Jaime De Nevares, los "funerales de la República" y un legado para dos papas
Se cumplen 30 años del fallecimiento del primer obispo de Neuquén. Fue un precursor de un norte errático que Roma con Francisco y, ahora, con León XIV, busca revitalizar.
En los próximos días se conmemoran 30 años del fallecimiento del primer obispo de Neuquén, Jaime De Nevares. El deceso fue en horas de la madrugada en la Clínica Pasteur; en la habitación desde donde partió lo acompañaban sus afectos cercanos, entre ellos el sacerdote Juan San Sebastián. Esa misma jornada, en la Catedral, se montó un catafalco con el cuerpo yaciente del religioso en el que destacaban sus borceguíes negros con los cuales caminó largamente la provincia y otras tantas luchas adentro y afuera del ámbito eclesial. Arriba del altar del templo, colgaba un cartel que decía “La Pascua de Don Jaime”. Por allí pasaron miles de personas, católicos, de otros credos y ateos. La ciudad se paralizó por completo.
El aniversario de De Nevares, sin dudas, va más allá de las etiquetas y de las frases de ocasión, propias de estas fechas. Coincide, llamativamente, con varios hechos de estos días, como la muerte de Jorge Bergoglio, al día siguiente de la reciente Pascua, y la elección de León XIV, su sucesor. Ambos pontífices encarnan un legado que De Nevares marcó en la iglesia católica de Latinoamérica de la opción preferencial por los pobres y marginados del sistema; pero también por acciones concretas en ese sentido: salir de las comodidades que otorgan los altos cargos eclesiásticos para predicar lo que habían venido a difundir. A nivel religioso, el obispo neuquino fue un misionero nato. Y en la esfera política, un hombre que no solamente se plantó a los represores de los años de plomo y destronó al MPN en una elección histórica, sino que marcó a fuego la defensa de los perseguidos, los trabajadores y los Derechos Humanos.
Funerales de la República
Otro acontecimiento que, por los caprichos del calendario, coincide en las efemérides, es el que ocurrió el 1 de junio de 1994, un año antes de su deceso, cuando renunció como convencional constituyente argumentando que, si la reforma constitucional que enarbolaba Carlos Menem conseguía fraguarse tal como ocurrió luego, no lo iba a encontrar asistiendo a “los funerales de la República”. Los funerales de los que hablaba el obispo no demoraron en comenzar, e incluso las pompas del cortejo parecen seguir desfilando actualmente.
De Nevares, como Bergoglio, dejaron un manual de estilo respecto de la ética del compromiso con los necesitados y con los grandes dramas que los afectan. Ese proceder fue más allá del “eclesialismo” o de las disputas entre corrientes antagonistas de esa institución. Las sotanas no les impidieron ir más allá de las querellas absurdas de quienes los defenestraron en las curias. Seguramente no son personalidades para el bronce -que, como decía el poeta Oliverio Girondo, “solo sirve para que los caguen las palomas”-, por cuanto sus figuras seguirán trascendiendo ampliamente en sus legados.
De Nevares tiene el mérito, asimismo, de haber puesto en práctica la encíclica Rerum novarum del papa León XIII que sentó las bases de la doctrina social de la iglesia, apuntando centralmente a las condiciones laborales y sociales que se abrían con la expansión industrial de la época. Y lo demostró. El obispo neuquino no dudó en ponerse al lado de los obreros del “Choconazo” durante años durísimos de la historia de la provincia y del país.
Otro León
Ahora, León XIV viene a retomar, tal como explicó al presentar las líneas generales de su pontificado ante el Colegio de Cardenales, el espíritu de aquella encíclica para adaptarla a los nuevos tiempos de la Inteligencia Artificial y otros avances cruciales en el campo de la tecnología y la era digital. Precisamente, dijo el nuevo Papa, la elección de León XIV vino inspirado por quien llevó el mismo nombre hasta principios de 1900 y por los rasgos salientes de la encíclica en cuestión.
Otra paradoja de las coincidencias, el filósofo y ensayista alemán de origen surcoreano Byung-Chul Han, que puso en foco “la sociedad del cansancio” contemporáneo, recibió días atrás el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025 por sus reflexiones sobre la digitalización y la deshumanización en los que alude a la “autoexplotación disfrazada de realización personal, el abandono de la reflexión y el predominio del narcisismo”.
Las denuncias del laureado Byung-Chul van en sintonía con lo que preconizaron De Nevares, Francisco y ahora León XIV, tres hombres de una institución siempre cuestionada a la que vinieron a mejorar.
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