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La Mañana Cutral Co

Dolor ante la muerte de una reconocida aventurera, docente y artista de Cutral Co

Desde joven recorrió y se enamoró de cada punto de Neuquén y la Patagonia. Dejó un legado fundamental para el patrimonio cultural de la provincia.

Este martes por la mañana, falleció en Neuquén “la Coloradita”, como le decían de pequeña a Susana Beatriz Domínguez, figura destacada de la historia social y cultural de Cutral Co y Plaza Huincul. Supo volcar a su vasta obra la mirada fresca, conocedora y de profundo amor por la tierra que a muchos nos permitió y a otros permitirá conocer Neuquén de una manera distinta.

Docente, espeleóloga, artista plástica, investigadora: Susana fue una persona polifacética, inquieta, de una sabiduría profunda de la que jamás se regodeó y que, por el contrario, se ocupó de compartir entre sus estudiantes, en su libro “Una vida de aventuras en la Patagonia”, en sus obras de arte, pero sobre todo de manera simple y sencilla en las anécdotas y miradas que regalaba.

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Nació en Plaza Huincul y se crió en Cutral Co. Hija de una familia histórica de nuevos pobladores, donde comenzó a forjar su espíritu aventurero, de buen trato hacia la tierra y las historias que guarda entre sus piedras y sus pueblos. Su mamá, Delia Di Paolo, era escritora, poeta y para Susana una compañera de mates en los pedregales o areniscas, a quien definía como su gran apoyo espiritual. Su papá, Juan Carlos Domínguez Bulher fue el maestro que le enseñó a trabajar con las que serían sus herramientas más valiosas: los lápices, los libros y la mirada sobre las cosas. Le inculcó gran parte de su ser inquieto con las frases que solía decirle: “El que quiere, puede” y “Si no existe, lo inventamos”. Los domingos, solía llevar a ella y a sus hermanos a Laguna Colorada a comer asado o a jugar a la Pasto Verde. No solo eran tardes de disfrute, sino de aprender a descubrir la belleza no siempre perceptible.

Un amor, un camino, una vida

Cuando era joven, conoció al profesor de artes visuales Carlos Beto Dupont, que había llegado al sur de mochilero y aquí se quedó para sembrar junto a ella una vida dedicada al arte, a trabajar en sus talleres todo lo que los deslumbraba del camino y a recorrer la Patagonia, solos y luego, junto a sus hijos y nietos.

Mate, agua fresca, linterna, cuaderno, cámara y la necesidad de salir al campo: era todo lo que necesitaban y es de todo lo que disfrutaron. En 2001, cuando tenían más de 50 años, viajaron en bicicleta hasta Ushuaia, experiencia que les llevó dos meses y largos kilómetros de memoria para guardar todo lo vivido.

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Si no tenían la bici, salían a pasear en moto o se iban a escalar el Lanín o simplemente se sentaban a contemplar los horizontes de la estepa neuquina. Junto al Grupo Espeleológico del Neuquén, al que los acercó un buen amigo, recorrieron gran parte de las cavernas del Neuquén, desde Chihuido hasta el Portezuelo, desde Buta Ranquil hasta Auca Mahuida. La primera caverna a la que entró Susana fue la Salado 1, al norte de Bajada del Agrio y luego hizo de esa práctica de andar la verdadera tierra adentro un estado natural. Lo que le permitió dejar información de relevancia científica, además de la importancia de su mirada lúcida.

Juntos, además, pudieron plasma en su obra algo más que las posibles percepciones sobre los paisaje. Lo hicieron con los nadies de los ranchos perdidos, con los sabedores de ley, con las personas y sus memoria que fueron juntando como piedras en el camino.

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Amar el arte

A Susana le gustaba retratar mujeres de todas las formas y colores: trabajadoras, valientes, tristes, encendidas, morochas, coloradas como ella. Mucha de su obra de dibujos y grabados está dedicada a sus mujeres al viento.

La mayor parte de sus años docentes los dedicó a la Escuela 123, donde fue una amorosa maestra de grado, que intentaba transmitir su fascinación por la simpleza. Luego, por dificultades auditivas, se incorporó a la Biblioteca, donde no se quedó quieta, sino que siguió inventando mundos para los chicos.

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“Aventuras, arte, aventura, arte, así vivió hasta los últimos días que pudo, yendo al campo, porque era lo que la hacía feliz. Amó vivir acá, en Cutral Co, en su tierra. Amaba el viento, las mesetas, los paisajes áridos. Una mujer de una voluntad y una fuerza inagotables, que vivió la vida como quiso y como lo decidió, hasta el fin”, dice su nieta Antonella Dupont Ranni.

Susana Beatriz Domínguez falleció a los 75 años, luego de transitar una enfermedad que le quitó los lugares que tanto quiso, pero que nunca opacó su amor por la tierra, por la familia, por el viento, por las pequeñas grandes cosas de esta vida.

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