Comenzó a funcionar en 1972 sobre Perito Moreno y nunca pudo obtener el permiso del municipio para reparación o traslado y así continuar operando comercialmente.
Abraham Cilleruelo San Martín nació el 22 de marzo de 1909 en Sotillo, provincia de Burgos (España). Junto a su familia se vino en barco desde el Viejo Continente a la Argentina como otros tantos inmigrantes. Entre 1860 y 1930 arribaron al país cerca de seis millones de europeos. La mitad de ellos se establecieron de forma definitiva en el país.
Como fueron tantos los migrantes que llegaron durante esos años, algunos historiadores utilizan la expresión “La gran inmigración” para referirse a esa etapa y diferenciarla de otros movimientos migratorios.
Evencia San Martín, madre de Isaac, David, Abraham, y María, llegó a Buenos Aires junto a su segundo y tercer hijo. Isaac, el mayor de los hermanos, había decidido emigrar antes. El destino quiso que Abraham y David, siendo muy joven, recalara en la localidad de Campo Grande, en donde compraron tierras. Ambos pusieron un almacén y salían a vender en la zonas aledañas. Tiempo después David decide buscar nuevos aires y se va a Rosario, mientras su hermano elige finalmente radicarse en Neuquén.
En esta parte de una inhóspita Patagonia, el hombre español conocería a su concubina, Irma Garrido, quien ya tenía una hija. “A partir de ahí comenzaron sus vidas juntos. Nunca se casaron. Era los años ‘50”, contó María Eugenia Almaza, primera nieta de Abraham.
Junto a Irma, el comerciante español tuvo seis hijos. Liliana, Cristina y Aurora, esta última madre de María Eugenia, La Negrita, como la llamaba su abuelo. “Después está Leonardo, que ya no está, Carlitos y Silvia, que es una de la más chicas”, agregó.
“Por lo que me contaron mi abuelo cuando llegó a Neuquén trabajo en el campo. Hasta que comenzó a vender diarios como canillita. Tiempo después puso un octógono de madera, tipo pérgola, para continuar con la venta de diarios y revistas”, aseguró.
“Se ubicó sobre Avenida Olascoaga, en un sector de la plazoleta, en medio de ambos carriles (de la avenida). Era (la estructura) exactamente igual a la que se encuentra en Av. Argentina, casi frente a la confitería El Ciervo”, explicó.
Inicio de actividades
En 1972, Abraham consigue poner uno de los primeros kioscos en el bajo neuquino. Primero puso sus bases frente en donde se había instalado con su octógono, a metros donde actualmente se encuentra el monumento en homenaje a Felipe Sapag (ex gobernador de la provincia). Era de madera, de color blanco y celeste. Luego se trasladó a Perito Moreno a unos metros de la Av. Olascoaga. Su armazón pasó a ser una caseta de chapa: “No alcancé a conocer el octógono. Nací con la idea de que mi abuelo ya tenía el kiosco. Le habían otorgado la licencia 264”.
“Mi abuelo iba a buscar los diarios y revistas a la distribuidora Avenida que estaba ubicada en la calle Mitre. Había una galería muy vieja y ahí dentro estaba la distribuidora”, aseguró María Eugenia. En ese sitio que describe hoy se encuentra un local de calzado y ropa deportiva.
“El dueño de la distribuidora era don Elbando Pérez, padre de quien es actualmente propietario de Electrónica Valencia. Su hija Silvia Pérez fue mi maestra de jardín”, reveló.
En la manzana en la que se ubica el kiosco Central hasta la fecha, el terreno pertenecía al Ejército. “Estaba el Distrito Militar Neuquén. Sobre Perito Moreno estaba el IOSE, que fue una obra social para el personal del Ejército, sobre la vereda había una ligustrina. Y en la parte de la calle Félix San Martín se encontraban las casas que eran similares a las que se encuentran sobre la Avenida Argentina”, describió la neuquina. En ese distrito muchos jóvenes realizaron el Servicio Militar. Sobre Perito Moreno también sobresalía un chalet, en donde se alojaba el teniente coronel Aurelio Seco.
