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La Mañana fotografía

Retrataba la fertilidad asistida y hoy rompe tabúes con la fotografía erótica

En cada una de sus sesiones, Valeria Dillon desafía prejuicios y crea belleza a través de cuerpos, fantasías y deseo.

La primera vez que Valeria fotografió a un hombre semidesnudo fue a su instructor del gimnasio. Un tipo joven que quería tener su book para dejar registro de la belleza de cuerpo trabajado por años. Valeria dudó en aceptar la sesión, nunca había hecho algo así: no sabía cómo iluminarlo, no sabía cómo posarlo, ni tampoco estaba segura de qué era exactamente lo que él quería. Hasta que un día, tomó coraje y marcó la cita. Buscó referencias, buscó un lugar adecuado, buscó una música para inspirar.

Sin embargo, las cosas no resultaron como esperaba: ni él, ni ella lograban desanudarse la timidez. Se sentaron, dialogaron, miraron algunas fotos que ella había llevado, empezaron a probar con algunos movimientos, con la sutileza de la luz natural y empezó a fluir: él terminó sacándose la remera sin que Valeria tuviera que pedirlo y ella se soltó.

El resultado fue brillante: estaban encantados con la foto. Valeria no podía creer lo que había logrado. Le pidió permiso para publicarlas en sus redes sociales y unos días más tarde, recibió el llamado de otro entrenador que también quería una sesión de fotos, pero no sólo mostrando el torso desnudo, sino también las piernas.

De pronto y sin buscarlo, había encontrado un nicho para sumergirse, haciendo las fotografías que jamás había imaginado. ¿Pero qué tipo de fotos eran esas? ¿Qué estaba construyendo con su mirada, sus manos y la luz? La respuesta llegó un tiempo después con otro cliente, un chef que se iba a vivir a otro país y quería regalarse un shooting.

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—Me escribió y me dijo que le encantaba mi trabajo, pero que quería algo más erótico. Entonces le pregunté qué era para él el erotismo. Ahí no sólo se generó un debate entre nosotros que se resolvió en la fotografía, sino que entendí que el erotismo es un concepto subjetivo. Lo que para mí es erótico, capaz que para vos no lo sea, es tan personal como el deseo. Después de recorrer mucho, puedo decir que lo que yo hago es intimidad visual, fotografías íntimas con una mirada sobre la luz disponible, sobre los cuerpos, sobre el mundo.

La historia de un oficio

Valeria llegó a Neuquén en 1993, a vivir con su mamá y a estudiar licenciatura en Turismo en la Universidad del Comahue. Se recibió, se puso de novia, se casó y empezó a trabajar para lo que se había preparado. Unos años después, le diagnosticaron cáncer de útero. Por un momento sintió que todo se venía abajo, pero con esfuerzo logró superarlo. Un tiempo después, junto a su marido quisieron ser padres, y aunque lo intentaron durante un tiempo, le diagnosticaron infertilidad. Sabiendo que era muy difícil lograrlo, decidieron intentar con la fertilización asistida. Ahí empezó un larguísimo proceso de más de cuatro años, en un país que aún no contaba con una Ley y en un mundo al que aún le cuesta hablar sin preámbulos sobre la maternidad, el deseo, los roles establecidos, la frustración y la soledad que muchas veces habita todos esos espacios.

En ese camino estaban cuando una vez, paseando por Ciudad del Este, encontró una cámara que le llamó la atención y decidió comprarla.

—Mi mamá pintaba, era docente; mi papá era poeta, pero yo nunca me había vinculado con el arte. Sin embargo, volví con mi camarita, hice un primer curso de fotografía con Rodrigo Ferreira y empecé a explorar. La cámara se convirtió en mi lenguaje para hacer catarsis de todo lo que estaba viviendo. Era re loco porque cada vez que hacía una foto, veía vacío. El vacío era mi cotidianeidad. Así como muchos se aferran a la técnica, yo me aferré a lo que quería decir. A partir de ahí empecé a hacer fotografía documental, en realidad, a documentar lo que me pasaba con el tratamiento, cómo lo sobrellevaba. Hasta que en 2014 quedé embarazada de León, que hoy tiene 10 años.

