reveló.

“Es el mismo taller (Poljak Servicios) en donde trabajo junto a mi hermano (Tony). Quedó en pleno centro (Tucumán 356). Antes era puro médanos, estaba solo el taller. Esta desde el 63”, acotó.

Una vez que finalizó el ciclo secundario, Laura se fue a Córdoba a estudiar Ingeniería Mecánica Aeronáutica: “Estuve cuatro años hasta que en ese momento mi papá falleció. Me volví (a Neuquén) en el 95 y me puse a trabajar junto a mi hermano en el negocio hasta el día de hoy”.

Sueño y convicción

Laura tuvo dos episodios para darse cuenta que quería ser paracaidista, una actividad muy poco común para las mujeres en la década del ’80: “Siempre digo que los sueños siempre son de muy chico. Siempre me gustó estar arriba de los árboles o el techo. Siempre me gustaron las alturas, nunca les tuve miedo”.

Siendo todavía una niña fue a un festival aéreo y justo había paracaidistas: “Entre ellos había una chica, Guadalupe. Y para mí era La Mujer Maravilla. Y dije ‘yo quiero hacer esto, quiero saltar’. Después vi un programa de paracaidismo y solemnemente le dije a mi mamá ‘Cuando sea grande voy a ser paracaidista’”, relató.

Ante el contundente deseo, su madre le informó que en la ciudad no había un lugar donde practicar el deporte, pero el sueño nunca se cayó. Cuando transitaba sus 16 años, Laura vio una publicidad en canal 7 de Neuquén, en donde el club de Rescate Paracaidista de Neuquén abría las inscripciones para un nuevo curso.

“No fue algo que venía esperando. Y cuando escuché el anuncio dije ‘yo quiero ir, quiero ir’. El padre de una compañera del colegio (Laura) fue averiguar, les comuniqué a mis papas, y un sábado con 16 años caí al club y me atendió un tesorero”, rememoró.

Si bien en un primer momento ese hombre le indicó que debía pedirles permisos a sus padres y le dio todo tipo de explicaciones, la respuesta fue categórica. “'No, no, yo vengo hacer el curso', fue mi respuesta. Me acuerdo que mi papá me había dado un cheque para que pagara. A mi ni me interesaba nada todo lo que decía porque yo iba a hacer el curso. Ese fue el día uno y nunca más dejé el deporte. Era 1987”, expresó.

LAURA 16 AÑOS- Poljak (1)

Decidida

En esa época, el común de esa camada de mujeres se inclinaba por el hockey. “Era ir al boliche y que te preguntaran ‘¿Jugás al hockey?’. Y respondía ‘no, hago paracaidismo’. Y te miraban con cara rara…como diciendo 'loca'. Había otros deportes pero el top era el hockey, como que todas tenían que jugar”, recordó.

“Neuquén era chico, todos se conocían, había pocos colegios secundarios. Entonces era como medio raro. Muchas veces me miraban raro y caminaba para otro lado. Pero nunca me importó”, insistió.

“Siempre estuve decidida en lo que hacía y eso marcó un poco mi vida. Porque marcó mis amistades, mis actividades, el lugar en donde decidí estudiar. Como que uno comienza a juntarse con la gente afin a uno”, acotó.

Poljak saltaba sábados y domingos. Debía que estar muy temprano por la mañana en club y y muchas veces debía resignar sus salida nocturna a sus 16 y 17 años. “Saltábamos con paracaídas redondos. En ese tiempo los paracaídas no aguantaban mucho viento. Ahora con 16 nudos podés saltar tranquilo. Antes con ese viento era imposible”, describió.

“El clima en Neuquén a la mañana estaba calmo, como siempre, por la tarde soplaban las ráfagas de vientos, entonces estábamos todo el día el club. Con suerte el último saltó lo hacíamos a última hora de la tarde. Con toda la furia éramos como 15 personas y había otra mujer (Laura) que practicó dos años”.

“Del curso mío, que éramos 30, quedé solo yo saltando. De esa camada y de la siguiente porque hubo como mucha gente por la publicidad que había de la actividad”, agregó.

LAURA 16 AÑOS- Poljak (1)

Mameluco y casco de moto

En ese período en el que se inició Laura, los trajes que se utilizaban eran equipos militares. El primer salto lo hizo en el Aeroclub de Allen (Río Negro). “El club de Paracaidismo de Neuquén ahora se trasladó a Allen porque al crecer el aeropuerto de Neuquén no pudo operar más en ese lugar. Antes venía el controlador de vuelos y nos avisaba que se iba y no quedaba nadie. Como mucho había un vuelo a la mañana que venía de Buenos Aires. Éramos amo y señor de lugar”, contó.