“Después el edificio del IOSE fue incorporado a la cadena de supermercados Topsy a finales de los años 80, principios de los 90. Antes de llegar a la esquina de Perito Moreno y Olascoaga, a mitad de cuadra estaba el acceso al estacionamiento de Topsy”, detalló. La cadena de los reconocidos supermercados neuquinos, que se extendía desde Villa Regina hasta Zapala, se vendió a La Anónima en 2014.
Si uno se pega una vuelta por Perito Moreno podrá observar que aún sigue el armazón del negocio. “Ese kiosco nunca tuvo baño, ni agua, su armado era de chapa y era de color naranja. El kiosco que está en el mismo lugar y que se puede ver, no tiene nada que ver con lo que era”, contó.
María Eugenia describió qué otros negocios históricos de la ciudad se encontraban en Perito Moreno. “Frente al kiosco se encontraba Papá Noel (juguetería) y llegado a la calle Corrientes se encontraba el bar de Manolo. Mi abuelo me daba plata y me sentaba a tomar una Sprite con limón. Después el mozo nos traía los tostados al kiosco. Mi abuelo me daba todos los gustos”, contó, y agregó: “En la cuadra de Alcorta estaba Andresito, librería Las Tres B y Los 4 Ases, que aún sigue abierto”.
Los favoritos: Anteojito, El Tony y El Gráfico
Abraham vivía en San Luis 866. Y una vez que tenía los diarios en su poder se encargaba de llevarlos a los domicilios particulares. “Se los llevaba a la gente que se lo pedía y también se iba a la Legislatura, cuando funcionaba en Olascoaga 560. Mi abuelo era muy amable, entrador”, contó.
“Le decían El Gallego. Con su poncho marrón y su boina iba para todos lados. Usaba pantalones anchos de vestir y tenía esos llaveros gordos en donde se podían poner muchas llaves”, agregó.
Si hay que hablar de las revistas que se vendían en el Central, en el revistero no faltaba Billiken y Anteojito, dos de las famosas publicaciones infantiles. “Estaban las historietas de Mafalda, Isidoro, estaba El Tony y D'artagnan, que siempre las pasaban a buscar. Eran las que más salían. Y El Gráfico (revista deportiva) que lo quería todo el mundo”, recordó. Esta última publicación llegó a vender 800 mil ejemplares cuando la selección Argentina ganó la copa del mundo en el Mundial de México 1986.
“Vendía los jugos Cipolletti, que venían en un envase metalizado con su logo y una foto de manzanas roja o verde. Y unos juguitos de naranja que venían en un recipiente (de plástico) redondo. Para tomarlo había que cortarle un poco el pico que traía”, rememoró.
“Después los chicos que iban al colegio 121 pasaban a buscar su paquete de Manon, que traía cinco galletitas. Estaban las galletita Champagne que ya no salen más. Me encantaban”, acotó.
Siempre firme
Quienes fueron clientes de Abraham aseguran que con sol, viento o lluvia, siempre estaba en su parada. Aquellos neuquinos de años sostienen que la familia Cilleruelo siempre fue muy trabajadora: “Mi abuelo falleció casi a los 70 años y durante cincuenta años se la pasó trabajando en el kiosco. Siempre se levantaba a las dos de la mañana a buscar los diarios y a las cinco se iba a venderlos. Dejaba la puerta abierta del kiosco y se iba a la esquina de Olascoaga a vender. Siempre fue muy aguerrido”.
“Para los carnavales que se hacían en aquellos años, antes de los ’80, compraba pack de espuma y vendía un montón. En esos días atendía las 24 horas, ni siquiera se pegaba una vuelta por su casa”, contó.
La semana pasada, a modo de homenaje, subió a su cuenta de Facebook una foto del histórico kiosco. La reacción de los usuarios de esa red social no tardó en recordar a Abraham y a su kiosco. Otros hicieron mención a cómo se fue modificando la manzana hasta que en tierras del Ejército se construyó Casa T.Y.A (Tiendas Israelí Argentina).
“Mucha gente conocía a mi abuelo. Era un tipo entrador. Y por eso lo siguen recordando. El kiosco ha sido parte de la infancia de varios neuquinos”, aseguró.