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Mirada de mujer

Cuando León empezó el jardín y Valeria empezó a reencontrarse con el tiempo, un día se miró al espejo y no se reconoció. No se trataba sólo de lo físico, iba más allá: ¿dónde estaba el deseo después del borde de la maternidad? Empezó a entrenar, fue una de las formas que encontró para encontrarse, entonces conoció a ese entrenador que le pidió la sesión. La fotografía volvía a abordarla como le había sucedido en el viaje, volvía a aparecer como destino, como lo fresco, como la posibilidad de narrar su propia intimidad.

En 2019, Valeria creo Lado V (@valedillon). Un proyecto que pone a los cuerpos a jugar entre las sobras para descubrir una perspectiva de belleza desde la luz y ante su mirada. Se capacitó mucho, aunque la fotografía erótica es la oveja negra. Este año, fue invitada a exponer en un congreso de fotografía en Uruguay. Está entusiasmada, está orgullosa, por lo que implicó el camino de cuestionarse, de aprende, de autovalidarse. En eso estaba cuando un día un gran retratista mexicano le dijo: “lo que me encanta de tu trabajo es que veo la mirada de una mujer”.

—En mis fotografías quiero ver a un hombre sensible, un hombre vulnerable en el buen sentido, un hombre sin estereotipos. Siempre nos enseñan a fotografiar a los hombres de abajo hacia arriba, para que se vean grandes, con el pecho inflado. A mí me gusta romper con ese encuadre: yo enfocar al suelo, donde soy yo la que está en situación de poder. Históricamente, siempre la mujer es el que está en el foco del deseo. ¿Pero qué nos pasa a nosotras? ¿Por qué no nos ponemos en el papel de deseantes también?

La pandemia puso un freno a la fotografía en general, acotó los recursos. Valeria dice que en un momento su hijo le pidió que ya no le sacara más fotos. Entonces se preguntó qué pasaba si ella misma se hacía fotos. Esperó a que su hijo durmiera, que su marido se fuera a trabajar, montó el trípode y empezó a hacer sus propias fotos íntimas. Los autorretratos abrieron un mundo.

—Aprendí muchísimo de iluminación, de posado, a experimentar qué funcionaba con mi cuerpo. Pero sobre todo aprendí a poner en crisis mis propios prejuicios. Cuando empecé a publicar esas fotos, muy tímidamente –ahora ya no me importa-, empezaron a inscribir mujeres diciendo: yo quiero que me hagan fotos como las tuyas. Entonces yo dije, bueno, ¿por qué no? Durante años las mujeres estuvimos supeditadas a la mirada de los hombres, creo que acá es romper con eso, también para ellos es romper estructuras. ¿Si sos madre, cómo vas a hacer esas fotos? ¿Qué dice tu marido? ¿Por qué mejor no te dedicas a tu profesión? Una mujer fotografiando hombres semi desnudos es difícil de asimilar.

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Mostrar la intimidad

Hombres heterosexuales, unas cuantas mujeres, algunas parejas. Cuerpos hegemónicos, cuerpos atravesados por la vida, cuerpos heridos por alguna circunstancia, cuerpos en transformación. Clientes que necesitan las fotos para trabajar en aplicaciones de encuentros o vidrieras sexuales; clientes que necesitan un shot de autoestima; clientes que quieren dejar una huella de ese momento de sus vidas; clientes que quieren gustar o gustarse. Fotos boudoir para novias. Fotos para regalar. Fotos para mostrarle al mundo. Fotos eróticas para reavivar. Fotos porque sí. Todo esa gente, todo esos deseos, en definitiva se trata de correr el velo de la intimidad.

—No se necesita justificación, alcanza con un porque quiero. La fotografía es una forma de romper tabú, prejuicios, estructura, nos permite alejarnos de lo que está bien o lo que está mal. Muchas veces decimos que no sin saber, nos limitamos y después nos quedamos con las ganas. Le tenemos tanto mido a la mirada del otro y a nuestra propia mirada. Creo que está bueno que seamos más tolerantes, porque cuando lo somos abrimos más el alma. Yo digo que vendo fantasías y en esa búsqueda trato de sacar lo mejor de cada persona, para que se amiguen con su propia piel. Las sesiones son muy movilizantes, todos tenemos un lado b o v.

La fotografía de Valeria provoca, moviliza. Pero sobre todo invita a desnudarse ante la mirada de otra persona para encontrarse con el propio deseo; a mover la piel entre las sombras; a poner el cuerpo a la textura; a dejar esa confesión, esa intimidad, ante los ojos de una mujer.

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