El "efecto Colo": entre el riesgo de desinflarse y la necesidad de contener a Karina y a los gobernadores
Diego Santilli recorre provincias para recuperar apoyos. Quiere llegar a 20 gobernadores y dejar afuera a los cuatro peronistas que el Gobierno eligió como enemigos.
A Diego Santilli le queda un largo camino por recorrer para conseguir los resultados que espera Javier Milei. El flamante ministro del Interior recorre provincias desde que asumió. Antes de reemplazar a Lisandro Catalán, buscó estrenar el cargo cuando todavía era diputado y aportó lo suyo para conseguir un dictamen de mayoría del proyecto de Presupuesto 2026 en la Cámara Baja.
El oficialismo no se esperaba contar con un dictamen propio antes del recambio del recinto a partir del 10 de diciembre y tampoco que consiga postergar una sesión en el Senado para tratar la ley que reforma el mecanismo para tratar los decretos de necesidad y urgencia (DNU).
El "Colo" echó mano a sus contactos y comenzó a capitalizar su irrupción en el Gabinete. Así arrancó el titular de la cartera de Interior, empeñado en sobrevender expectativas para recuperar a los aliados que el presidente ha perdido durante los primeros dos años de su gestión.
Hace cuatro años tejió una muy buena relación con los hermanos Milei en la Cámara de Diputados. Santilli comenzó su mandato en 2021 como integrante del PRO y compartió recinto con Milei y Victoria Villarruel durante dos años. Cuando el libertario fue electo presidente, ya había construido un vínculo respetuoso con Santilli.
Cuatro años después, el "Colo" revalidó los títulos en tierra bonaerense, pero como cabeza de lista de La Libertad Avanza y con el PRO adentro, subsumido hasta la inexistencia en el cuarto oscuro. Santilli prevaleció, pero, como le sucede desde hace años, pudo mostrarse mejor en momentos de crisis.
Santilli, asumir desafíos en plena crisis
La renuncia de José Luis Espert, a partir de vínculos con el narcotráfico que no pudo explicar, puso en otra situación al Colo. La vorágine de la crisis, incrementada por la impericia de Espert, puso al Gobierno en una situación delicada: no había tiempos para sacar al economista de la boleta. Santilli se puso al frente, usó la frase "para votar al colorado, marcá al pelado" en el tramo más determinante de la campaña, y terminó victorioso en las nacionales.
Tuvo un valor doble por la inédita reversión de los 14 puntos de desventaja frente al peronismo que había tenido la lista libertaria en los comicios bonaerenses del 7 de septiembre.
Si antes del 26 de octubre Santilli tenía muchas ganas de ser ministro, la victoria no le quitó el entusiasmo. Sin embargo, la génesis de su llegada al Gabinete está íntimamente ligada con la maltrecha hoja ruta federal que ahora trata de delinear. Aun así, dicen sus amigos, no se achicará.
Fue la noche de la cena en Olivos entre los hermanos Milei y Mauricio Macri cuando comenzó a cocinarse su posible salto como ministro. El expresidente entró al encuentro seguro de un proceso de acercamiento y se fue enterando de los despidos, envueltos en forma de renuncia, de Guillermo Francos a la jefatura de Gabinete y de Lisandro Catalán a interior.
Aturdido, el magnate cuestionó la salida del ministro coordinador y su reemplazo por Manuel Adorni. Un día después, se conoció el reemplazo de Catalán por Santilli y Macri no tuvo otra que festejar una designación que lo agarro por sorpresa. Santilli amortiguó el desdén que le prodigaron al fundador del PRO por desautorizar el despido de Francos, pero si no cuidara las formas, en la Casa Rosada no se lo recriminarían.
El nuevo ministro del Interior es uno de los pocos peronistas permitidos del gobierno de Milei. El otro es Daniel Scioli, el "Pichichi", que pudo sobrevivir a todo, incluso al desguace de su propia área de turismo. "Es como un matafuegos, si hace falta, lo tenemos ahí, podemos echar mano a él", bromeó un funcionario libertario que defiende su estadía en la Casa Rosada.