Sin respuestas de su amigo Pechi y bajada de persianas
Con la partida de don Cilleruelo, Liliana y Cristina (hijas) se hicieron cargo de la atención del negocio. “El kiosco era su sustento y también cobraban su jubilación. Cuando Liliana falleció, Cristina llegó un momento que dijo ‘Yo con esto no sigo más’ y el kiosco se cerró”, indicó María Eugenia.
"Mi hermana trabajó durante 40 años. Cuando ella (Liliana) falleció en febrero pasado no lo abrí más. Liliana me había dicho que cuando ella se muriera no quería que el kiosco continuara abierto", contó Cristina.
"El kiosco nunca estuvo cerrado. Como mi hermana estaba enferma (padecía artritis reumatoide) a veces tenía que cuidarla. Siempre le avisaba a los clientes cuando no íbamos abrir. Lo mismo pasó cuando Liliana estuvo internada", acotó.
Otros kioscos de la vieja época del bajo se encuentran a solo unos 100 metros del negocio de la familia Cilleruelo. “El Kiosco Carlitos y Avenida son otros dos que tienen sus años y fueron remodelados”, remarcó.
Justamente, en su momento, Liliana le solicitó al municipio trasladar el negocio a su lugar original (sobre Av. Olascoaga), pero no tuvo éxito. “Durante la gestión de Pechi Quiroga le dijeron que no la iban a remover. Le comunicaron que cuando dejara de funcionar lo iban a sacar porque estaba ocupando la vereda, que es un espacio público”, reveló.
“Tocó puertas por todos lados. Siempre fueron puros ‘peros’…No la sacaron porque mi hermana era discapacitada porque si no hubieran levantado el kiosco hace rato”, afirmó Cristina.
“Quiroga fue una persona que cuando era pobre venía al kiosco a pedir fiado hasta los cigarrillos. Y cuando llegó al poder desconocía a mi hermana. Liliana lo fue a ver muchas veces y nunca le solucionó nada. Mi hermana me decía que cuando lo ibas a ver(a Quiroga) al municipio era otra persona”, reveló, y agregó: "Ellos (Pechi y Liliana) eran amigos desde cuando él alquilaba una casita en la calle Edelman. Liliana también era amiga de la primera esposa de Pechi. Después se junto con Marlene, quien era la empleada doméstica de su casa".
“El kiosco que esta sobre Independencia, frente al BPN, está refaccionado. No sé si tendrá que ver el carácter de mi tía (Liliana), que era bastante brava, que no le hayan dado el permiso para la remodelación o traslado del kiosco. Pero todos los kiosco que funcionaban y siguen funcionando fueron remodelados”, remarcó María Eugenia.
Sin reconocimiento histórico
“En la gestión de Mariano Gaido nos comunicamos con el área de Comercio y tampoco pasó nada. Hay algo, un escrito, en donde debe decir que en el momento que falleciera el titular (Liliana) lo iban a dar de baja por ocupar el espacio público. No sé...”, analizó.
María Eugenia hasta la fecha tiene intenciones de reflotar el histórico, no por lo que puede significar económicamente, sino por el “valor” familiar y porque considera que es parte de la historia de Neuquén.
“La Municipalidad distinguió a varios kioscos de la ciudad por su trayectoria. Y a nosotros nunca nos dieron nada. Carlitos recibió su placa y también el kiosco que está pegado a La Estrella Azul, sobre Alcorta. Nunca entendí por qué algunos sí y otros no”, dijo.
Ante la falta de respuesta, María Eugenia, aseguró que su tía pidió la baja del negocio en la municipalidad. “Se sacaron unas heladeras que estaban a un costado del revistero. Y la verdad que mi tía (Cristina) no tiene el dinero para sacar todas las chapas (armazón). Es feo y doloroso pero creo que en cualquier momento lo van a remover”
“Ella (Cristina) no quiere que nadie lo lleve adelante (al kiosco) porque dice que trae mala suerte. Dice que todo el que paso por el kiosco le ha pasado algo. Qué se yo…calculo que son cosas de mujer grande porque el kiosco trabaja. Siempre funcionó. No sé si todavía existen chances de que pueda funcionar otra vez y en su lugar de origen”, concluyó.
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