“Los primeros saltos estaban supeditados al viento. Lo único que podías hacer era dirigir la dirección. No tenían (los paracaídas) velocidad horizontal. Los paracaídas eran redondos como los que se ven cuando saltan los militares que van atados al avión y los van largando”, describió.

El contenedor era enorme y un reserva que se ponían en el pecho. El traje que se usaba era un mono de algodón y no tenía nada de específico. Era tipo mameluco y eran gigantes. Ahora tengo varios trajes que son de diferentes tejas porque obviamente ha evolucionado”, contó y agregó: “Los cascos que se utilizaban eran de motos y gafas de paracaidismo, que también las utilizan los jockey de caballos. Donde vendían cosas para los caballos podías conseguir esas antiparras. Ahora hay casco integrales que únicamente sirven para saltar”.

Sensaciones y caída libre

Poljak contó que el primer salto es automático: un Dispositivo de Apertura Automática (AAD) es un aparato de seguridad que, de forma automática, abre el contenedor del paracaídas. “Es similar al sistema de los militares, en donde van saltando uno atrás del otro. Salís del avión y ya se está abriendo el paracaídas”, explicó.

“El primer saltó fue un poco el manejo, cómo llegar a tierra, cómo caer y toda la parte de seguridad en caso de emergencia. Una vez que está listo ya vas al primer salto. Tenía una emoción y estaba feliz de lo que estaba haciendo”, aseguró.

“En el primer salto íbamos dos alumnos y dos instructores. Cuando llegamos a los 1200 metros salí al montante y me fui. Fue sentir de golpe que estaba en al aire y guau… para mí fue todo en cámara lenta. Era tanta la atención que prestaba a todo, que lo viví así”, recordó de una manera totalmente emocionada.

“Salí del avión y sentí todo un silencio y venía cayendo. Eran segundos, me miró a mí y cuando miro hacia abajo estaban mis pies y allá abajo la tierra. Estaba feliz. Mis pies tan lejos del piso era decir ‘Lo hice’”. Estaba fascinada”, acotó.

Luego Laura debió cumplir los 30 saltos que marcaba el curso y finalmente rendir un examen ante los inspectores de Fuerza Aérea. A partir de ese primer salto, Laura nunca se detuvo.

“En el noveno, décimo salto, teníamos que hacer el comandado y me encantó. Era salir y estar en caída libre. Realmente ahí empezaba lo lindo; venir cayendo unos segundos a 1,500 metros”, sostuvo.

“Antes se aprendía a volar en el aire, ahora se utilizan los túneles de vientos, simuladores de vuelo vertical. En el primer salto ya saben volar. Cuando comencé había que aprender y te pegabas unos tumbos hasta encontrarle la vuelta. Empezás a entender cómo manejar tu cuerpo en el aire. Era difícil aplicar la técnica que en esa época era muy precaria”, resaltó.

La neuquina que la rompe en paracaidismo y deportes extremos

Búsqueda incesante

Con licencia de paracaidista en mano, con tan solo 17 años, La Flaca (como la llama su círculo íntimo de amigos) fue ganando experiencia que le permitió saltar con mejores equipos. “El alumno siempre usa el equipo del club. Cuando te recibís, rápidamente te comprás tu equipo, que tiene ser acorde a tu experiencia. Cuanto más experiencia tenés vas pasando a equipos más veloces, más chicos y de mejor performance”, reveló.

Una vez que la persona está apta para volar comienza la búsqueda de “volar” con otras personas. “Vernos en el aire era un montón y si te llegabas agarrar la mano estábamos felices. Era saltar con amigos”, expresó.

En esa época los campeonatos existentes eran los de precisión, que consiste en que un competidor aterrice en un círculo de pocos centímetros de diámetro: “Nunca me llamó la atención. Pero cuando me fui a estudiar a Córdoba en el 92 lo primero que hice fue buscar un club de paracaidismo”, contó. Así, dio con el club de paracaidistas Águilas Blancas, que se ubicaba en Santa María de Punilla, a 5 kilómetros de Cosquín.

“Ahí descubrí otro mundo en el paracaidismo, mucho más evolucionado. Tenían técnicas de vuelo mucho mejor, había campeonatos de equipos de cuatro. Fui aprendiendo luego a participar en los boogies, que es evento de muchos paracaidistas. Ahí descubrí que saltaban 16 personas juntas y después intentaban agarrarse. Esa altura tenía un paracaídas moderno”, acotó.

Mujer de récords

De esta forma Laura comenzó a incursionar en diferentes campeonatos. En un certamen Nacional que se realizó en Córdoba, la primera participación que hizo fue con los “chicos” de Neuquén. Sin embargo, la pérdida de su padre hizo que en 1995 regrese a la ciudad.