Santilli, el superviviente
Diego Santilli está por encima de eso y viene de revalidar los títulos electorales y también los de superviviente, incluso de Macri. Por eso es un interlocutor respetado por los gobernadores, aunque saben que tienen que tomarlo con cuidado, porque el despliegue de luz, color y sonido que puede protagonizar Santilli, desde su acotado ministerio, puede encandilarlos y hacerlos olvidar la agenda de crisis que tienen con la Nación.
Con habilidad casi actoral, el Colo se muestra hiperactivo y viaja a ver a los gobernadores que están dispuestos a recibirlo. Es un gesto que tendrían que haber multiplicado sus antecesores, dicen en la Rosada y omiten que Francos y Catalán no escatimaron gestos, pero nunca pudieron disponer de un solo peso. Nunca tuvieron la lapicera. La detenta el ministro de Economía, Luis "Toto" Caputo, que hizo algunas concesiones a cuenta gotas y bajo el ruego de Francos y la necesidad de negociar en momentos álgidos. Tanta fue la asfixia que dentro del gobierno algunos funcionarios aseguran que el entonces ministro coordinador se iba a ir igual, porque se había cansado de convivir con altas exigencias presidenciales y nada que ofrecer para conseguirlas.
El volumen político de Santilli puede permitirle un estreno sin sobresaltos. Viajar a las provincias le permite estar un poco lejos del control que buscan imponerle en su nueva función. No dispone de autonomía: depende de Adorni, debe reportarle y además está rodeado por la secretaria General de la Presidencia, Karina Milei, y su mano derecha, Eduardo "Lule" Menem. También ahora debe convivir con la nueva omnipresencia de Patricia Bullrich, que está a un peso de desembarcar en el Senado como jefa de la bancada oficialista y stopper de Villarruel.
Santilli tiene que atender las demandas de esa mesa. La primera batalla será el presupuesto 2026. En cada provincia que visita el ministro toma nota y escucha, pero no dispone porque no tiene lapicera. Lo mismo sucede en la Casa Rosada: quienes fueron recibidos no pierden de vista la predisposición, pero advierten que no asoman los resultados.
Sumar apoyo, el objetivo de Santilli y Milei
La necesidad parlamentaria quizás lo beneficie. El Gobierno necesita sumar votos en las dos cámaras del Congreso. Por eso, las últimas visitas fueron en el norte: desde el santiagueño Gerardo Zamora, que tiene votos del peronismo proclives a respaldar al Gobierno, hasta el misionero Hugo Passalacqua, jaqueado por la crisis que originó la desregulación del precio de la Yerba Mate. El Instituto Nacional que regula la actividad está al borde de la inutilización y los productores decidieron frenar la zafra de verano en rechazo a las medidas del Ejecutivo.
Santilli se plantea reunirse con 20 gobernadores. No se ha propuesto juntarse con los 24 porque no puede, ni quiere, desautorizar al presidente que decidió dejar afuera de todo al bonaerense Axel Kicillof, al riojano Ricardo Quintela, al fueguino Gustavo Melella y al formoseño Gildo Insfran.
Hay una disputa de coparticipación que el Gobierno no quiere abrir y que, por el contrario, buscará profundizar con la posible distribución de fondos para la provincia de Buenos Aires que sean destinados a otros distritos. Sin chances de ampliar la billetera de Economía, el cálculo redistributivo sería a costa de los fondos que reclama la provincia que gobierna Kicillof, uno de los cuatro que no serán parte de ninguna negociación.
Todavía quedan varias reuniones por concretar. El ministro todavía no se reunió con el santacruceño Claudio Vidal y tampoco con el pampeano Sergio Ziliotto, uno de los peronistas que nunca perdió autonomía y tampoco resignó sus reclamos.
La lista de pendientes incluye a varios exsocios de Juntos por el Cambio: el puntano Claudio Poggi, el correntino Gustavo Valdés y el santafesino Maximiliano Pullaro, dos radicales que expresan dos orientaciones distintas del partido que elegirá nueva conducción dentro de un mes.
Para el final también quedó el alcalde porteño Jorge Macri, que es parte de un proceso de reconciliación con Milei que todavía no resuelve la enorme disputa financiera entre la Ciudad y la Nación.
En cada provincia es todo tirante y los reclamos se agudizan con el correr de los días, pero el Colo sonríe y se mueve empoderado, aunque todavía no pueda exhibir más resultados que las sonrisas que cosecha en cada visita oficial.
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