La polémica reavivó el debate sobre el uso de inteligencia artificial y abrió interrogantes sobre cómo regular su presencia en los procesos creativos.
Dos escritoras de amplia trayectoria fueron excluidas de un premio literario de gran prestigio en el mundo editorial luego de que los organizadores detectaran que las portadas de sus libros habían sido generadas con inteligencia artificial. El episodio volvió a poner sobre la mesa la discusión en torno a los límites, responsabilidades y desafíos que atraviesa el sector frente al avance de estas tecnologías.
Quienes son las escritoras penalizadas por usar la IA
Se trata de Elizabeth Smither y Stephanie Johnson, figuras centrales de la literatura neozelandesa, quedaron excluidas de los Ockham New Zealand Book Awards 2026 tras comprobarse que las cubiertas de sus obras, Angel Train y Obligate Carnivore, habían sido diseñadas con herramientas de IA.
La descalificación se produjo después de que un librero detectara señales de contenido generado artificialmente y alertara a los responsables del certamen.
La editorial Quentin Wilson Publishing confirmó luego el uso de IA en el proceso de diseño, una práctica que viola la nueva normativa del premio: este año, los Ockham introdujeron una regla que prohíbe competir a cualquier libro que tenga elementos generados con inteligencia artificial en su portada, como una manera de proteger el trabajo de ilustradores y diseñadores.
Las portadas de los libros descalificados por utilizar la IA.
Nicola Legat, presidenta de la institución que otorga el premio anual, señaló que el caso fue tomado con toda seriedad, especialmente porque ambas escritoras fueron jurados en ediciones anteriores y cuentan con amplio reconocimiento en el país. Según explicó, la normativa nace del objetivo de resguardar los derechos de autor y apoyar la integridad creativa de quienes participan en la industria editorial.
La editorial cuestionó el momento en que se comunicaron las reglas: fueron publicadas en agosto, cuando muchos libros ya estaban en producción. Sostiene que cambios de este tipo suelen anunciarse con un año de anticipación y que, en el trabajo cotidiano, herramientas basadas en IA forman parte de procesos habituales, desde funciones de Photoshop hasta correctores como Grammarly. Para la empresa, el caso refleja la necesidad urgente de regulaciones claras que definan qué usos son aceptables.
La palabra de las escritoras
Tras ser descalificadas, tanto Smither como Johnson lamentaron la decisión. Smither expresó su preocupación por los diseñadores involucrados en la portada, cuyo trabajo no fue reconocido como merecía. Johnson, por su parte, aseguró estar triste por una polémica que eclipsó la conversación sobre su novela: “En vez de hablar de mi libro y de su inspiración, estamos hablando de la maldita IA, que odio”, declaró.
Desde la editorial insistieron en que les rompe el corazón que dos ficciones de autoras tan respetadas queden atrapadas en un debate que no tiene relación con la calidad de sus textos. También defendieron el proceso creativo de su equipo y remarcaron que la IA no reemplaza su trabajo, sino que funciona como una herramienta complementaria.
La controversia marca un nuevo capítulo en la discusión global sobre los límites del uso de la inteligencia artificial en la creación cultural, un debate que se vuelve cada vez más urgente a medida que estas tecnologías se vuelven parte del día a día en el mundo editorial y que habrá de regularizar cómo utilizarla sin perjuicio de la indrutria.
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