Si bien quedó un poco afuera de la actividad, el recuentro con una amiga que conformaba un equipo con el cual había ganado un Nacional de la especialidad, fue clave para que Poljak iniciara otra etapa. “Con Carolina fuimos al primer Nacional y salimos segundas. Al año siguiente ganamos y después ya ingresé a un equipo de cuatro”.

En su extensa trayectoria dentro de las grandes formaciones, Laura fue parte del récord argentino de 44 way. Participó en el récord sudamericano de 104 way, en el récord argentino femenino de 11 way y en el récord latinoamericano de 47 way TBS 2 puntos, que es una competencia en la que 47 personas forman una figura en el aire, se separan y vuelven a formar una segunda figura.

“Me fui haciendo un lugar dentro del paracaidismo argentino. En 2010 fui a entrenar a un túnel de viento en Estados Unidos. Y eso fue otra etapa. Fue empezar de cero porque se cambió totalmente la técnica de vuelo”, aseguró. “Guillermo Görg fue el precursor de todo eso y el que le dio la evolución al paracaidismo argentino. Se empezó a elevar el nivel técnico y se puso más divertido”, reveló.

Con Influenza -el equipo argentino de formaciones en caída libre-, y tuvo el privilegio de entrenar junto a los Arizona Airspeed, el equipo campeón del mundo.

Laura Poljak (4)

Mundial

En 2011 Poljak conformó un equipo (Influenza) para competir en 4 way (cuatro paracaidistas y un camarógrafo) y fue al primer Latinoamericano que se hizo en Brasil. "En la primera competencia salimos terceros y al año siguiente nos fuimos en 2012 al Mundial en Dubai. Fue un evento gigantesco en donde estaban todos los paracaidistas del mundo. Ese equipo se mantuvo durante 10 años. Fueron cambiando algunas personas pero yo siempre me quede”, contó.

Después de dejar el equipo Influenza, que se disolvió por falta de apoyo de la Federación y otros factores, Laura continuó su camino participando hasta la actualidad en diferentes eventos, en los cuales recibió una invitación.

Si hay que hablar de alturas la neuquina llegó a tirarse en junio pasado desde 5.800 metros en un certamen Sudamericano en Carolina del Norte (EE.UU): “Se hizo el récord de 104 (way). A esa altura ya saltás con oxígeno y hay que hacer todo una logística. Fue en el último encuentro que participé”.

En el mundo del paracaidismo todo debe estar finamente calculado; controlado, chequeado. No hay margen para el error. “Riesgo siempre hay porque es deporte extremo. He tenido aterrizajes fuertes pero no deja de ser un riesgo. En saltos de 100 personas cualquier error que cometas te puede afectar a vos”, explicó

“Son muchas personas a mucha velocidad. Es como una autopista donde todos van a más de 100 kilómetros por hora en una misma dirección”, sumó.

Pasión y estilo de vida

Laura aseguró que en la actualidad hay más chicas que hacen paracaidismo, aunque de su camada queda solo ella. “Siempre digo que hay que probarlo, hay que saltar. Creo que está buenísimo como experiencia y para vivir una sensación que no tiene comparación”, afirmó.

“De ahí a ser paracaidista, lo tenés que sentir. Es tan antinatural arrojarte al vacío que te tiene que dar placer. Conocí muchas personas que saltaron un tiempo y dejaron. Esto es así: lo disfrutas o lo sufrís”, afirmó.

“Si bien hago un montón de otras cosas, el paracaidismo es un estilo de vida. Es la gran pasión que tengo y que no podría dejar de hacer. Hay personas de 80 años en Estados Unidos que saltan y están en actividad. Y si no nos rompemos antes hay varios que vamos a rumbear para ese lado”, agregó.

LAURA 16 AÑOS- Poljak (3)

En ese tiempo que deja el paracaidismo, Poljak desde 1999 hace escaladas junto a Toni Rodríguez, su compañero de vida y creador de Agreste Sur, donde se dedica a enseñar la especialidad hace tres décadas.

“Comencé a incursionar en el mundo de la montaña. Pasó a ser otra parte importante de mi vida y me encanta. A veces me cuesta decidir qué hacer. He subido el Aconcagua y en Perú y Bolivia he hecho bastantes ascensos”, contó.

“En la montaña disfruto la parte física, la parte dura, la tensión y también la atención que hay que tener. Tu mente tiene que estar focalizada. Hay momentos en la montaña que se ponen complicados. Entonces, hay que darlo todo: mentalmente, físicamente y técnicamente. Me encanta ese desafío”, detalló.

“Igual, si mis amigos están listos para subir al avión, me voy y después vuelvo a la montaña. Para marzo vamos a intentar hacer el nuevo récord argentino de 50 personas. El paracaidismo es mi gran pasión y es donde yo soy en esencia”, concluyó.

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